Portada » Historia » El Reinado de Isabel II: Liberalismo, Desamortizaciones y Sociedad de Clases (1833-1868)
Con Isabel II en el trono se establece un estado liberal. Durante las guerras carlistas se enfrentaron liberales y absolutistas.
El pretexto fue la sucesión dinástica. Los bandos enfrentados fueron:
El conflicto se desarrolló principalmente en el País Vasco, Navarra, Cataluña, Aragón y Valencia. Los carlistas tuvieron éxito en el ámbito rural, pero no lograron tomar ninguna capital. El asedio a Bilbao marcó un punto de inflexión, ya que resultó un fracaso para los carlistas. En 1839, se firmó el Acuerdo de Vergara entre Maroto y Espartero, poniendo fin a la guerra y sometiendo al País Vasco y Cataluña.
El periodo de minoría de edad de Isabel II estuvo marcado por dos regencias:
Declarada mayor de edad a los 13 años, su reinado se dividió en tres etapas:
Promulgado bajo el gobierno de Martínez de la Rosa, fue una carta otorgada de carácter conservador que no reconocía la soberanía nacional. Significó un tránsito político del absolutismo al liberalismo. Sus características principales fueron:
De carácter moderado, se promulgó durante el gobierno de Calatrava. Sus puntos clave fueron:
Elaborada durante el gobierno de Narváez, suprimió los aspectos progresistas de la anterior:
El proceso de desamortización del siglo XIX se inició como una medida para aumentar la riqueza nacional, basándose en el principio liberal de aumentar el número de propiedades privadas. La desamortización suponía la incautación de los bienes en poder de las llamadas «manos muertas», como las tierras de la Iglesia, convirtiéndolos en bienes nacionales para hacer frente a los gastos del Estado, y su posterior venta en el mercado libre a través de subasta pública.
Juan Álvarez Mendizábal, experto en finanzas, buscaba con esta medida el fin de la guerra carlista para reducir los gastos militares y disminuir la deuda del Estado. Para ello, recurrió a los bienes eclesiásticos. Además, existía un problema en la estructura de la propiedad: la falta de pequeños y medianos propietarios impedía la formación de una clase media sólida, lo que a su vez dificultaba la creación de riqueza.
La puesta en marcha de su decreto provocó la ruptura de relaciones diplomáticas con Roma y la excomunión de los expropiadores y compradores de las tierras. La desamortización se inició en febrero de 1836, afectando a los bienes del clero regular. Se subastaron tierras, monasterios y conventos, junto con sus enseres, obras de arte y libros. En 1837, se pusieron a la venta los bienes del clero secular, como catedrales e iglesias.
El plan de Mendizábal fracasó debido a la lentitud en la venta de las tierras, la escasez de dinero y la venta a plazos.
Promulgada en mayo de 1855 y vigente hasta 1924, esta ley fue consensuada entre liberales y conservadores con el objetivo de reactivar la economía española. Se la denominó «general» porque declaraba en venta los bienes de propiedad colectiva, tanto del clero como de los municipios, siendo estos últimos los más afectados.
Los municipios poseían «bienes de propios», que generaban rentas al ayuntamiento por estar alquilados, y «bienes comunales», que no generaban rentas y eran utilizados por los vecinos.
Consecuencias de la desamortización de Madoz:
La Revolución Industrial transformó las estructuras sociales, acabando con la sociedad estamental y dando lugar a una sociedad de clases determinada por la renta y la posición en el modo de producción. Esta nueva sociedad se caracterizaba por una mayor movilidad social, aunque parcial. Surgieron dos grupos sociales con intereses contrapuestos: la burguesía y el proletariado.
La alianza entre progresistas y demócratas, plasmada en el Pacto de Ostende, buscaba el destronamiento de Isabel II. La armada, dirigida por Topete, junto a Prim y Serrano, inició la Revolución Gloriosa en septiembre de 1868. El levantamiento militar y popular obligó a Isabel II a huir.
Se formó un gobierno provisional entre unionistas, progresistas y demócratas. Se convocaron elecciones por sufragio universal masculino, en las que triunfó la opción monárquica. Las nuevas Cortes Constituyentes elaboraron la Constitución de 1869, que establecía:
Se instauró una regencia de Serrano mientras Prim buscaba un nuevo rey.
Procedente de Italia, Amadeo I cumplía con los requisitos para ser rey. Sin embargo, el asesinato de Prim, su principal valedor, antes de su llegada, y su desconocimiento del idioma, dificultaron su reinado. La nobleza le hizo el vacío y simpatizó con los alfonsinos (partidarios de Alfonso, hijo de Isabel II). Enfrentó una triple oposición: republicanos, carlistas y alfonsinos. Además, tuvo que lidiar con la Tercera Guerra Carlista, la agitación social y la Guerra de los Diez Años en Cuba.
Amadeo I abdicó en febrero de 1873, y la Asamblea Nacional proclamó la Primera República.