Portada » Historia » El Reinado de Isabel II: Guerras Carlistas y Transformación de España
Fernando VII falleció en 1833. A su muerte, Carlos María Isidro publicó el Manifiesto de Abrantes, detonante de las Guerras Carlistas. La Primera Guerra Carlista (1833-1840) se libró entre los partidarios de Carlos María Isidro (carlistas), defensores del absolutismo, y los de la reina Isabel II y su madre (isabelinos), que representaban las fuerzas gubernamentales.
El conflicto sucesorio giraba en torno a la legitimidad de Isabel II y su madre, María Cristina de Borbón, como regente. Los carlistas defendían a Carlos María Isidro como legítimo heredero al trono (Carlos V) según la Ley Sálica. Además del conflicto sucesorio, existía un enfrentamiento ideológico entre el tradicionalismo carlista y el liberalismo isabelino. Los carlistas defendían el Antiguo Régimen, la monarquía de origen divino y el mantenimiento de los fueros.
El carlismo obtuvo amplio apoyo rural, mientras que las ciudades, la burguesía, las altas jerarquías eclesiásticas, la alta nobleza y el ejército apoyaron mayoritariamente a Isabel II. Internacionalmente, Austria, Prusia, Rusia, Nápoles y los Estados Pontificios apoyaron a Carlos María Isidro, mientras que Francia, Portugal y Reino Unido firmaron la Cuádruple Alianza con el régimen isabelino.
Los principales grupos de apoyo carlistas fueron: campesinos, baja nobleza del norte, sectores conservadores de la Iglesia, artesanos, algunos oficiales del ejército y habitantes de zonas rurales del País Vasco, Navarra, norte de Cataluña, Maestrazgo y Castilla.
El carlismo se mantuvo activo durante el siglo XIX, con la Segunda Guerra Carlista (1846-1849) en Cataluña y la Tercera Guerra Carlista (1872-1876) contra Amadeo I, la I República y Alfonso XII. La derrota carlista en 1876 llevó a la supresión de los fueros vascos, aunque se mantuvieron los conciertos económicos.
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, el reinado de Isabel II (1833-1868) se dividió en dos etapas. La primera (1833-1843), marcada por la minoría de edad de la reina, tuvo dos regencias: María Cristina (1833-1840) y Espartero (1840-1843). Durante este periodo, los gobiernos liberales desmantelaron gradualmente el Antiguo Régimen.
Esta fase, liderada por absolutistas moderados y liberales moderados, buscó combinar el antiguo Estado con principios liberales. El Estatuto Real (1834) estableció Cortes bicamerales con carácter consultivo. Se realizaron reformas como la división provincial, la liberalización económica y la libertad de imprenta (con censura).
Los progresistas impulsaron la ruptura con el Antiguo Régimen. Mendizábal, ministro de Hacienda, desamortizó los bienes del clero regular para financiar la deuda pública y la guerra. El pronunciamiento de La Granja (1836) consolidó a los progresistas y llevó a la Constitución de 1837, más moderada que la de 1812. Esta Constitución estableció una soberanía compartida entre la Corona y las Cortes bicamerales.
Se retomaron las desamortizaciones, se suprimieron señoríos, mayorazgos, la Mesta y los gremios. La desamortización de Mendizábal generó apoyo social para el régimen isabelino.
Espartero, líder progresista, asumió la regencia en 1840, instaurando un liberalismo autoritario. Retomó las desamortizaciones, incluyendo la de los bienes del clero secular, lo que generó oposición de la Iglesia. Un acuerdo de librecambio con Reino Unido provocó la oposición de Francia y la industria textil catalana. La revuelta de Barcelona (1842) y la posterior represión de Espartero minaron su popularidad. En 1843, una insurrección general obligó a Espartero a exiliarse, proclamándose la mayoría de edad de Isabel II.