Portada » Arte » El Quattrocento: La Primavera del Renacimiento Italiano
Se denomina Quattrocento al periodo del arte italiano correspondiente al siglo XV comprendido dentro de la corriente renacentista, encontrándose de esta manera también la aplicación de las denominaciones de Primer Renacimiento o Bajo Renacimiento para la designación de dicho momento.
Las características del arte renacentista tienen motivos decorativos provenientes de la Antigüedad, tales como guirnaldas, grutescos, capiteles corintios, etc. Sin embargo, la principal novedad no radicará en la forma y en el diseño estructural; la sustitución del pensamiento religioso por el espíritu crítico y empirista tendrá consecuencias en la forma de percibir el espacio y el tiempo.
En el Renacimiento, la catedral gótica será la gran protagonista, junto con la perspectiva y la proporcionalidad entre las partes.
Los espacios interiores rompen con la tradición fragmentaria y secuencial de la Edad Media. Éstos van a ser unitarios, ligeros y diáfanos. Además, en la búsqueda de la coherencia estructural, se recurrirá al uso de las matemáticas a la hora de proyectar el edificio.
Los principales arquitectos van a ser:
La escultura en el Renacimiento tomó como base y modelo las obras de la antigüedad clásica y su mitología, con una nueva visión del pensamiento humanista y de la función de la escultura en el arte. Como en la escultura griega, se buscó la representación naturalista del cuerpo humano desnudo con una técnica muy perfeccionada, gracias al estudio meticuloso de la anatomía humana. En Italia convivieron por igual los temas profanos con los religiosos; no así en otros países como España y Alemania, donde prevaleció el tema religioso.
Donatello fue un escultor italiano y su obra más conocida fue una escultura que representa a David, realizada en mármol en torno al año 1409. En los siguientes años realizó numerosas obras en mármol, terracota, bronce y madera para diversos mecenas y ciudades. Regresó a Florencia en 1459 con el encargo de modelar unas placas en bronce para la Basílica de San Lorenzo y durante su elaboración falleció en diciembre de 1466.
Ghiberti fue un escultor cuya obra “El Sacrificio de Isaac” es una de las más conocidas. Es una parte de una composición que es propia del Gótico, el formato mixtilíneo del marco. Pero la realización de la escena: el canon, la libertad compositiva y la distribución esquemática de las figuras son propias del autor, ya con un pie en el Renacimiento. Sobre un fondo liso destaca el alto-relieve que juega con la luz y las sombras.
En la pintura del Quattrocento, la técnica predominante sigue siendo el mural, tanto en capillas, conventos e iglesias, como en los palacios renacentistas. Se pinta sobre tabla e incluso sobre determinados muebles, como los arcones o los cassone de bodas, muy populares en el Renacimiento italiano. Sigue usándose la pintura al temple, en la que el aglutinante es el huevo o la cola. Sólo en la segunda mitad de siglo, y empezando por Venecia, comienza a introducirse el óleo.
Siguen siendo predominantes los temas religiosos, aunque los mecenas privados comienzan a encargar otros asuntos, como la Mitología o las escenas históricas.
Fra Angélico combinó la elegancia decorativa del gótico, en particular del gótico internacional de Gentile da Fabriano, con el estilo más realista de otros maestros del Renacimiento como el pintor Masaccio y los escultores Ghiberti y Donatello, que trabajaban en Florencia, y aplicó también las teorías sobre la perspectiva de León Battista Alberti. Las expresiones de devoción en los rostros son muy logradas, así como la utilización del color que consigue dar mayor intensidad emotiva a la obra.
Uno de los cuadros más famosos de Botticelli es El nacimiento de Venus (1484), de tema mitológico, que forma parte de la misma serie realizada para los Médici, junto con La primavera y Palas y el Centauro. En esta obra, Botticelli consigue poner fin al problema de cómo distribuir las figuras. Este problema se debe al concepto de hacer del cuadro un espejo de la realidad. Botticelli lo resuelve tomándose libertades con la Naturaleza, para dotar de belleza y armonía a la obra. Esto se aprecia en el tamaño antinatural del cuello de Venus, en la pronunciada caída de sus hombros y en el extraño modo en que cuelga su brazo izquierdo. Así pues, el arte de Botticelli alcanza la plenitud con El nacimiento de Venus.