Portada » Historia » El Sexenio Revolucionario (1868-1874)
Entre 1868 y 1874 se desarrolló en España un movimiento revolucionario que provocó la caída de la monarquía de Isabel II y los gobiernos moderados. La Revolución Gloriosa intentó consolidar el liberalismo democrático con la Constitución de 1869. La monarquía de Amadeo de Saboya y la falta de apoyos le hicieron abdicar tras poco más de dos años en el trono. La República tampoco llegaría a consolidarse por los enfrentamientos internos, guerras y conflictos que contribuyeron a desprestigiarla. El pronunciamiento del general Martínez Campos en 1874 pondrá fin al sexenio democrático y embarcará a España en la Restauración, que significaría el retorno de la dinastía Borbón, destronada en 1868, en la figura de Alfonso XII.
“La Gloriosa“ se inicia en Cádiz como un levantamiento militar realizado por los generales Prim, Serrano y Topete. Varios generales progresistas se agrupan en el manifiesto “Viva España con Honra” para que el pueblo español apoye el levantamiento contra el régimen. El ejército isabelino fue derrotado por las tropas de Serrano en Alcolea. A este movimiento se sumaron fuerzas de orientación republicana, y junto a ellas todo el grupo de ciudadanos armados llamados “Voluntarios de la Libertad”. Los militares sublevados formaron el primer gobierno provisional.
A principios de octubre se queda el gobierno provisional dirigido por Serrano. Prim se convertirá en el ministro de Guerra y de Orden Público. Comienzan a realizarse algunas medidas como la disolución de las juntas revolucionarias. Gracias al ministro de Hacienda, Laureano Figuerola, se establecerá la peseta como moneda oficial del país y se favoreció la entrada de capital extranjero en la minería. Hubo dos problemas:
El joven monarca desconocía la lengua y las costumbres españolas y no era aceptado por algunos grupos: la nobleza católica y conservadora. Su llegada estuvo marcada por el asesinato del general Prim, y la fractura de la coalición política que le había entregado el poder. El reinado se encontró con una fuerte oposición que se acrecentó en el tiempo.
Por la derecha: carlistas, lanzados a la guerra, activos en el País Vasco y Navarra; “alfonsinos“, donde se ubicaba la aristocracia madrileña, partidarios de la vuelta de los Borbones en la figura de Alfonso; el clero que consideraba al rey enemigo del papado y responsable de la reducción territorial de los Estados Pontificios; y finalmente la burguesía asustada ante el avance de una revolución proletaria.
Por la izquierda: los republicanos, a favor de cambios más avanzados en lo político y económico, además de anticlericales; y las sociedades obreras, que se habían incorporado a la AIT.
Amadeo I tuvo que hacer frente a:
Serrano, jefe del gobierno, pidió al rey la suspensión de las garantías constitucionales, a lo que éste se opuso. Meses más tarde, Amadeo I abdicaría devolviendo a las Cortes la Corona. Mientras, en el Congreso la multitud lanzaba vítores a la República.
El Congreso y el Senado proclamaron la República el 11 de febrero de 1873. Fue celebrada por los sectores populares de la sociedad, pero vista con hostilidad por parte de todas las fuerzas conservadoras. El principal problema que encontraron los republicanos fue la propia definición del Estado, con el enfrentamiento entre centralistas y federalistas. El primer gobierno fue encargado al presidente Estanislao Figueras, que convocó Cortes Constituyentes con el objeto de lograr una Constitución acorde con la nueva forma del Estado y medidas como la supresión de las quintas. El Estado se hallaba en apuros y Figueras no tuvo más remedio que dimitir. Le sucedió Francesc Pi i Margall, que no logró reconducir la situación. El presidente presentó un proyecto de Constitución federal, pero el enfrentamiento entre los propios seguidores de Pi i Margall hizo que en algunas zonas se constituyeran en movimientos cantonales. La situación política se agravaría con el estallido de una huelga en Alcoy y la Revolución Cantonal, provocando que el país entrase en un proceso revolucionario que terminaría hundiendo la República. El 18 de julio de 1873 el presidente, desbordado por los acontecimientos se vio obligado a dimitir.
Nicolás Salmerón, más conservador, utilizó el ejército contra los sublevados cantonalistas, pero se negó a firmar penas de muerte dictadas por tribunales militares y dimitió. Le sucedería Emilio Castelar que intentó conducir la República de acuerdo con el principio de autoridad, para lo que suspendió las Cortes. Finalmente la situación acabaría con Castelar derrotado y el fin de la República. El general Pavía, al conocer la derrota de Castelar, se presentó en el Congreso de los Diputados al frente de un batallón dando un golpe de estado y disolviendo las Cortes. La República había acabado.
Se deportó al último movimiento cantonalista que fue sometido y el ejército continuó actuando contra los carlistas. El 1 de diciembre de 1874 se publicará el Manifiesto de Sandhurst por el que Alfonso de Borbón se ofrece como salida a la inestabilidad que se había creado en el Sexenio mediante una monarquía conservadora, hereditaria y de carácter constitucional. España entra en una nueva etapa histórica denominada la Restauración.