Portada » Filosofía » El Pensamiento Ilustrado: Razón, Naturaleza y Progreso
La idea central de la Ilustración es la confianza plena en la razón para lograr un estado general de justicia, felicidad y bienestar, y para ahuyentar los males que amargan la vida del hombre. Veamos la razón ilustrada.
Es el rasgo primordial de la razón, del cual derivan la mayoría. No se admite ninguna autoridad externa que le dé órdenes o limite sus investigaciones.
Se aplica la razón a todos los dominios humanos. En armonía con esta voluntad polivalente, surgen nuevas formas de expresión de ideas filosóficas. La razón se hace presente en todos los ámbitos y pretende constituir el fundamento de toda teoría y de toda praxis.
Este rasgo de la razón es una consecuencia de lo anterior: cuando no se dan los requisitos de racionalidad, esta debe ejercer la crítica contra cualquier instancia que pretenda suplantar o paralizar su ejercicio.
Mientras que la filosofía racionalista se basaba en una razón sistemática y deductiva, la Ilustración defiende que la experiencia constituye el insoslayable punto de partida.
La naturaleza constituye un concepto fundamental en la Ilustración. Sustituye en parte al concepto de Dios, en tanto que ya no es necesario recurrir a él como permanente explicación de los fenómenos naturales. La naturaleza es el referente último de toda explicación. Se trata de un ámbito regido por unas leyes inamovibles que el ser humano solo puede dominar conociéndolas y obedeciéndolas.
También la razón tiene su naturaleza: una y la misma para todos los pueblos, hombres y culturas. La razón se desarrolla en el tiempo, tanto a nivel individual como de especie, pero siempre de acuerdo con lo que está en su naturaleza.
Se llama deísmo a la religión que asume este desafío, basándose exclusivamente en la razón, ya que Dios se revela a través de la ciencia y las leyes de la naturaleza. En consecuencia, el deísmo está totalmente al margen de cualquier milagro, providencia, profecía, rito, fe o tradición.
El deísmo solventa estos problemas y salvaguarda la creencia en Dios a partir de las siguientes ideas básicas:
Los ilustrados manifiestan una actitud de rechazo total a la tradición, entendida como el conjunto de hábitos, valores o ideas que, sin pasar por el tribunal de la razón, son aceptados por el mero hecho de provenir del pasado.
Pierre Bayle derrumba el providencialismo y constata los meros hechos históricos como el único camino para los análisis sobre la historia. La crítica a la tradición constituye uno de los ejes elementales de su obra.
La concepción compartida es que la historia no es obra del capricho o del azar, ni obedece a ningún ciego destino o una intervención providente de Dios, sino que sigue unas leyes. La Ilustración inicia así una manera de abordar la historia que es la que hoy se acepta como válida.
Esta noción es consecuencia de lo anterior: si la historia sigue unas leyes, descubriéndolas podremos impulsar el desarrollo de la humanidad hacia metas mejores a través de la aplicación de los criterios racionales adecuados.
Según la optimista concepción ilustrada, el avance en el saber y las ciencias implicará un progreso seguro en lo social y en lo moral. Especialmente, el desarrollo técnico de las ciencias logrará suprimir las desigualdades entre los hombres y los hará más felices.
La posibilidad del cumplimiento de todo el programa de la Ilustración solo es posible mediante la educación. El pensamiento ilustrado tiene un carácter pedagógico, ya que se encamina a la difusión del saber y a la creación de un nuevo tipo de hombre: un hombre crítico y libre.
El fundamento pedagógico lo aporta el empirismo de Locke: la mente nace como una página en blanco; en consecuencia, las diferencias intelectuales se deben únicamente a factores ambientales. La educación es considerada el medio por excelencia para hacer progresar la humanidad.
Los ilustrados insisten en la igualdad jurídica, pero no en la socioeconómica, tal como expresa ejemplarmente D’Alembert en carta a Federico II. Se puede decir que la mayoría de los ilustrados franceses fueron conservadores desde el punto de vista político. Una cosa es acabar con los privilegios que provienen de la aristocracia y otra muy distinta liquidar toda diferencia entre los estamentos sociales. Es decir, se persigue la igualdad jurídica, dejando de lado la desigualdad social de las posesiones.
La Ilustración defiende unos ideales cosmopolitas. Los seres humanos nos parecemos entre sí más de lo que sus culturas respectivas dejan suponer. Los ilustrados reivindican la humanidad común de todos los seres humanos, lo cual exige romper con esa “falsa naturaleza” que son las costumbres y las tradiciones.
Lo que caracteriza a cada ser humano no es ninguna identidad concreta que le preexiste, sino la disposición a pensar por sí mismo, a juzgar por sí mismo, a actuar por sí mismo, a expresarse y a diseñar posibilidades futuras abiertas. La consecuencia natural de este tipo de planteamiento es la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Cabe hablar de un nuevo Renacimiento: todo gira alrededor del ser humano.