Portada » Español » El Romanticismo Musical: Características, Contexto Histórico e Influencia de Beethoven
El Romanticismo, en oposición al Clasicismo, se caracterizó por la búsqueda personal de la novedad y por el predominio del elemento subjetivo sobre la forma. Mientras que el Clasicismo en poesía procede históricamente del estudio profundo de las obras maestras de Grecia y Roma, de las que los maestros modernos intentan imitar la percepción de la forma, el Romanticismo es fruto del entusiasmo que suscitó la Edad Media, considerada en todo lo que tenía de fantástico, aventurero y soñador.
En efecto, el culto de la Virgen y toda la caballería del Grial, impregnada de misticismo religioso por una parte, y las cortes de amor por otra, junto con la mezcla de antiguas concepciones paganas con las ideas introducidas por el Cristianismo, ofrecieron a la imaginación ricos elementos de vida e inspiración. Solamente el historiador impasible o el político pueden percibir, a través de las brumas que envuelven estos elementos, los lados sombríos de este cuadro.
Todo Romanticismo está contaminado, en mayor o menor medida, por esta falta de claridad, por esta especie de desorden. El Romanticismo es un rebajamiento inconsciente del nivel de pura actividad intelectual y de la forma lógicamente ordenada; deja libre curso a la imaginación, a la potencia elemental de la creación, no contenida por la disciplina de las leyes convencionales. Por esto, precisamente, los románticos aportan al arte elementos nuevos, lo enriquecen y profundizan sus medios de expresión.
Desde este punto de vista, es romántico todo artista que, haciendo abstracción de las formas de arte admitidas y de las leyes establecidas, crea libremente de su propio impulso. Es clasicista, por el contrario, el que investiga las leyes que estableció un periodo anterior al suyo, las aplica al arte de su tiempo y las perfecciona de una manera consciente. Clásico es el que produce obras que resisten victoriosamente los ataques del tiempo, permaneciendo como modelos de belleza artística.
Se comprende hoy, con el nombre de músicos románticos, particularmente, a los compositores posteriores a Beethoven que no se limitaron a marchar sobre sus huellas, sino que edificaron sobre las bases que él les diera un arte más rico en medios de expresión (Weber, Schubert, Spohr, Marschner, Mendelssohn, Schumann). Se distingue, además, de estos a los compositores llamados neorrománticos: Berlioz, Liszt, Wagner, Strauss. Liszt puede decirse que procede de Schubert, como Wagner de Weber. En cuanto a Berlioz, por la misma época en que manifestó su genio creador, pertenece al grupo de los antiguos románticos; sus innovaciones en el dominio de la instrumentación proceden del estudio de las obras de Weber.
La característica del Neorromanticismo es la innovación de las formas sinfónicas y la dislocación de la forma de aria en la ópera.
Durante el siglo XIX, la burguesía adquirió cada vez más influencia económica y reclamó también el poder político. Las que solían llamarse clases medias, y luego burguesía, constituían una pequeña parte de la población total y estaban integradas fundamentalmente por la antigua nobleza señorial y por la nueva burguesía, que se unieron, defendiendo el régimen establecido, contra las demandas populares.
Después de diversas revoluciones, se extendieron progresivamente formas de gobierno más participativas, dando lugar a la abolición del régimen señorial y a la desamortización, por la que los bienes que no se utilizaban o no producían, y no se podían vender, pasaron a ser libres, de propiedad particular.
La música se convirtió, para algunos románticos, en el único homenaje que podía apoderarse del mundo sepultado en el que se vivía. En el Romanticismo, los músicos intentaron reinventar la música desde sus cimientos. Los principales géneros musicales fueron la sinfonía, el espíritu del lied y la música dramática. Se conservaban las estructuras formales del Clasicismo y se otorgaba una dimensión proporcional a la amplitud de las ideas humanas, con el fin de que la música transmitiese su contenido.
El Romanticismo siente fascinación por todo lo que es lejano, mágico o irreal. Tanto en la música como en la literatura y la pintura, hay constantes referencias a lugares exóticos maravillosos, seres fantásticos, la naturaleza misteriosa, antiguas leyendas… La música ocupa un lugar de honor en este período, al ser la más abstracta e intangible de las artes.
