Portada » Historia » El Sistema Político de la Restauración en España (1874-1923)
El sistema político de la Restauración se basó en la hegemonía de dos partidos: el Conservador y el Liberal, que se alternaban en el poder. Este sistema fue el resultado del fracaso de la experiencia republicana y el proceso revolucionario del Sexenio Democrático. Su principal artífice fue Antonio Cánovas del Castillo, quien preparó el regreso de los Borbones con Alfonso XII. El periodo abarcó desde el pronunciamiento de Martínez Campos en 1874 y la proclamación de Alfonso XII como rey, hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923.
Tras el pronunciamiento de Martínez Campos, se formó un nuevo Gobierno Provisional presidido por Cánovas del Castillo (político pragmático y realista, con un pensamiento reaccionario y antidemocrático), bajo la presencia de Alfonso XII como rey, tras el manifiesto de Sandhurst. Los pilares básicos de la Restauración fueron la Constitución de 1876, el bipartidismo y la manipulación electoral.
El sistema canovista se basaba en diferentes puntos:
Este sistema de turno consiguió garantizar la alternancia pacífica en el poder, poner fin al intervencionismo militar y apartar del poder a las fuerzas de izquierdas, el movimiento obrero, los regionalismos y los nacionalismos. Se convirtió así en un sistema electoral basado en la abstención de gran parte del electorado y en el fraude organizado, siendo la clave de éste los caciques, encargados de llevar a la práctica los resultados electorales acordados por las élites de los partidos.
Siguiendo las instrucciones del Gobernador Civil de cada provincia, que había sido informado de los resultados que debían salir siguiendo el «encasillado» acordado, amañaban las elecciones con distintos métodos (pucherazo).
Los principales rasgos de esta nueva Constitución moderada, de clara inspiración canovista, de la que se dotó el régimen de la Restauración en 1876, fueron:
Con esto, se produjo un fortalecimiento del poder de la Corona, ya que el monarca ostentaba el poder ejecutivo y el mando directo del ejército.
La Constitución establecía un reconocimiento teórico de derechos y libertades que, en la práctica, fueron limitados o aplazados. A su vez, la religión católica fue declarada oficial del Estado, con un recorte de la libertad religiosa.
La prematura muerte de Alfonso XII (1885) abrió el periodo de la Regencia de María Cristina de Habsburgo, hasta la mayoría de edad de Alfonso XIII. Cánovas y Sagasta reafirmaron en el Pacto del Pardo (1885) el funcionamiento del sistema de turno. A su vez, en el llamado “gobierno largo” de Sagasta (1885-1890) se aprobaron medidas de reforma política como la libertad de cátedra o la supresión de la censura.
La contestación al sistema canovista llegó por parte de intelectuales, novelistas, grupos políticos… El movimiento obrero se convirtió en una fuerza política y social importante, con la aparición de grupos anarquistas como la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), y la fundación en 1879 del PSOE, con Pablo Iglesias, quien también fundó la Unión General de Trabajadores (UGT), sindicato socialista.
En cuanto a los nacionalismos, cabe destacar el caso catalán, con Valentí Almirall, en defensa de los intereses económicos de los industriales catalanes (proteccionismo); y el caso vasco, donde Sabino Arana creó el Partido Nacionalista Vasco (PNV), que reclamaba un estado independiente.
Si bien es cierto que el sistema canovista provocó una cierta estabilidad política en el país, no se trató de un sistema verdaderamente democrático. Fue excesivamente cerrado y autoritario, basado en el constante fraude electoral, desarrollado gracias a una amplia red caciquil y clientelar, y apoyado en sectores oligárquicos muy restringidos. La crisis de la Restauración radicó en que no supo evolucionar hacia un sistema constitucional y parlamentario democrático.