Portada » Historia » El Sexenio Democrático (1868-1874): Evolución Política y Social
El levantamiento militar ‘La Gloriosa’ tuvo algunas peculiaridades: fue el resultado de una alianza entre progresistas y unionistas, con la aprobación de los demócratas, quienes aportaban el verdadero ideario revolucionario. Las peticiones se centraban en el sufragio universal, la supresión de medidas impopulares como los consumos (impuestos sobre la compra de productos de primera necesidad) o las quintas (jóvenes que cumplían el servicio militar cada año) y su defensa de las clases medias y trabajadores. La incapacidad para hacer frente a la sublevación tuvo su reflejo en el combate del 28 de septiembre entre tropas sublevadas, al mando de Serrano, y las fieles a la reina, dirigidas por el general Novaliches, en el puente de Alcolea (Córdoba). El triunfo fue para los sublevados, por lo que Isabel II abandonó con su corte el país en dirección a Francia.
El gobierno entregó el 29 de septiembre el poder en Madrid a una junta revolucionaria, que se encargó de regular la revolución, la cual encomendó al general Serrano la formación de un gobierno provisional, tras la llegada del general Prim, estableciéndose el 13 de octubre la disolución de las juntas. El 25 de octubre, el gobierno mostraba en un manifiesto a la nación su programa de reformas, cuyos pilares fundamentales eran el sufragio universal y las libertades religiosa, de enseñanza, de imprenta, de asociación y de reunión.
La Constitución de 1869 establecía en el preámbulo la soberanía nacional de base popular y proclamaba la división de poderes y una amplia declaración de derechos individuales: regulaba todos los derechos individuales, establecía el sufragio universal masculino, instauró el sistema bicameral (el Senado se elegía por sufragio universal indirecto), y la monarquía estaba sujeta a la soberanía nacional, de la que emanaban todos los poderes del Estado, incluso los del monarca.
La adopción de la monarquía como forma de gobierno provocó la dura oposición de los republicanos y obligó a nombrar a Serrano regente, mientras Prim ocupó la jefatura del gobierno. El poder ejecutivo tuvo que hacer frente a problemas internos y exteriores: una guerra colonial en Cuba (1868), la oposición activa de los carlistas y los alfonsinos, el acoso de los republicanos (que no aceptaron la solución monárquica de la constitución, lo que se plasmó en el Pacto Federal de Tortosa de 1869), y el descontento de las capas populares. En este agitado panorama se firmó el Pacto Federal de Tortosa en mayo de 1869. Los firmantes, republicanos federales, pretendían un proyecto de España de corte federal. También tuvo que afrontar el bandolerismo en Andalucía con un cuerpo policial, la Partida de Seguridad Pública, que aplicó la sin contemplaciones. Otro problema fue la elección de un nuevo rey, de una dinastía que no fuera la de los Borbones, lo que dejó abierta la candidatura de Amadeo de Saboya en 1870, quien más tarde fue proclamado rey.
Amadeo I sufrió el menosprecio o la indiferencia de los altos mandos militares y de la aristocracia, por lo que tuvo que encargar la formación de gobierno a Serrano.
Uno de los principales problemas políticos fue la división interna en los partidos que apoyaban a Amadeo I, unionistas y progresistas. Esta división era reflejo del personalismo, pero también del bipartidismo. Dentro del progresismo se formaron dos tendencias: una más conservadora, llamados constitucionalistas, con Sagasta a la cabeza y el apoyo de los unionistas de Serrano, y otra más reformista, dirigida por Ruiz Zorrilla, los radicales, a la que se unieron los cimbrios, provenientes del partido demócrata. El desprestigio del gobierno obligó a Amadeo I a sustituir a Sagasta y poner en su lugar a Serrano, quien en aquel momento estaba dirigiendo la guerra contra la sublevación carlista al frente del Ejército del Norte. Pero Serrano duró pocos días y le sustituyó Ruiz Zorrilla, que presidió el último gobierno de la monarquía amadeísta. Además, el estallido de la rebelión carlista y de la guerra de Cuba en 1868 provocó el enfrentamiento del gobierno tanto a los independentistas de Carlos Manuel de Céspedes como al establishment de la isla que controlaba los negocios. El malestar en el ejército se acrecentó por el nombramiento del general Hidalgo como capitán general de las Vascongadas. El arma de artillería protestó por considerar que había participado en la represión de los artilleros del cuartel de San Gil en 1866. Amadeo I se negó en un primer momento a firmar el decreto de reorganización del arma de artillería, pero al haberlo apoyado el Congreso, lo firmó y, en 1873, renunció a la corona.
Fue la guerra de 1872-1876 el otro gran acto de lucha entre los gobiernos liberales y el carlismo. Al partido carlista se sumaron los neocatólicos, partidarios de la lucha legal y del acceso pacífico al poder, por lo que surgieron dos corrientes carlistas: una facción más abierta identificada con el general Cabrera, y otra más ortodoxa, a cuyo frente estaban Carlos VII y Cándido Nocedal. La tercera guerra carlista se inició en abril de 1872 y el fracaso de la sublevación en el País Vasco dio por cerrada esta primera fase de la guerra. El capítulo más importante del conflicto fue el sitio de Bilbao, que ganaron las tropas liberales. Las razones que explican la persistencia del conflicto carlista a lo largo del siglo XIX son: la resistencia del mundo campesino, la resistencia de los territorios forales y la resistencia al proceso de secularización.
