Portada » Magisterio » El Rol del Profesor en la Era Digital y la Innovación Educativa
Las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación plantean un cambio radical en la educación, exigiendo estrategias y conocimientos específicos para acceder a una nueva forma de adquisición de la información. La televisión, la videoconferencia, Internet, etc., son recursos tecnológicos que mantienen al mundo comunicado sin barreras de tiempo y espacio. En este ambiente telemático, no poseer los recursos necesarios, ya sean económicos, técnicos o de conocimientos para acceder a dichas comunicaciones, conlleva marcar grandes diferencias en educación. El mundo digital y telecomunicado de la sociedad de la información está cambiando el modo de trabajar, comunicar, pensar y sentir; se trata de un avance cualitativo que modifica las estrategias y procedimientos didácticos para acceder y construir el conocimiento. El gran reto educativo reside en proporcionar habilidades y estrategias al educando para desenvolverse satisfactoriamente en este mundo tecnificado. Es preciso que el ciudadano, para la sociedad del conocimiento, adquiera la capacidad de localizar, identificar, comprender, aplicar, analizar, relacionar, sintetizar y valorar los diferentes datos recibidos para construir de forma activa su propio saber, a la vez que lo comparte con otras personas en la red de redes.
Las propuestas educativas tienen que adelantarse a la constante evolución tecnológica, considerando que el objeto de la docencia no estará centrado en la transmisión de conocimientos, sino en el desarrollo de destrezas, habilidades y estrategias que aporten los recursos necesarios a cada sujeto para acceder a la información que precisa y que la transforme en conocimiento creativo e innovador.
La integración de estrategias de enseñanza-aprendizaje centradas en los medios de comunicación e información nos hace situarlas dentro de la construcción del espacio innovador en los procesos de cambio y mejora de la práctica docente. El nuevo sistema escolar de la era de la información altera las experiencias y las condiciones del aprendizaje y del currículum, como son:
Cualquier propuesta de inserción de las NTIC en educación debe hacerse desde la didáctica y no desde los recursos tecnológicos. Podemos decir que la cantidad y diversidad de dichos recursos tecnológicos para aplicar a la actividad práctica docente no se ha integrado en estrecha relación con el resto de los elementos curriculares, ya que dichos recursos no solamente deben desempeñar funciones lúdicas y motivacionales. Las NTIC se justifican como recursos didácticos en función de su utilización para alcanzar unos objetivos y desarrollar estrategias didácticas centradas en el proceso de enseñar-aprender, siendo el profesor quien determinará para qué, para quién, cuándo se van a utilizar y qué habilidades cognitivas específicas se pretenden alcanzar utilizando como mediadoras las NTIC, ya que los medios no funcionan como una globalidad, sino como un conjunto de variables intervinientes en interacción para aprendizajes generales y específicos en las distintas áreas de conocimiento. La utilidad de los medios depende de los objetivos que se persiguen, ya que como afirma Cabero (1995:49-69): “La complementariedad e intervención de los medios debe ser un principio y estrategia a utilizar por los profesores a la hora de la selección y puesta en práctica en el diseño instrumental de los medios”.
Las nuevas tecnologías, al incluirse dentro de la innovación educativa, deben entenderse desde el triple aspecto del que habla Rivas (2000): como actividad que se realiza para producir un proceso de cambio, como el resultado de dicho cambio (esto es, el cambio ya producido en el sistema) y como el instrumento que se pretende incorporar e integrar en la institución escolar para mejorar sus estructuras y procesos educativos que redunden en efectos favorables para los alumnos. En innovación, como indica Bartolomé (2001:70): «(…) la menor importancia debe darse a la reproducción de conocimientos, y la mayor importancia que debe darse al desarrollo de destrezas en el desarrollo de la información”.
Las experiencias pedagógicas centradas en la innovación tecnológica, para Escudero (1995: 173-74), debieran girar en torno a la revisión y valoración de algunos de los desarrollos potencialmente innovadores en la tecnología educativa, en la integración curricular de los medios y particularmente de las nuevas tecnologías, y finalmente mostrar por qué, qué sentidos, con qué significados y al servicio de qué propósitos puede y debe abordarse en la actualidad la compleja relación entre tecnología e innovación educativa. La introducción de cualquier tecnología de la información y de la comunicación pasa porque el profesorado posea una capacitación para su incorporación en la práctica docente y actitudes favorables hacia las mismas; es decir, que el profesor es un elemento determinante en el momento de introducir cualquier innovación tecnológica en el contexto educativo. Por tanto, es necesaria la formación y perfeccionamiento del profesorado para la capacitación e incorporación de las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación en el aula.
Como consecuencia de lo anterior, será un profesor innovador que recompensará los comportamientos creadores y favorecerá un clima innovador en su clase.
La innovación en educación debe aportar un cambio perfectivo planificado, de acuerdo con Marcelo (1996:43-86) “innovación es todo proceso de cambio planificado orientado a una mejora”. Es decir, que toda innovación implica un cambio, pero no todo cambio aporta una innovación, ya que este puede haberse originado de forma espontánea o planificada.
La sociedad actual necesita profesores innovadores y no reproductores, profesores que sepan intuir y crear diseñando las líneas de educación del futuro. Para ser buenos educadores, según Botkin y otros (1979:51), los profesores deben estar necesariamente orientados al futuro. «Los mejores profesores son aquellos que han desarrollado y consiguen comunicar un sentido de futuro».
