Portada » Lengua y literatura » El teatro en la decada de los 50
ANTONIO BUERO VALLEJO (1916-2000).
Las obras de Buero se centran en dos aspectos: lo existencial y lo social. Buero Vallejo es un grave moralista: la honradez con uno mismo y con los demás, y el amor a la justicia son elementos constantes en su obra.
En el plano existencial se puede señalar como temas básicos la meditación sobre el sentido de la vida, sobre la condición humana, el anhelo de realización humana y sus dolorosas limitaciones, pues la búsqueda de la felicidad, de la verdad, de la libertad, se ve obstaculizado por el mundo en el que el hombre vive. Es meditación puede alcanzar dimensiones metafísicas.
En el plano social y también en lo político, se puede hablar de la denuncia de injusticas , tanto de la sociedad como del abuso de cualquier forma de poder opresor.
Las obras de Buero plantean problemas pero no imponen soluciones, es el expectador quien debe reflexionar y completar el sentido de lo que ha pasado en la obra.
Evolución:
Se puede distinguir una época de teatro existencial (hasta 1957), una etapa social (desde 1958 hasta 1970) y un teatro último: innovación formal.
Primera época: Teatro existencias (hasta 1957) dedicado al ser humano y sus preguntas.
Desde el punto de vista técnico, las obras se ajustan a una estética realista y a lo que el autor llamó “construcción cerrada”.
El estreno en 1949 de Historia de una escalera contrasta con el teatro español de la época.
A partir de las vivencias de varias familias trabajadoras de una casa de vecinos, se retrata con eficacia la situación de pobreza material y espiritual, la falta de salidas de una colectividad atrapada en un mundo miserable y sin futuro.
La siguiente obra, En la ardiente oscuridad (1950), es una tragedia de compleja significación.
Segunda etapa: Teatro de Crítica social (1958-1970).
Con el estreno de 1958 de Un sonador para un pueblo, se abre una nueva etapa en su teatro: el drama histórico. Trata sobre Esquilache, ministro de Carlos II. La ambientación histórica es un recurso para sortear la censura. Es un modelo de hacer un teatro posible trasponiendo los problemas actuales al pasado.
Otras dramas históricos son las Meninas (1960), sobre Velázquez; el Concierto de San Ovidio (1962). En cierto sentido, también El tragraluz (1967) tiene algo de obra histórica, aunque se sitúe en el presente y aluda a la historia reciente.
El enfoque social no supone una menor atención por el individuo concreto o por las facetas morales, pero se insiste más en las relaciones con el individuó y su entorno.
En cuanto a la técnica teatral, el propio Buerno señaló en 1960 el paso de la “construcción cerrada” a una “construcción abierta”, que supone una superación de la escenificación “realista”: escenario múltiple, la acción se fragmenta en cuadros o secuencias.
El arte dramático de Buero adquiere en esa época, mayor complejidad. Algunas de las obras de estos años (Las minas, El concierto de San Ovidio, El Tragaluz) se encuentran entre lo mejor de su producción.
Tercera época: Innovación formal.
En sus obras posteriores a 1970 Buero Vallejo insiste en temas y procedimientos de su teatro anterior. Los temas de esta época los contenidos sociales y políticos se hacen más explícitos.
Títulos de esta época son Llegada de los Dioses, La Fundación, La detonación, Jueces en la noche, Caimán, etc. casi todas cosecharon éxitos de público, la crítica ha sido desigual. Sí que ha recibido un reconocimiento unánime de La Fundación como una de las cimas del autor.
En Llegada de los dioses aparece de nuevo la ceguera de un protagonista; pero ahora simboliza la negativa de un joven a “ver” las inquietudes del mundo que le rodea.
La Fundación nos introduce en una celda de presos políticos; uno de ellos, Tomás, trastornado, cree hallarse en un centro de investigación hasta que comprende la situación real y comporte las angustias y las angustias de los demás.
EL TRAGALUZ.
El tragaluz es considerada un de las obras fundamentales de Buero Vallejo. Se estrenó con gran éxito en octubre de 1967 y la crítica fue en general elogiosa.
El experimento: se utiliza para juzgar y para sumergirnos en la historia. Los hombres del futuro dan una versión ética.
En los dramas del ciclo histórico Buero Vallejo invitaba al espectador a desplazarse al pasado, para que con la acción representada, conectara racional y emocionalmente a la vez con su propio presente.
En el tragaluz Buero Vallejo nos invita a realizar un desplazamiento, pero no ya desde nuestro pasado que nos devuelve lúcidamente al presente.
El y Ella, pertenecientes a un tiempo futuro, a volvernos con ellos hacia nuestro presente –la segunda mitad del siglo XX. El espectador es invitado a situarse dentro y fuera del conflicto.
Fuera, porque es asociado, por virtud del juego escénico, con los investigadores que conducente el experimento. Dentro, porque se asocia, por virtud de su identidad histórica. En este sentido estamos ante un drama “histórico”.
Desde ese momento del futuro –el siglo XXV o XXX, según Buero- el espectador debe enfrentarse con su propia ética y el pasado inmediato, aunque este sea traumático: debemos recordar… para que el pasado no nos envenene.
El “experimento” en cuestión se lleva a efecto a través de unos “detectores” de hechos pretéritos y de proyectores espaciales que recogen imágenes traídas del pasado y las proyecta de manera estereoscópica. Los investigadores precisan que las imágenes que veremos pueden corresponder también a pensamientos o a cosas imaginarias por algún personaje.
La “proyección” será interrumpida por los “investigadores” con diversos comentarios. Algunos críticos han discutido la oportunidad de estos personajes: pensaban que eran innecesarios para la “historia” que se nos cuenta. Buero ha defendido su presencia, insistiendo en que le resultaron imprescindibles para conseguir del público determinada actitud y dar a la obra el significado que se proponía.