Portada » Historia » El Primer Franquismo (1939-1959): Evolución Política y Coyuntura Internacional
La consolidación y evolución del Régimen franquista estuvieron condicionadas por la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias. Desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial, el franquismo mostró su apoyo a las potencias del Eje; sin embargo, España no entró en guerra y declaró su neutralidad. Durante estos años, la FET y de las JONS jugó un papel hegemónico en el nuevo estado nacionalsindicalista, de inspiración fascista. Serrano Suñer, que ocupó la cartera del Ministerio de Asuntos Exteriores, tuvo un papel predominante en esta tarea. La caída de Francia en manos nazis motivó el cambio de posicionamiento de España ante la guerra, pasando de la neutralidad a la no beligerancia. Esta situación implicó un apoyo más decidido hacia las potencias del Eje, que en aquel momento estaban ganando la guerra. En este momento, Franco se reunió con los líderes fascistas (entrevista con Hitler en Hendaya en 1940 y con Mussolini en Bordighera) en las que se abordó la posible implicación de España en la Guerra Mundial. Franco sopesó esa posibilidad a cambio de contrapartidas económicas y territoriales, como la recuperación de Gibraltar y la ampliación de las colonias, que Alemania rechazó por considerarlas elevadas. Finalmente, España no llegó a entrar en la guerra, aunque sí colaboró en el esfuerzo bélico con una división enviada al frente ruso (División Azul) y el envío de mineral de wolframio, material estratégico. En octubre de 1943, cuando la guerra comenzó a volverse desfavorable para las potencias del Eje, España regresó al estatus de neutralidad presionado por los gobiernos británico y americano. A partir de ese momento, se presentó el régimen franquista como un régimen católico, conservador y anticomunista.
Esta nueva fase comportó la pérdida de protagonismo del falangismo dentro de la dictadura. Tras la Guerra Mundial, España fue sometida a un rechazo y aislamiento internacional por parte de las potencias vencedoras, que incluyó la condena al régimen de Franco por la recién creada ONU. Francia cerró la frontera con España y la ONU recomendó la retirada de embajadores en España. El franquismo presentó esta condena internacional al régimen como una maniobra extranjera destinada a desprestigiar el régimen y a conducir a España a una nueva guerra civil. La consecuencia inmediata de este aislacionismo fue la exclusión de España de todos los foros internacionales (ONU, OTAN, OCDE…) y económicas, pues España fue marginada del Plan de ayuda a la reconstrucción europea conocido como Plan Marshall.
Sin embargo, en el contexto internacional de la Guerra Fría, que transformó el panorama con la creación de dos bloques antagónicos, España logró el reconocimiento internacional, iniciando así una tímida apertura al exterior. EEUU vio en España un buen aliado en su lucha contra el comunismo. Esta circunstancia fue fundamental para la aceptación internacional del régimen de la mano de los EEUU y la ONU revocó en 1950 el acuerdo de retirada de embajadores. En el gobierno franquista se produjeron cambios significativos en 1951 con la llegada al gobierno de figuras no tan comprometidas con el falangismo, como Joaquín Ruiz Jiménez y militares como Luis Carrero Blanco, y entró en un proceso de pérdida de hegemonía a favor del nacionalcatolicismo. En 1953 llegó el reconocimiento internacional definitivo tras la firma de los acuerdos con los EEUU y el Concordato con la Santa Sede. Los acuerdos con EEUU se centraron en aspectos económicos y defensivos (préstamos a cambio de bases), así como la normalización de las relaciones diplomáticas y comerciales. A mediados de la década de los 50, España fue admitida en los foros internacionales (ONU, OCDE, FMI), pero la difícil situación económica provocada por la autarquía amenazó la continuidad del régimen. Se produjeron los primeros síntomas de descontento por la carestía y por el hambre. Entre 1957 y 1958 aparecieron las primeras protestas obreras y los primeros movimientos de disidencia en la Universidad. También empezaron a oírse las primeras voces dentro del régimen que defendían un profundo cambio económico. En 1957 se produjo una nueva remodelación de gobierno a propuesta del subsecretario de Presidencia, Carrero Blanco, en el que llegaron al gobierno hombres procedentes del Opus Dei, a los que se les conocerá como tecnócratas por su formación y especialización académica, que pasaron a ocupar puestos decisivos en la política económica del país (Navarro Rubio, Ullastres…).
La dictadura franquista pretendió dar una imagen de legalidad con la creación de unas Cortes que daban apariencia de un sistema parlamentario y con la promulgación de una serie de Leyes Fundamentales que ocupaban el papel de una constitución. Son leyes políticas básicas que se promulgaron desde los primeros momentos del régimen y concluyeron tras la promulgación de la Ley Orgánica del Estado de 1967. Éstas fueron:
El franquismo rechazó el sistema democrático. Para la construcción del nuevo Estado se inspiró en el estado corporativo italiano a partir de tres unidades básicas: la familia, el municipio y el sindicato, elementos naturales representativos de la sociedad. Este sistema fue denominado democracia orgánica y con él se pretendía dar al régimen un aire de legitimidad. La Ley Constitutiva de las Cortes (1942) fue otra de las leyes fundamentales que definía a las Cortes como “órgano superior de participación del pueblo español». Sus representantes eran llamados procuradores. Las cortes se organizaban corporativamente y la distribución de las mismas se modificó a partir de 1966 con la introducción del tercio familiar. Las cortes franquistas no resultaban elegidas democráticamente y carecían de auténtico poder legislativo. Se trataba tan sólo de un órgano de colaboración con la jefatura del estado, ya que Franco controlaba el poder legislativo y tenía poder para vetar leyes. En el plano territorial, el poder del gobierno se transmitía por el País mediante la vieja institución de los gobernadores civiles. Así mismo, en cada provincia se instituyó también un gobernador militar y se restableció la estructura militar de las Capitanías Generales. Otro poder del estado fue el sindicato vertical, que se inspiraba en los sindicatos corporativistas de la Italia fascista, en la que obreros y patronos integraban un mismo sindicato. El estado ejercía un control y tutela total de la clase obrera y dictaba las condiciones laborales, anulando toda posibilidad de negociación colectiva e ilegalizando la huelga.