Sólo el profesor que es capaz de experimentar, indagar y descubrir las nuevas líneas de la sociedad futura puede preparar a los jóvenes para un mundo que exige una capacidad de pensamiento crítico, sobre sí mismo y sobre lo que le rodea, desde el cual pueda enjuiciar reflexivamente las diversas situaciones de una sociedad en proceso de cambio acelerado.
Esta perspectiva favorecerá un aprendizaje más eficaz, al poner en juego la capacidad indagadora e interrogativa del alumno.
La investigación pedagógica debe cooperar a la solución de los problemas que la actividad diaria plantea en el contexto educativo. Arturo de la Orden (1995: 136-139) considera que el conocimiento generado a través de la investigación pedagógica puede influir en la práctica y en la política educativa, ya que una adecuada transferencia y uso de los resultados se convierte en un factor crítico para la innovación.
Es preciso que el profesor fomente la creatividad y ayude al alumno a formar sus propios criterios frente a la propaganda y el pluralismo, preparándole para participar en el proceso de los cambios.
El profesor debe conocer la materia que imparte y su metodología para presentarla de manera más atractiva, pero que es capaz de tener una visión cultural más amplia de forma que pueda situarse ante un tipo de enseñanza no rígidamente disciplinar, que transciende a divisiones artificiales del saber, estudiando todos los objetivos, contenidos, métodos, estructuras y lenguaje comunes, lo cual le va a permitir superar el horizonte limitado de una progresiva independencia de los campos científicos.
La formación interdisciplinaria del profesorado tiene que estar presente junto a la necesaria diversificación en razón del sujeto en que incida, de la materia a impartir, del proceso de aprendizaje o del momento educativo sobre el que incide.
Deberá plantearse una cultura educativa que mire fundamentalmente al porvenir. La educación no debe ser ya tan sólo la transmisora de la cultura del pasado y la conservadora de la historia en las nuevas generaciones. Tampoco debe ser comprensiva del presente, ya que éste no es perdurable; el presente, el momento, debe servir como mecanismo didáctico para explicar el cambio y conseguir así el objetivo prioritario de la educación: la movilidad, la adaptación a lo nuevo, a lo cambiante, por lo que la educación se plantea como el instrumento-guía que oriente a las generaciones sobre la prospección del futuro. Ello implica transformar las aulas en verdaderos laboratorios de simulación; así, los medios informáticos, las técnicas de juegos, la previsiones del azar, la prospectiva, etc., se nos presentan como los pilares donde fundamentar la acción docente, que a partir de ahora no podrá ya descansar por más tiempo y exclusivamente en los profesionales de la educación.
Se exige la necesidad de una formación inicial y permanente específica del profesorado para desarrollar su tarea docente con éxito. Ninguna profesión puede satisfacer las demandas sociales y personales con la formación recibida en una preparación inicial más o menos lograda; la actualización del profesorado es uno de los rasgos distintivos de la calidad educativa.
El profesor, por encima de cualquier otra función, debe promover el crecimiento personal de sus alumnos, interesándose por el hombre total: inteligencia, conducta y afectividad, haciendo al mismo educando sujeto de su propia formación.
Este compromiso con toda la persona favorece la autorrealización del alumno y su autoconcepto positivo. El profesor comprometido con toda la persona es sensible a los sentimientos de sus alumnos, los ve capaces, valiosos, establece buenas relaciones con ellos y ve su tarea como liberadora más que como controladora.
Salvador Moreno (1979:49) entiende así los objetivos que persigue un educador centrado en la persona: «Favorecer en el alumno el desarrollo integral de su personalidad, esto es, que aprenda a vivir sus emociones y sentimientos, que sea flexible para adaptarse a las circunstancias cambiantes de su vida, que sea capaz de dirigirse a sí mismo, que sepa ser y no sólo hacer, que aprenda a utilizar y desarrollar sus capacidades y potencialidades, que sea creativo y transforme su mundo en aquello que esté a su alcance, que sea capaz de una crítica reflexiva y realista, que aprenda a aprender de todas sus experiencias, que viva en un proceso de descubrimiento de los conocimientos y habilidades necesarios para resolver los problemas a los que se vaya enfrentando, que mejore sus relaciones interpersonales con los demás y que colabore y coopere con otros seres humanos, respetándolos en su propia individualidad».
La existencia de una cultura en vertiginosa evolución origina una gran complejidad a nuestras instituciones educativas y sociales, así como a aquellas personas que desean dirigirlas. Nuestra base de conocimiento se extiende y está unida en parte a un abanico amplio de visiones mundiales alternativas que nos aportan referencias de básicas pertinentes a como construimos nuestro propio significado de educación, particularmente en un contexto social tecnificado, multicultural, multiétnico y diverso. El desafío de los que desean ser líderes educativos deben pasar por un acercamiento al contexto social para extraer y procesar perspectivas nuevas. Enmarcar e imaginar nos pueden ayudar a ver posibilidades educativas futuras, pero nos dejan con el desafio de cómo poner estas ideas en práctica.
La dimensión ética del profesor viene reconocida al desarrollar una actividad dirigida a la formación de personas. Es conveniente reflexionar y garantizar la ética profesional del educador. De acuerdo con Brezinka (1988: 283) “no podemos educar a cualquier precio, ni podemos permitirnos hablar de profesionalidad sin un compromiso ético en nuestro trabajo”.