Portada » Educación Artística » El Taller como Espacio Dramático en la Obra de Picasso: Un Análisis de su Autorrepresentación y Simbolismo
En los dibujos preparatorios, el taller de Picasso adquiere una presencia dramática, como el escenario de su drama personal. En estos dibujos, Picasso también se autorretrata. El joven de la pareja adopta su fisionomía. La figura más anciana podría ser su padre, como un reproche que se hace a sí mismo, imaginando que su padre le ve en el taller haciendo cosas que no debería: desnudo, con una joven.
En la obra definitiva, Picasso no se representa a sí mismo, sino a Casagemas. Transfiere su problema al otro, haciéndole regresar hacia atrás.
Los dibujos se relacionan con una obra del periodo final de Annibale Carracci, Retrato en el Caballete, que no sabemos si Picasso conoció. Al fondo se abre una ventana con un maniquí para la dramatización. El caballete tendrá mucha importancia hasta las obras finales de Picasso.
En un estudio para ese autorretrato de Carracci, en el fondo no hay un maniquí, sino un espejo para el autorretrato, pero con facciones calavéricas. El personaje que contempla la obra de Carracci es Miguel Ángel, y en la obra de Picasso es su padre.
Picasso realiza dibujos de autorretratos desde 1902, como el de Durero, oculto hasta los años 20. Pero esta obra en particular es de 1916. Hablamos de una enorme cultura visual de Picasso, que entronca con artistas alemanes, españoles y contemporáneos cercanos a él.
Picasso estuvo muy vinculado a los nuevos movimientos de Barcelona y París, tratando de medirse con autores del pasado que serían su referencia. Los años inmediatos a 1906 y 1907 son cuando muestra su radical modernidad. Las Señoritas de Avignon es un cuadro verdaderamente moderno, que transforma la pintura tradicional, ya que incluso los puntillistas mantenían los preceptos del Renacimiento, como la perspectiva.
Tras el Barroco triunfante, es en el siglo XIX cuando se vuelve al realismo. Courbet montó un pabellón del Realismo.
Se produce una desacralización de los temas religiosos, que vuelven a aparecer, pero ya no es lo mismo. Picasso mostrará un gran interés por el tema de la crucifixión, pero no es pintura religiosa, aunque sí con connotaciones.
Tras la Revolución Francesa, el arte religioso queda herido. El último ejemplo es la puesta en escena de Luis XVI en la guillotina, como la dramatización de la muerte de Dios, el poder absoluto. Los más cultos también lo ponen en relación con lo sublime, que mientras que lo bello produce placer, lo sublime se representa mediante tormentas, naufragios… manifestaciones que provocan dolor, horror, sufrimiento…
Picasso recorre toda la historia de la pintura profana, pero también la religiosa. Se autorretrata como un predicador (retratos 1902). Max Jacob le introduce en los sistemas de adivinación de las manos y los estudios para reflejar esos elementos y ser interpretados.
Picasso se representa como un orador o haciendo un juramento: «No he ido donde piensan que he ido». En su momento de obsesión con las enfermedades venéreas, quizás ya con problemas que se habría tratado, de ahí las exhibiciones. Durero estaba en una situación similar en 1503. Se autorretrata también de cuerpo entero gracias a unos grandes espejos, no como en sus retratos anteriores, con una luz tangencial que pone de relieve su musculatura.
Picasso, en su retrato, nos da a entender que nos jura que no tiene nada, que está limpio. El retrato es el reflejo en un espejo porque los juramentos se hacen con la mano derecha.
Novell usa la composición piramidal que se llevaba a cabo desde Leonardo. Da consistencia a los retratos, ya que hace que se dirija la mirada hacia el rostro.
Picasso tenía gran interés por el tarot. Realiza una reconstrucción de la carta de El Mundo. Es el final de su etapa de formación y está a punto de crear la obra que daría comienzo a su plenitud. En La Crucifixión vemos alusiones al Tetramorfos. Las parejas yacen junto a la muerte de Cristo. Redención de la humanidad.
El taller como lugar de revelación, como en la obra de Carracci.
Picasso revoluciona el concepto de cuadro desde que abandona la perspectiva renacentista con un solo punto de vista. Alberti impone esa imagen arquitectónica de la pintura al compararla con una ventana abierta.