Portada » Historia » El Reinado de Fernando VII y la Emancipación de América: Un Periodo de Transformación en España (1814-1833)
En diciembre de 1813, se firmó el Tratado de Valençay, que puso fin a la guerra con Francia. El final de las operaciones militares dio paso al enfrentamiento político entre absolutistas y liberales. En marzo de 1814, Fernando VII regresó a España, iniciando un reinado caracterizado por la represión política, la crisis económica y los pronunciamientos militares. Fernando VII atendió las demandas de volver a un sistema de Antiguo Régimen, planteadas por diputados absolutistas en el «Manifiesto de los Persas». El monarca retrasó todo lo que pudo la jura de la Constitución a la que se había comprometido y abrió las puertas al absolutismo firmando el Real Decreto de Valencia de 4 de mayo, por el que derogaba lo establecido por las Cortes de Cádiz. España volvía a la situación anterior a 1808, con medidas como:
Los pronunciamientos militares culminaron con el de Riego en 1820, con el ejército destinado a América, que obligó a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812, en lo que supone el primer ensayo de monarquía constitucional. Los nuevos gobernantes mantuvieron a Fernando VII en el trono y permitieron el regreso de los afrancesados exiliados, pero encarcelaron a destacados absolutistas. Durante la etapa del Trienio Liberal, las Cortes trataron de modernizar el Estado y la Administración. Así:
La Iglesia fue la institución que más sufrió con el cambio de régimen, al aprobar el Gobierno la supresión de las órdenes monacales y la desamortización. Durante esta etapa se produce un enfrentamiento continuo entre las Cortes y el monarca, que hace uso de su derecho de veto. En 1822, los partidarios absolutistas piden ayuda para restablecer la monarquía absoluta a la Santa Alianza. En la Europa de la Santa Alianza y la Restauración, el régimen liberal suponía un mal ejemplo. En 1823, se produce la intervención de los «Cien Mil Hijos de San Luis», dirigidos por el Duque de Angulema. Los liberales no pudieron hacer nada ante unas tropas que doblaban las suyas y Fernando VII procedió a restaurar el sistema absolutista.
La denominación de estos diez últimos años (1823-1833) como «Década Ominosa» implica que la vuelta al absolutismo estuvo marcada por la aplicación sistemática de medidas represivas. Fernando VII gobernó como monarca absoluto. Las medidas adoptadas fueron:
En 1824, se dicta una ley condenando a muerte a quienes “escribieran papeles contra el rey o gritaran vivas a la Constitución”. Aun así, no se volvió a instaurar la Inquisición. A partir de 1826, se aprecia una cierta moderación política, con mayor represión al sector absolutista. Los absolutistas piden la vuelta de la Inquisición y mayor represión antiliberal, y en 1827 protagonizan la «Revuelta de los Agraviados».
En 1831, se produce un intento liberal que fracasa, acabando con el fusilamiento de Torrijos, que se convertirá en un símbolo del liberalismo. La división de la sociedad española se hizo evidente entre 1830 y 1833, con motivo de la cuestión sucesoria. En 1830, ante la posibilidad del nacimiento de una hija, Fernando VII publicó la “Pragmática Sanción”, mediante la cual se derogaba lo establecido por la Ley Sálica. En abril de 1830, nació Isabel, hija de Fernando VII, convirtiéndose en heredera al trono. En 1832, se produjo una conjura, “Acontecimientos de La Granja”, en la que, aprovechando la enfermedad del rey, consiguieron que anulara la Pragmática Sanción. Tras restablecerse de la enfermedad, Fernando VII volvió a poner en vigor la Pragmática Sanción. En este pleito sucesorio en 1833 existían dos opciones:
En septiembre de 1833 moría Fernando VII, y su viuda, María Cristina, heredaba en nombre de su hija Isabel la corona de España. Sin embargo, la situación desembocó en un conflicto militar, dando inicio a las Guerras Carlistas entre partidarios de Carlos y de Isabel.
