Portada » Filosofía » El Pensamiento Cartesiano: Una Guía Completa de la Filosofía de Descartes
El objetivo último del pensamiento de Descartes es fundamentar el conocimiento. Para ello, aplica la duda metódica a todos los saberes que no sean evidentes o no estén demostrados a partir de evidencias. Tras aplicar todos los niveles de duda, Descartes concluye que todos los contenidos del pensamiento son dudosos y, por tanto, los considera falsos.
Pero para que todos mis pensamientos sean falsos es necesario que yo exista. Llegados a este punto, Descartes solo ha podido demostrar la existencia del yo. Por tanto, para demostrar la existencia de cualquier otra realidad solo puede partir del ser pensante, que lo único que hay son las ideas. Entre las ideas encuentra una que no puede ser causada por el yo: la idea del Ser Perfecto.
La idea del Ser Perfecto es innata: ha tenido que ser puesta en el pensamiento por el único que puede ser su causa, Dios. Luego, Dios existe. Este es el primer argumento causal con el que Descartes trata de probar la existencia de Dios.
Descartes utiliza un segundo argumento causal como prueba de la existencia de Dios: mantiene que la sustancia pensante no puede ser causa de sí misma, sino que la causa de la sustancia pensante solo puede ser la misma que origina esas ideas, es decir, Dios. Por último, el autor recurre al argumento ontológico, que, junto a los dos argumentos causales, le permite demostrar la existencia de Dios.
La sustancia infinita se convierte en la garantía definitiva del criterio de verdad cartesiano. ¿Qué nos garantiza que cuando captamos algo de modo claro no estamos siendo engañados por un genio maligno? La existencia de un Dios infinitamente perfecto, del que no puede surgir maldad e imperfección alguna.
Por último, la existencia de Dios garantiza el mundo o sustancia extensa: no tiene sentido que las ideas que proceden de percepciones directas y próximas sean un engaño. No obstante, sigue siendo cierto que los sentidos nos engañan a veces. Por ejemplo, creemos que el sol es más pequeño que la Tierra, pero eso ocurre por dejarnos guiar solo por lo que los sentidos nos muestran, en lugar de hacerlo por la razón.
De esta manera, Descartes ha conseguido demostrar la certeza de los tres principios de la metafísica: Dios, alma y mundo. Para nuestro autor, la filosofía es como un árbol cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física y las ramas las demás ciencias.
Los dos grandes movimientos que inicia la filosofía moderna son el racionalismo, creado por Descartes, y el empirismo (inaugurado por Locke), que Hume lleva a sus últimas y más radicales consecuencias. Descartes y Hume comparten el problema de las posibilidades y límites del conocimiento humano, la capacidad de la razón para conocer la verdad. Pero su concepción de la razón y de la metafísica son muy diferentes.
En el tema de la razón, frente a la razón deductiva de Descartes, Hume limita la razón a la experiencia, hasta el punto de afirmar que la creencia guía nuestro conocimiento, una razón tan segura de sus posibilidades como la del racionalismo. Por el contrario, el fenomenismo de Hume descarta las ideas innatas, pues todas las ideas son copias de las impresiones. Por eso, el conocimiento es tan solo probable.
En Descartes, la evidencia procede de la certeza, mientras que en Hume procede de la experiencia. Con estos presupuestos, ambos autores llegan a posturas metafísicas opuestas: Descartes define la realidad como sustancia, mientras que Hume rechaza absolutamente las ideas metafísicas tradicionales por ser ajenas a nuestra experiencia.
Hay ideas cartesianas que vuelven una y otra vez a la actualidad. Por ejemplo, la sospecha de que la realidad en la que creemos no sea tal, sino una mera ilusión de los sentidos, ha sido retomada por varias producciones cinematográficas.
El argumento de la distinción entre sueño y vigilia se refleja en la producción española de Alejandro Amenábar, Abre los ojos. El director nos presenta el tormento en el que vive el protagonista, incapaz de distinguir cuándo está despierto y cuándo sueña.
El argumento del genio maligno es actualizado en Matrix, producción que nos describe un mundo habitado por hombres que, creyendo conocer el mundo a través de los sentidos, realmente reciben impulsos eléctricos controlados por un poderosísimo sistema informático. Es decir, un genio maligno, reinterpretado como un inmenso ordenador, los engaña, convirtiendo la realidad digital en la realidad que se impone.