Portada » Lengua y literatura » El Romanticismo en España: Literatura, Sociedad y Arte en el Siglo XIX
El Romanticismo se desarrolló en el siglo XIX como culminación de las tendencias de oposición a los presupuestos racionalistas de la Ilustración. Frente a la importancia concedida a la razón, se alzaron la emoción y el sentimiento; frente a la dimensión social, el individuo, y frente a las normas, la libertad de conducta y de creación. Nació en Gran Bretaña y Alemania y pronto se difundió por Europa a través de Francia. Tuvo su reflejo en las artes (pintura, música, literatura…), pero no fue solo una corriente artística: representó una nueva actitud vital basada en el afán de libertad e individualidad.
Los rasgos de la mentalidad romántica son:
El Prerromanticismo español de finales del XVIII se vio frenado por la Guerra de la Independencia y por el reinado absolutista de Fernando VII. Durante este reinado, intelectuales españoles exiliados en Francia e Inglaterra conocieron el Romanticismo, que no triunfó en España hasta la muerte de Fernando VII (1833). La primera obra romántica es La conjuración de Venecia, de Francisco Martínez de la Rosa. El Romanticismo español duró solo una década (1834-1844); hasta 1868 se asiste a un periodo de transición conocido como Posromanticismo.
La poesía lírica adquirió gran desarrollo en el Romanticismo por ser apta para la expresión de los sentimientos (el desengaño, la soledad, las ilusiones…). Hay dos clases de poesía romántica:
José de Espronceda (1808-1842) es el poeta más importante del periodo. Entre sus obras destacamos dos tendencias:
En la segunda mitad del siglo llegó la influencia de la poesía alemana (Heine), con composiciones que imitan el ritmo y los recursos de la lírica popular. Surge así el posromanticismo, que cultivó una poesía intimista, basada en la expresión de emociones y sentimientos personales y en el reflejo de la naturaleza.
Los máximos representantes de esta tendencia son:
La novela romántica no trató casi nunca los temas contemporáneos, sino que se situó en épocas pasadas, en especial en la Edad Media, siguiendo el modelo de la novela histórica del escocés Walter Scott, con Ivanhoe. En España, la novela histórica no produjo obras de gran calidad. Destaca El señor de Bembibre, de Enrique Gil y Carrasco. Mención especial merecen las Leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer, una colección de relatos fantásticos, ambientados en la Edad Media y publicadas cuando había pasado la exaltación romántica, que expresan la problemática íntima del autor.
El costumbrismo, a diferencia de la novela histórica, trata la sociedad contemporánea, describe costumbres populares, personajes y oficios típicos del país. Destaca Ramón Mesonero Romanos, autor de la serie Escenas matritenses, obra que centra su atención en la vida social madrileña. Sin embargo, el prosista más destacado del período fue Mariano José de Larra (1809-1837). Su obra más valiosa, los Artículos, pertenecen al género de la prosa didáctica. Publicados en periódicos de la época, plantean una crítica de la sociedad con la idea de reformar las costumbres de los españoles. Se clasifican en tres grupos:
Larra pretende convencer, y para ello utiliza un estilo directo y sin complicaciones, pero con un lenguaje cuidado. Como ejemplos de sus tesis, se vale de anécdotas o historias de la vida cotidiana. En cuanto al estilo, emplea continuamente la ironía como expresión de su sentir amargo.
El drama romántico expresa el conflicto entre los ideales y la realidad, entre el individuo y la sociedad, conflicto que suele terminar en un final trágico. El tema básico es el amor apasionado que choca con las normas sociales y lleva al fracaso. Los autores románticos suelen situar los conflictos del presente en una época lejana, preferentemente en la Edad Media. En el estilo, el teatro romántico prescinde de las reglas neoclásicas, y mezcla, en ocasiones, lo trágico y lo cómico, el verso y la prosa, aunque por lo general se impuso el verso. No busca una finalidad educativa, sino conmover, emocionar.
En España no pudieron estrenarse dramas románticos hasta después de la muerte de Fernando VII (1833). Los dramaturgos fundamentales del Romanticismo español son el duque de Rivas y José Zorrilla.
La producción dramática de Zorrilla abarca una treintena de piezas, entre las que destacan los dramas históricos. Don Juan Tenorio (1844) es su obra dramática más conocida, basada en El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, y en El estudiante de Salamanca, de Espronceda. Pero el autor introdujo una novedad en el argumento tradicional: el amor sincero de don Juan por doña Inés le redime y salva su alma. Zorrilla maneja con maestría la acción dramática; y se apoya en una versificación variada, sonora y fácil.