Portada » Historia » El Sexenio Democrático (1868-1874): La Revolución Gloriosa y la Primera República Española
En septiembre de 1868 estalló la Revolución “Gloriosa”, llamada así por ser una de las más importantes de la historia de España. Los últimos años del reinado de Isabel II pusieron de manifiesto que el régimen político español estaba agotado. Desde 1866, se hizo más presente la crisis económica que afectó a toda Europa y que, en España, fue consecuencia de la retirada de capital extranjero. A esta delicada situación se unieron graves problemas políticos.
El gobierno de Isabel II intentó, mediante una circular, prohibir a los intelectuales manifestarse contra la monarquía y el concordato con la Iglesia. El primer enfrentamiento entre intelectuales y el Gobierno tuvo lugar la Noche de San Daniel (1865). El problema se extendió a las calles y las protestas estudiantes fueron ahogadas en sangre. Fue el primer movimiento estudiantil de la historia de España.
Progresistas y demócratas plantearon una oposición cada vez más radical con la idea de un nuevo pronunciamiento militar. Los acontecimientos se iniciaron a comienzos de 1866 con la sublevación de Prim en Villarejo de Salvanés. Aunque resultó fallido, consiguió convertirse en líder de la oposición. Todas estas razones, unidas a la popularidad del ideario democrático, las proclamas a favor del librecambio, el creciente ideario del Krausismo (doctrina filosófica que propone la elaboración de una crítica social y jurídica cuyo resultado es la búsqueda de un mundo más ético y más justo).
En agosto de 1866, la oposición firmó el Pacto de Ostende, acordado por exiliados de los partidos progresista y demócrata. Era un pacto de carácter antiisabelino y antiborbónico. Se proponía la constitución de unas Cortes elegidas por sufragio universal masculino, en las que se decidiría la cuestión de una forma de gobierno: república o monarquía. Con la muerte de O’Donnell, la Unión Liberal pierde su líder y se une a la Revolución. En septiembre de 1868, Topete, Prim y Serrano encabezaron un movimiento revolucionario que se extendió rápidamente por toda España, como consecuencia de la formación de juntas revolucionarias impulsadas por el Partido Demócrata. Prim, Serrano y Topete entran en Madrid y, la reina que estaba de “vacaciones” en San Sebastián huye a Francia y se inicia la primera experiencia democrática en España.
En 1869, el gobierno provisional presidido por el general Serrano, tuvo la misión de convertir en decreto los principios de las juntas en torno a:
Pero, existía un importante punto de desencuentro revolucionario, distinguiéndose los progresistas y los demócratas monárquicos que fundaron el Partido Republicano Federal. Debido a esto, se convocaron elecciones para las Cortes Constituyentes. La mayoría resultante de las elecciones, como era de prever, resultó ser monárquica.
Serrano, ratificado como presidente del poder ejecutivo, presenta un proyecto constitucional. Fue aceptado, pero fue causa de grandes debates debido a varios artículos que hacían referencia a temas conflictivos como la libertad religiosa, la libertad de enseñanza, de asociación y la abolición de la pena de muerte, lo que llevaba al ideario liberal a sus últimas consecuencias.
La Constitución establecía bicameralidad (Congreso y Senado). Era una Constitución democrática en la que se consagraron los primeros 26 artículos a los derechos individuales de los españoles y en la cual el monarca tenía un poder simbólico. Puede ser considerada como el primer texto democrático de la historia de España. Sus características provocan el descontento de los republicanos que provocan una sublevación en 1869. Una vez aprobada la Constitución de 1869, Serrano fue elegido Regente del reino y Prim se convirtió en Presidente del Gobierno.