La música romántica abandona el equilibrio clásico para buscar una expresión más directa y apasionada de los sentimientos. Los sucesores de Weber y Schubert introdujeron en la música elementos literarios, narrativos, descriptivos, plásticos, etc., al tiempo que se declaraban de acuerdo en subordinar la forma a la idea. Bajo el impulso del Romanticismo, en muchos países se despertó la conciencia de una música nacional.
Víctor Hugo quiso evocar en sus obras, con fuerza, escenas violentas, sentimentales o fantásticas. Cuando finalizaba el siglo XIX, se inició una reacción, y los versistas italianos, los realistas y los clásicos se esforzaron en eliminar de la música las tendencias pintorescas y extramusicales heredadas del Romanticismo. En los instrumentos, desapareció el bajo continuo, por lo que se concedió todo su valor a la noción del «timbre».
Los compositores hallaron los legados de los últimos clásicos y dos de los elementos necesarios para la realización de sus esquemas. El perfeccionamiento de la construcción de instrumentos y la aparición de otros nuevos significaron también el desarrollo de las técnicas de ejecución y de la orquestación, modificando la sintaxis.
La Novena Sinfonía en re menor, opus 125 de Beethoven tenía implicaciones que los más grandes compositores de la siguiente generación no podían ignorar. Algunos intentaron acomodar las impresiones románticas a la forma sinfónica. Felix Mendelssohn dio rienda suelta a su gusto por los viajes en sus sinfonías Escocesa (n.º 3 de 1843) e Italiana (n.º 4 de 1833). Schumann fue capaz de escribir sinfonías que describían el esplendor de la primavera en el Rin. Aunque estos ejemplos ampliaron el alcance de la forma sinfónica, no supusieron su ruptura. Otros compositores sintieron que, después de la Novena, el compositor romántico debía buscar caminos nuevos para la música sinfónica.
Para Hector Berlioz, la respuesta estaba en las llamadas sinfonías dramáticas, que aportaban ideas desde fuera de la música y se conformaban según una disposición individual. Una de las características del Romanticismo en la música es que cada tarea artística requiere una forma nueva e irrepetible. Su Sinfonía Fantástica de 1830 dramatiza su amor por una actriz shakespeariana, con derivaciones hacia lo erótico, lo pastoral y lo diabólico. Para los jóvenes románticos, William Shakespeare era el símbolo de la libertad frente a las limitaciones del drama clásico francés, y Berlioz se sintió animado a responder con una forma musical próxima a la novela en Harold en Italia (1834). En esta sinfonía, basada en otra figura romántica, la de Lord Byron, un solo de viola deambula por un paisaje y unos escenarios característicos del Romanticismo. El instrumento personifica a un Byron romántico, libre de las restricciones clásicas, pero al mismo tiempo aislado y prendado de la melancolía que encarna el sonido de la viola. Romeo y Julieta (1838) toma el modelo de Shakespeare con libertad para definir una estructura sinfónica, que utiliza la idea de la Novena Sinfonía de incluir voces para articular la esencia del drama (aunque, de hecho, confía la escena de amor a la orquesta sola).
Para Liszt, después de que Beethoven llevara el desarrollo temático a un punto sin retorno, la convergencia romántica de las artes implicaba estructuras de un movimiento que describían un tema mediante la caracterización de un sujeto que se identificó con un conjunto central de ideas, y para ello inventó el término de poema sinfónico. Por ejemplo, Hamlet podía ser interpretado con éxito en un único movimiento orquestal, exclusivo en su forma. También llevó esta transformación temática a las obras sinfónicas, como en su Sinfonía Fausto (1861), en la cual las ideas relacionadas con el héroe se transforman a través de los tres movimientos relacionados con Fausto, Margarita y el diablo Mefistófeles. La estructura más pura al aplicar sus nuevas técnicas e ideales la alcanzó Liszt en una sonata para piano completamente original, la Sonata en si menor (1854) que, aun siendo abstracta, refleja claramente los aspectos controvertidos de la propia personalidad dividida de su autor.
La unión de estas características da una música de carácter muy marcado y de gran potencia expresiva.
La respuesta que cada cual da a esta cuestión genera dos tipos de música: una ligera y brillante, y otra más avanzada, a menudo incomprendida, dirigida a una minoría de entendidos.