Portada » Filosofía » El Ser Humano: Origen, Existencia y Sentido a Través de la Filosofía
Los seres humanos solemos preguntarnos sobre el sentido de la vida y la muerte, sobre la relación con los demás y con el mundo. La antropología filosófica es una rama de la filosofía que se pregunta qué es el hombre, de dónde proviene, cómo comenzó el mundo, etc. La palabra antropología proviene del griego anthropos, que significa hombre o ser humano, y logos, que quiere decir conocimiento. La antropología filosófica se ocupa del conocimiento del ser humano y todo lo referente a él.
Los mitos y las religiones de todas las civilizaciones se preguntaron sobre el origen del hombre y del mundo. Según la mitología griega, en un comienzo existía una abertura, un vacío negro en el que nada se podía distinguir, llamado caos. Luego apareció la tierra (Gea). La tierra no era un espacio oscuro como el caos, sino que tenía una forma. Después de Caos y Gea, aparece Eros, el amor primordial, y Gea da luz a dos seres muy importantes: Urano (el cielo y sus estrellas) y Ponto (el agua). El mundo se construye entonces a partir de tres entes: Caos, Gea y Eros. Más tarde, Urano y Gea conciben a varios hijos, los titanes, que no pueden salir de las profundidades de la tierra porque el cielo, que está sobre ella, la cubre completamente. Cronos castra a Urano. Urano grita, se aparta de Gea y se lanza a lo alto del mundo, desde donde jamás regresará.
Es posible que los hombres nacieran de la tierra. Los hombres eran siempre jóvenes, no conocían el nacimiento ni la muerte y convivían con los dioses. Después de miles de años, los hombres se dormían y desaparecían. Los hombres no necesitaban trabajar; todos los alimentos y las riquezas estaban a su disposición.
Los primeros hombres que filosofaron en Mileto se preguntaban por el ser y el origen de las cosas. Para Tales de Mileto, el elemento era el agua; para Anaxímenes, el aire; y para Anaximandro, el origen de todas las cosas era lo indefinido, una sustancia que no se podía definir tan claramente como el aire o el agua.
Estos filósofos coinciden con Platón en que hay una esencia en las cosas. Esta esencia es eterna y divina, la del mundo de las Formas o de las Ideas. Platón inaugura la dualidad del hombre, dividido en cuerpo y alma. Según Sócrates, la muerte permite que el alma se libere de la prisión del cuerpo y así pueda volver al mundo de las Ideas. Platón expone su pensamiento a través de Sócrates. Para él, el hombre era real y no solo un ser sensible. Platón era esencialista, ya que el cuerpo es una carga de la cual hay que liberarse.
Para Aristóteles, el ser humano es una cosa llamada sustancia primera, la realidad con el estatus más alto en ontología. Esta sustancia está compuesta de cuerpo y alma; ninguno puede vivir sin el otro. Aristóteles, además, definía al hombre como animal político, de manera que el ser humano se diferenciaba de los animales porque era capaz de solucionar problemas. Los esclavos no podían participar en la política y debían ocuparse de la parte doméstica. La esclavitud en esa época era normal.
Sócrates fue condenado a muerte acusado de pervertir con sus ideas a los jóvenes. La muerte es una de estas dos cosas: o bien el que está muerto no es nada ni tiene sensación de nada, o bien, según se dice, la muerte es precisamente una transformación, un cambio, una morada para el alma de aquí a otro lugar. Para Epicuro, el fin del hombre era el placer y la vida feliz. No había que temer a la muerte porque la muerte era ausencia de sensación.
En la doctrina cristiana, los seres humanos recuperan la inmortalidad del alma gracias al sacrificio de Jesucristo, que murió en la tierra. A partir de entonces, el ser humano está conformado por un cuerpo mortal y un alma inmortal. Cuerpo y alma no son dos sustancias superpuestas, sino que constituyen una realidad única. Para esta tradición, el cuerpo era el lugar del pecado, sobre todo en la Edad Media, donde se consideraba que los placeres corporales ofendían a Dios.
Uno de los pensadores más importantes fue San Agustín, que postulaba que Aristóteles y toda la filosofía antigua habían cometido un error fundamental: exaltar el poder de la razón como el supremo poder del hombre. Pero la razón no conduce al camino de la verdad, la luz y la sabiduría, sino que precisa de la fe. El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios y, en su estado original, era igual al creador, pero eso se perdió por el pecado de Adán.
Otro gran pensador fue Santo Tomás de Aquino, quien coincide con Agustín en que la razón humana es muy poderosa, pero no puede hacer uso de sus poderes si no cree en Dios, si no está iluminada por Dios.
Necesitaba de su esposo.
Era mejor vivir fuera del jardín con Eva que adentro.
Pascal decía que el hombre es una caña pensante, un ser que piensa siempre. Coincide con San Agustín en que la razón no es suficiente, sino que el hombre precisa de la fe para explicar la realidad. La fe no puede ser explicada, de allí deriva uno de los pensamientos más célebres de Pascal: “El corazón tiene razones que la razón no comprende”.
El Renacimiento se caracterizó por situar al hombre en el centro del universo. Fue una crítica al teocentrismo medieval. Descartes estaba convencido, como Platón, de la distinción entre materia y espíritu. Para él, hay dos formas de realidad o sustancias: el pensamiento o alma, y la extensión o materia. Solo el ser humano tiene alma y pensamiento; es totalmente libre con respecto a la materia.
La risa como fuerza creadora tiene antecedentes. “Al reír, Dios creó 7 dioses”. La risa es una manifestación importante en la cultura medieval y del Renacimiento europeo.
Foucault consideraba que el sujeto moderno era una construcción social.