Portada » Español » El Renacimiento en la literatura española del siglo XVI
Cervantes nace a mediados del siglo XVI en 1547, época de gran prestigio literario y cultural en toda Europa debido a la gran expansión del imperio español. Esta época coincide con el Reinado de Felipe II y con una gran época de decadencia caracterizada por una gran crisis social, política y económica. Las obras de Cervantes se encuentran a caballo entre dos movimientos literarios, el idealismo del renacimiento y el realismo del barroco. El Renacimiento es un movimiento que florece en Italia durante los siglos XVI y XV y se extiende al resto de los países europeos a lo largo del XVI. Consiste en un retorno a los ideales artísticos, literarios y filosóficos del mundo grecolatino compatibilizados. La literatura Cervantina fue una síntesis de las corrientes de su tiempo donde mezcla lo tradicional con lo novedoso y lo culto con lo popular. La crítica realista e irónica de la sociedad moderna, junto con la inserción de vivencias personales y la hábil caracterización psicológica de sus personajes hacen que la obra de este autor destaque por su originalidad. Su primera novela fue la Galatea, que pertenece a la corriente pastoril. Otra obra significativa de Cervantes fue Los trabajos de Persiles y Sigismunda, una novela bizantina que habla sobre la huida amorosa de dos jóvenes (Persiles y Sigismunda). A lo largo de su vida, este autor fue escribiendo pequeñas novelas cortas que terminó recopilando en las Novelas ejemplares (1613). Son creaciones originales de influencia italiana, y se agrupan en tres grupos: las idealistas, relatos bizantinos de argumento complejo con protagonistas y espacios idealizados y exóticos (Las dos doncellas); las realistas, que son cuadros de costumbres con una sutil crítica social (Rinconete y Cortadillo); y las intermedias, relatos donde la idealización parte siempre de la realidad (La gitanilla). La obra maestra de Cervantes, el ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, es un relato lineal estructurado en dos partes publicadas en 1605 y 1615. La primera parte, relata las dos primeras salidas de Don Quijote. Los seis capítulos iniciales (también son conocidos como ‘la novelita’) podrían configurarse como un relato independiente sobre un anciano hidalgo que enloquece de leer libros de caballerías, y su final sería una reflexión sobre la literatura de la época; pero Cervantes decidió continuar con su narración con una segunda salida donde aparece Sancho Panza. La tercera salida forma parte de la segunda parte, que está marcada por la alternación de la ficción novelesca, pues sin ideales don Quijote no puede vivir, y a través de esa muerte Cervantes evita posibles continuaciones como la Avellaneda.
En el s. XVI, la península experimentó una etapa de esplendor cultural gracias a la consolidación del gran Imperio español con la herencia territorial de Carlos I. Corrientes ideológicas como el humanismo y la Reforma luterana, situaron al hombre en el centro de todo conocimiento y rompieron la unidad religiosa española, aspecto que se reprimió con dureza en la Contrarreforma católica de Felipe II. En el siglo de Oro español tuvo lugar una revolución lírica por medio de la influencia italiana en la métrica (sonetos, octava real, lírica) y la temática amorosa. El petrarquismo es una forma cristianizada del amor cortés provenzal, donde los angustiados poetas describen el proceso de amor hacia criaturas divinas de una belleza perfecta e inalcanzable por su virtud. Tradicionalmente hemos vivido siempre la lírica renacentista entre el primer y segundo Renacimiento. El primer Renacimiento coincide con el reinado de Carlos I, y en él hace visible la renovación lírica y la temática amorosa de idea neoplatonista (la contemplación de la belleza femenina se acerca a la perfección absoluta). El prototipo de caballero renacentista es Garcilaso de la Vega, poeta toledano que siempre ha destacado tanto por sus poemas como por la intensidad de su vida. En sus composiciones escribe a una mujer llamada Elisa a la que se ha identificado como Isabel Freyre, con un estilo elegante, sobrio y sencillo y recurre en numerosos casos a la mitología. Su obra poética trata sobre el dolorido sentir y consta de tres églogas, dos elegías, una epístola a Boscán, Oda a flor de Gnido, cuatro canciones y treinta y ocho sonetos. En las églogas trata el tópico locus amoenus, donde varios pastores se lamentan de sus sentimientos amorosos. El segundo Renacimiento da un giro religioso a la lírica en la que se siguen dos corrientes principales: la ascética (búsqueda de la perfección moral) y la mística (proceso de unión a Dios). Entre los poetas más destacados de la ascética encontramos a Santa Teresa de Jesús y a Fray Luis de León. Este último fue un hombre de temperamento vivo que realizó una síntesis entre herencia clásica, influencia italiana y religión en odas de estilo sobrio y elegante marcadas por el uso de preguntas retóricas y el encabalgamiento como Oda a la vida Retirada y Noche Serena. Santa Teresa de Jesús muestra su intenso desasosiego por estar con Dios en composiciones como Camino de Perfección y Las Moradas. Respecto a San Juan de la Cruz, se trata de una poesía especial donde se describen en clave erótica el proceso místico a través de tres caminos.
En el siglo XVI, la Península experimentó una etapa de esplendor cultural gracias a la consolidación del gran Imperio español con la herencia territorial de Carlos I. Corrientes ideológicas como el humanismo y la Reforma luterana, situaron al hombre en el centro de todo conocimiento y rompieron la unidad religiosa española, aspecto que se reprimió con dureza en la Contrarreforma católica de Felipe II. La prosa renacentista, que se escribe en su mayoría en castellano, experimenta un notable impulso y destaca por el estilo sobrio, natural y elegante de las composiciones. Durante el reinado de Carlos I destacan los hermanos Alfonso y Juan de Valdés (‘Diálogo de la lengua’) mientras que en el de Felipe II estuvo marcado por las obras religiosas de Santa Teresa de Jesús. Se siguen cultivando relatos sentimentales y caballerescos, pero surgen cuatro nuevos modelos: el relato bizantino, donde se narran los vaivenes de dos enamorados en un largo viaje; el morisco, que es una narración de caballerías en el contexto del final de la Reconquista española; el pastoril, que cuenta las penas amorosas de pastores en una naturaleza idealizada; y la picaresca, un tipo de novela que relata las andanzas de un muchacho acostumbrado a luchar contra las injusticias sociales. El Lazarillo de Tormes es una novela picaresca cuyas primeras ediciones conocidas son de 1554. Es anónima y pudo estar influenciada por dos composiciones de trama similar, El asno de oro, o Cuarto libro del esforzado caballero Reinaldos de Montalbán. También tiene rasgos de la novela sentimental al estar escrita en forma de epístola autobiográfica a ‘Vuestra Merced’ (persona de la que desconocemos su identidad), aunque guarda una originalidad remarcable debido al realismo de su escritura y la elección de un antihéroe como protagonista de la obra, quien narra sus penurias vitales y bajo ellas esconde su cínica aceptación del adulterio que está cometiendo su mujer, aspecto revelado al final de la obra. La estructura de la novela es lineal, relata la sucesión de amos para los que trabaja Lázaro y alude al progresivo cambio en la personalidad que va experimentando con cada uno de ellos (ciego, clérigo, escudero…). La obra puede ser interpretada como crítica social, política y religiosa, debido a las circunstancias por las que tiene que pasar Lázaro con sus diferentes amos, o bien puede ser concebida como novela de aprendizaje sobre el proceso vital del protagonista desde la infancia hasta su edad adulta desde un estilo plenamente renacentista marcado por la naturalidad, la ironía y la verosimilitud.