Portada » Español » El Siglo de Oro Español: Prosa, Cervantes y el Quijote
Es la aportación más importante de la narrativa del siglo XVI. La primera novela picaresca es el Lazarillo de Tormes. Sus características principales son:
Apareció en 1554 en tres ediciones simultáneas y es de autor anónimo. El pícaro, narrador y protagonista, cuenta su vida en primera persona. Consta de un prólogo y siete capítulos.
Lázaro nace a orillas del río Tormes, en Salamanca, hijo de un padre ladrón. Siendo aún muy niño, entra al servicio de un ciego, astuto y cruel. Después de varios episodios, se aparta del ciego gastándole una broma cruel. Sirve luego a un clérigo avaro, que apenas le da de comer. Despedido por robarle comida, conoce a un nuevo amo, un escudero muy orgulloso y preocupado por su honra y nobleza, pero que vive miserablemente. Lázaro tiene que mendigar para que puedan comer ambos, hasta que su amo desaparece y lo abandona. Su cuarto amo es un Fraile de la Merced, muy corrupto y más preocupado por las mujeres que por su trabajo. Se emplea como vendedor de documentos eclesiásticos, aguador y ayudante de un alguacil. Habiendo alcanzado el cargo de pregonero de vinos, un sacerdote lo toma bajo su protección y lo casa con una criada suya. La gente murmura de los tres, pero Lázaro cree vivir prósperamente y en la cumbre de toda buena fortuna, haciendo oídos sordos a las acusaciones.
El Lazarillo es una novela realista que refleja fielmente la sociedad española del siglo XVI, con una clara intención de crítica social, particularmente contra el clero. Es la primera narración que deja de ocuparse de héroes y caballeros para contar las aventuras de un personaje humilde. Otra novedad es que el protagonista, Lazarillo, cambia y evoluciona a lo largo de la obra.
El Quijote, originalmente titulado El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, fue escrito por Miguel de Cervantes. Tiene dos partes: la primera publicada en 1605 y la segunda en 1615, a principios del Barroco. Cervantes escribió la segunda parte debido a que Alonso Fernández de Avellaneda publicó en 1614 una continuación apócrifa, la cual Cervantes critica en el prólogo de su segunda parte.
Alonso Quijano, un hidalgo manchego, pierde la razón leyendo libros de caballerías. Imitando a sus héroes, se convierte en Don Quijote de la Mancha y busca aventuras. Guiado por nobles ideales, proteger a los débiles y amar a Dulcinea del Toboso (una labradora a quien idealiza), se lanza al mundo. Tras ser armado caballero en una posada que confunde con un castillo, sufre una serie de desventuras. En su segunda salida, acompañado de Sancho Panza, su escudero, vive más aventuras, como la lucha contra los molinos de viento. En la tercera salida, Sancho gobierna la ínsula Barataria. Finalmente, derrotado por el Caballero de la Blanca Luna (un amigo disfrazado), regresa a su hogar y recupera la razón antes de morir.
El contacto entre Don Quijote y Sancho produce una «quijotización» en Sancho y una «sanchización» en Don Quijote.
Cervantes utiliza el recurso del manuscrito encontrado, atribuyendo la historia a un historiador árabe ficticio, Cide Hamete Benengeli, para dar verosimilitud a la narración.