De forma paralela a la Guerra de Independencia en la península, se produce la emancipación definitiva de los territorios americanos en el reinado de Fernando VII. Diversos factores explican el surgimiento del espíritu independentista:
El protagonismo será asumido por los criollos, destacando Simón Bolívar y José de San Martín. En el proceso de emancipación americana se aprecian dos fases:
Tras la invasión de la península por tropas francesas, Napoleón fracasa en su intento de someter las colonias americanas, donde se forman también Juntas regionales. Estas Juntas, dominadas por criollos, sustituyen a las autoridades españolas y no se someten a la Junta Suprema Central en España. Al no reconocer al rey José I, se producen proclamaciones de independencia.
Fernando VII descartó la búsqueda de una solución negociada, utilizando la fuerza y la represión para someterlos. Con el regreso de Fernando VII, se envía una expedición en 1815, dirigida por el general Morillo, hacia América que, junto a tropas realistas del virreinato del Perú, consiguen restablecer el poder español, a excepción de Argentina, donde se proclama la independencia con el Congreso de Tucumán de 1816. Resurge el movimiento emancipador, contando con dos importantes figuras militares: Simón Bolívar (1783-1830) y José de San Martín (1778-1850). Bolívar obtiene importantes victorias en Boyacá (1819) y Carabobo (1821), consiguiendo la independencia de Colombia (1819) y Venezuela (1821). San Martín, tras la independencia de Argentina (1816), atraviesa los Andes y obtiene, junto a O’Higgins, las victorias de Chacabuco (1817) y Maipú (1818), consiguiendo la independencia de Chile en 1818.
En la Conferencia de Guayaquil (1822), ambos líderes delimitaron sus zonas de influencia. El gobierno del Trienio Liberal apenas hizo nada para recuperar las colonias, ya que creían que se podía solucionar con la declaración genérica de igualdad entre todos. México consigue la independencia en 1821 por el «Plan de Iguala», bajo la dictadura militar de Iturbide. La última zona bajo dominio español fue Perú y Quito. En 1822, Bolívar obtuvo una victoria en Pichincha y, con ella, la independencia de Quito. En 1823, se realiza la «Declaración Monroe». La independencia práctica de Perú se consigue tras la victoria de Bolívar en Junín (agosto de 1824). La última gran batalla fue la de Ayacucho, ganada por Sucre en diciembre de 1824. La independencia de las colonias, además de poner fin a tres siglos de relación política entre la metrópoli y América, provocó que España quedara definitivamente apartada a un papel de segunda potencia, perdiendo un inmenso mercado.
Goya dejó un amplio catálogo de la Ilustración, la Guerra de la Independencia, los abusos de los oligarcas, el exilio, la persecución de intelectuales, etc. Vivió durante el reinado de tres borbones: Carlos III (1759-1788), Carlos IV (1788-1808) y Fernando VII (1808-1833). A través de sus obras, fue el creador que con mayor precisión dio testimonio de los sentimientos que van desde el espíritu optimista del reformismo ilustrado hasta el desengaño generado por el fracaso de las esperanzas puestas en el progreso pacífico de la humanidad. Su estilo alegre de la primera época cambió como resultado tanto de sus circunstancias personales como de la marcha negativa de los acontecimientos. La crisis que estalló en 1808 le sirvió para ofrecer un testimonio excepcional de ese momento histórico en dos grandes telas que pintará en 1814: El dos de mayo de 1808, La carga de los mamelucos y Los fusilamientos del tres de mayo. Con José Bonaparte, deberá contemporizar con los invasores como pintor de cámara e incluso realizar algunos retratos de sus generales. Tras el final de la guerra y el retorno de Fernando VII, se abrió un período de autoritarismo absolutista y de represión que acabó de forma trágica con los avances logrados durante los gobiernos ilustrados. Tras 1823, la segunda restauración y la persecución de los liberales le empujaron a un voluntario exilio en Francia, donde moriría en 1828. Goya se implicó en la realidad circundante como si se tratara de un documentalista o un reportero gráfico.