Portada » Español » El Poder del Discurso: Explorando su Impacto en la Realidad Social
El discurso se presenta como una práctica social donde se aplican y comparan diversos usos analíticos. Su objetivo es mostrar las deficiencias de un análisis discursivo que deja de lado la presencia de los sujetos y su contexto social en la producción e interpretación del texto.
Definir el discurso no es tarea fácil, teniendo en cuenta la ambigüedad de los términos que lo componen. En primer lugar, se entiende como lenguaje (político, jurídico, administrativo, etc.), y el lenguaje tiene una mediación: nos expresamos y expresamos a otros.
El discurso como lenguaje pone de manifiesto dos aspectos:
En este sentido, las palabras discurso y texto son intercambiables y se utilizan de manera similar, aunque en ocasiones de un modo confuso. El término texto se entiende como expresión escrita (leer un texto) y el discurso como expresión oral (se da un discurso a los oyentes), pero este rasgo diferenciador no excluye el texto escrito de un discurso. También en este sentido, debemos considerar el texto como una expresión estática y fija, mientras que el discurso es algo vivo y dinámico.
Sin embargo, el texto tiene sentido dentro de un diálogo interpersonal donde las palabras y su significado remiten a circunstancias o situaciones personales del sujeto que las pronuncia y que van más allá de lo dicho o predicado. Por este motivo, el texto (lo predicado en el discurso) se entiende como un objeto producido por alguien que puede ser observado e interpretado desde distintos puntos de vista, aunque nunca desde todos los puntos a la vez. Ejemplo: «¡Dispara!» (distintos contextos, distintas interpretaciones, distintos puntos de vista: caza, escucha, foto…).
Después de estas consideraciones, el texto debería ser considerado como la expresión material del discurso.
Otro de los problemas que se plantea para la definición de discurso es el soporte (en el que aparece) y el formato (unidad que lo contiene). En la medida en que el discurso es lenguaje, y como medio de expresión (soporte), puede producirse a partir de otros lenguajes distintos del verbal. No solo se habla con palabras, sino también con imágenes, costumbres, etc. Puesto que el discurso fluctúa desde la oración al conjunto de oraciones, define la coherencia y cohesión interna que manifiesta dicha unidad.
Aún con todas las dificultades que conlleva su definición, podemos concretar el discurso como un objeto de investigación donde estudiar y comprender la realidad social.
El discurso social tiene un predominante valor empírico en la labor investigadora y como producto de trabajo de campo. Los distintos métodos y prácticas de investigación e intervención social son instrumentos orientados a producir determinada información discursiva para el análisis de la realidad objeto de estudio. El producto resultante de dicha experiencia comunicativa es el resultado de un diálogo entre el sujeto investigador y un objeto investigado dentro del marco de una conversación o relación de observación con fines científicos o sociales.
Cualquier comportamiento o acción humana es susceptible de comunicar o decir algo sobre lo que dicha acción intenta transmitir u otros sujetos interpretar. La experiencia comunicativa: ¿qué dice? ¿Qué quiere decir? ¿Quién dice y qué? Lo dicho, lo expresado, la intención o sentido, es lo que establece la base fundamental de la información científica en la investigación social y es la orientación comprensiva que utiliza el análisis del discurso.
En la investigación cuantitativa esta característica se pierde, puesto que en la traducción a números se pierde el contexto en que han sido dadas y observadas las respuestas (descontextualización).
Así, el análisis del discurso está en relación directa con la investigación cualitativa, ya que el enfoque cualitativo produce una comprensión e interpretación de los textos producidos por alguien en situación de comunicación interpersonal.
Los discursos son un tipo de práctica social. Son algo más que simple lenguaje (verbal o no), ya que las palabras o expresiones que conforman un discurso tienen intencionalidad y capacidad para modificar o cambiar la misma realidad social donde se pronuncian o manifiestan (por ejemplo: el juez dice: «Se levanta la sesión». El acto no se distingue de las palabras pronunciadas).