Prim, durante su presidencia, fue capaz de mantener la unidad monárquico-democrática, de impulsar la democratización de la vida municipal y de modernizar la justicia con la Ley Orgánica del Poder Judicial. Por otro lado, busca un candidato al trono. Descartados los Borbones, el primer candidato fue el duque de Montpensier que representaba la monarquía católica y conservadora por lo que no iba a tener una buena acogida entre los revolucionarios. En segundo lugar estaba el Príncipe Leopoldo, de la casa Hohenzollern, y por último el príncipe Amadeo, de la casa de Saboya. Fue elegido en 1870 por su ideología liberal y su carácter anticlerical, aunque católico.
Cuando Amadeo llega a España, Prim muere asesinado. El monarca entraba al país como un rey extranjero y lo trataron como tal, aunque había dejado claro que reinaría según los principios de la Constitución de 1869.
Amadeo I de Saboya tuvo que afrontar diversos problemas durante el breve periodo de su ocupación del trono español: la escisión de la coalición política que le había entregado el poder; una nueva sublevación carlista; el enfrentamiento a la oposición frontal de la poderosa nobleza de sangre; el crecimiento del descontento proletario y varios estallidos de sublevaciones de tipo republicano y la Guerra de Cuba (1868).
Fue incapaz de controlar la situación política española. Durante los dos años de su reinado se celebraron tres elecciones generales a Cortes y se sucedieron 6 gobiernos distintos de los cuales ninguno solucionó la situación. Impresionado por el atentado que había sufrido en 1872 busca un pretexto para su abdicación. El motivo aducido fue que él no quería llevar la corona si los españoles no lo querían. Amadeo I devolvió a las Cortes la Corona y renuncia al trono. Amadeo I abdicó y abandonó el país horas después.
Tras la abdicación de Amadeo I de Saboya, en 1873, reunidos diputados y senadores en Asamblea Nacional, proclaman una República federal que se funda sobre las bases de la Constitución de 1869. A raíz de esto, se producen diversos problemas, como el enfrentamiento entre radicales y federales debido a las desigualdades entre ellos. Los primeros entendían la República como un Estado Unitario que continuase el proceso centralizador y liberal de la Constitución de 1869. En cambio, para los federales, era necesaria una profunda transformación en la estructura territorial del Estado.
La República se encontró con la hostilidad de todas las fuerzas conservadoras: los carlistas que con más fuerza que nunca continuaron la guerra; la nobleza que la ignoró y conspiró; los militares que no aceptaron un régimen que defendía la abolición de las quintas y los amplios sectores de la burguesía, que simplemente tenían miedo de ella. Aún así se proclamó y su presidente fue Estanislao Figueras. Las tensiones entre radicales y federalistas se sucedieron y los radicales pretendieron un fallido golpe de Estado. En un contexto de confrontación se elaboró la única Constitución federal que, por primera vez, expresaba el concepto de soberanía popular. Su idea básica residía en acabar con la centralización del Estado. Los tres poderes se relacionan: legislativo (Cortes bicamerales); judicial (gozaba de la extensión del juicio por jurados); ejecutivo (gobierno y su presidente). La particularidad fue que a estos poderes se le añadía el relacional (presidente de la República, encargado de nombrar el Gobierno y mantener el equilibrio entre los estados de la Federación). Se produce una nueva división territorial que no fue muy afortunada. Por un lado, se intensificaron los problemas y por otro, los republicanos intransigentes protagonizaron la insurrección cantonal en donde se otorga mayor poder al ejército y se suspenden las garantías constitucionales. Estas dos reformas fueron impulsadas por Salmerón y Castelar que llevaron a España al abandono definitivo del poder federal. Este nuevo giro a la izquierda fue impedido por el golpe de Estado del general Manuel Pavía. Esto significó el fin de la República desde un punto de vista simbólico ya que el régimen perduró todavía un año más. Aún así, España fue organizada como directorio republicano presidido por el general Serrano. Fue en este año cuando se consolidó la llamada conspiración alfonsina y las élites económicas y militares incrementaron su apoyo a Cánovas. Poco después, el General Martínez Campos realizó un pronunciamiento militar y proclamó al príncipe Alfonso como rey de España.