El 11 de febrero de 1873 se proclamaba la república por una amplia mayoría de votos, en los que se integraban una mayoría de radicales y cimbrios que pensaban en un régimen similar al de Amadeo de Saboya, pero sin monarca. La pugna entre federales y unitarios marcó la historia de la primera experiencia republicana en España, y el general Pavía derrocó al gobierno republicano con un golpe de Estado. La Primera República tuvo cuatro presidentes (Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar) y sufrió múltiples dificultades: la cuestionada legitimidad de su origen y la diversidad de corrientes políticas y proyectos que defendían radicales y federales. El primer presidente del poder ejecutivo fue Estanislao Figueras, con quien se mantuvo la Constitución de 1869, suprimiendo solo los artículos referidos a la monarquía. Se convocaron elecciones para mayo de 1873, las cuales perdieron los radicales, y cuya consecuencia fue la ruptura entre radicales y republicanos.
Con mayoría republicana federal, las nuevas Cortes Constituyentes proclamaron la república democrática federal. A Figueras le sustituyó el 11 de junio Francesc Pi i Margall, quien intentó conciliar las corrientes republicanas con un programa de reformas sociales. En 1873 se produjo, en Alcoy, una huelga general que derivó en insurrección generalizada. Pronto surgieron los cantones, que proclamaron la república federal. El fenómeno cantonista desbarató los planes de Pi i Margall, y fue Nicolás Salmerón quien le sustituyó en la presidencia de la república. El cantonismo surgió por dos causas: como reacción defensiva ante la posible derechización de la república y como medio de presión para acelerar la implantación de la república federal, cuyo objetivo común era establecer el federalismo hasta sus últimas consecuencias. Este movimiento dividió a los republicanos entre los transigentes y los partidarios de la represión.
En cuanto al proyecto de constitución federal, este había sido presentado en las Cortes por Pi i Margall. La Constitución non nata de 1873, elaborada por Emilio Castelar, era un texto poco sistemático que definía una España federal compuesta por 17 Estados, regulaba los derechos y libertades de los españoles, declaraba la república federal como forma de gobierno de la nación española y delimitaba los poderes del Estado federal y de los Estados miembros.
Salmerón fue sustituido por Emilio Castelar, quien defendía una república centralista y movió a los reservistas para acabar con el problema cantonal y continuar las dos guerras vigentes, carlista y cubana. Además, el general Pavía había preparado un golpe de Estado, del que el mismo Castelar tenía conocimiento, para apoyarle.
En 1874, se instauró un régimen conocido como república unitaria o dictadura del general Serrano, ya que fue él quien presidió el gobierno y ejerció como presidente del poder ejecutivo. Era un sistema híbrido sin constitución, pues la de 1873 no se había promulgado y la de 1869 se había dejado en suspenso. El manifiesto hacía un llamamiento a los partidos liberales y marcaba distancias con los republicanos federales. Los gobiernos de 1874 siempre actuaron con la idea de provisionalidad, lo que facilitó los preparativos del retorno del hijo de Isabel II, Alfonso XII. El 3 de septiembre, Sagasta sustituyó al general Zavala en el gobierno, mientras el general Martínez Campos preparó un pronunciamiento, del que Cánovas no era partidario. La rápida adhesión al pronunciamiento obligó a Serrano a marchar a Francia, mientras el último día del año Cánovas constituía el que inauguraba una nueva etapa.
En la etapa del Sexenio se inició el movimiento obrero, influido por el anarquismo y el socialismo. Los republicanos federales tuvieron presentes las ideas del movimiento obrero de rechazo al Estado, del pueblo como clase trabajadora y de una república social. Pero las libertades políticas conseguidas con la revolución de 1868 no fueron completadas con las conquistas sociales, motivo de la intensa agitación y la insatisfacción de las clases populares. La fe en la ciencia y el progreso era compartida por anarquistas y republicanos, lo que se plasmó con la creación de la Federación Regional Española de la AIT, cuyo primer congreso tuvo lugar en Barcelona en junio de 1870.
Otro frente que tuvieron que abordar los gobernantes del Sexenio fue la cuestión antillana, especialmente la guerra larga de Cuba (1868-1878). Cuba estaba muy ligada a la economía estadounidense y admiraba el desarrollo económico y la democracia de Estados Unidos. En este contexto, se produjeron tres rebeliones en tan solo 21 días: La Gloriosa en España, la de Puerto Rico y la de Cuba, la cual fue liderada por Carlos Manuel de Céspedes y duró hasta 1878, la guerra de los Diez Años o guerra larga.
Aunque en un primer momento los independentistas pidieron la anexión a Estados Unidos, con la incorporación de Máximo Gómez, Modesto Díaz y los hermanos Marcano, la guerra adoptó un carácter de lucha por la independencia. La fase más dura del conflicto se desarrolló ya en la etapa de la Restauración hasta la firma de la Paz de Zanjón en 1878. Detrás del conflicto estaba la cuestión social de la abolición de la esclavitud. Las presiones de Francia, Reino Unido y Estados Unidos, que habían abolido la trata en 1807 y la esclavitud en 1863, obligaron al gobierno provisional español a aprobar la Ley Moret, pero el sistema esclavista pervivió en la isla hasta 1886.