Portada » Lengua y literatura » El modernismo y su importancia
Fue un movimiento cultural que llegó a España a finales del XIX, procedente de Hispanoamérica, de la mano de su figura más representativa, el poeta nicaragüense Rubén Darío. Este movimiento busca la expresión de una nueva sensibilidad con un nuevo lenguaje, rechazando el prosaísmo y la retórica hueca de la literatura anterior.
Tuvo como antecedentes dos corrientes poéticas francesas de la segunda mitad del s.XIX: el Parnasianismo y el Simbolismo.
Del primero recogieron la consigna de “el arte por el arte”, la obsesión por la perfección formal, y el ideal de una poesía bella, equilibrada y escultural, expresada en un lenguaje brillante y refinado, y en la que predomina la ocultación del sentimiento y de la emoción. Del Simbolismo recibieron el valor de la intuición, el poder evocador de las palabras, el arte de sugerir y la atracción por la mitología griega y la Edad Media (como ya habían hecho los Románticos), además del sentido musical del lenguaje poético.
En un mundo utilitario, mediocre y gris, el Modernismo exaltaba el arte y la belleza como bienes supremos. Renovó y amplió el lenguaje poético, enriqueció la métrica e imaginó sus propios mundos para escapar de la monotonía y rutina cotidianas.
La principal característica de este movimiento fue la preocupación por los valores formales.
Sus poetas crean neologismos (nuevas palabras), rescatan arcaísmos e incorporan extranjerismos. Es de destacar el uso abundante de adjetivos ornamentales y de recursos fónicos como las aliteraciones (repetición de sonidos semejantes) y las onomatopeyas (vocablo que imita o recrea el sonido de la cosa o de la acción nombrada: ¡plaf!). El Modernismo usará de todos aquellos recursos que se caracterizan por su poder de sugerencia y evocación, por su valor ornamental; todo con un lenguaje colorista, sonoro y rítmico, como antes no había existido.
Enorme la importancia de la versificación modernista; en ella se basa la musicalidad característica de este movimiento. La variedad de metros fue grande: versos libres, eneasílabos y dodecasílabos, poco usados anteriormente y predilección por el viejo alejandrino (verso por excelencia del Mester de Clerecía). En cuanto a la estrofa la diversidad de metros (medidas) usadas modificó los esquemas preestablecidos con la más absoluta libertad.
En cuanto a los temas se pueden distinguir dos direcciones muy distintas:
una, que corresponde al aspecto más externo y superficial del Modernismo, supone la evasión, mediante la fantasía, hacia mundos mitológicos, medievales u orientales y, también, el gusto por lo exótico, lo cosmopolita, lo otoñal y decadente. La literatura de este tipo se llenó de cisnes y lagos, de palacios orientales y jardines suntuosos, de mitos, dioses, héroes y princesas. Es este un Modernismo exuberante y llamativo en la forma e intrascendente y evasivo en el contenido. La otra dirección mucho más interesante y permanente, se asoma al mundo interior del poeta, y aunque a veces muestra un intenso vitalismo y ganas de vivir llenando de sensualidad muchos poemas, sin embargo, en otras lo que expresa es la melancolía, la tristeza o la angustia vital, en poemas de gran profundidad humana que son el mejor fruto de este movimiento que en gran medida continúa la corriente poética del llamado Romanticismo “llorón” o melancólico, corriente renovada y estilizada en España por la magnífica poesía posromántica de Bécquer y Rosalía de Castro.
Los Modernistas españoles más importantes fueron: Rueda, Manuel Machado, F. Villaespesa y Manuel Reina. Dos miembros de la Generación del 98, Antonio Machado y Ramón del Valle Inclán, comenzaron su andadura literaria por las vías del Modernismo. También Juan Ramón Jiménez fue en la primera etapa de su obra un importante poeta modernista, abandonando después este movimiento para seguir por otros derroteros.
El Modernismo español tuvo una peculiaridad, hay en él mucho más de intimismo a la manera posromántica que de escapismo hacia mundos lejanos y exóticos, y se viste con menos galas externas, menos sonoridades y mucho menos preciosismo. Se trata de un Modernismo atemperado que combina lo francés con lo español, lo culto con lo popular. Por último hemos de destacar el influjo que tuvo este movimiento en la poesía española posterior, sobre todo en cuanto a sensibilidad, inquietud artística y libertad creadora que le aportó este movimiento cuyo primer impulso vino de Hispanoamérica.
Rubén Darío (1867-1916).
Figura indiscutible del Modernismo. Se estudia abriendo el siglo XX dentro de la literatura española a pesar de ser nicaragüense por iniciar de hecho nuestra centuria poética. Vivió intensamente cuarenta y nueve años. Viajó por numerosos países, amigo de los grandes literatos del momento (Machado, Valle Inclán, Unamuno, Juan Ramón Jiménez). Su personalidad difícil y compleja: apasionado, errabundo, bohemio, vitalista e idealista, entregado a las mujeres y al alcohol, religioso y pagano, con arrebatos de euforia y profundas depresiones. Hombre bueno y amigo de los amigos.
La poesía de Rubén aglutina perfectamente todas las características del Modernismo: en lo formal, el cromatismo, la sonoridad y el ritmo; en lo temático, lo exótico, lo mitológico y también su mundo interior arrebatado o desgarrado. Siempre buscó la belleza por medio de la palabra, para él estaba clara la supremacía del Arte por encima de otros intereses humanos. Su primer libro fue Azul de clara influencia francesa.
Prosa profanas, 1896, es la culminación del Modernismo más exuberante y rotundo. Libro lleno de erotismo y el comienzo de poemas de motivos españoles.
Cantos de vida y esperanza, 1905, es su obra más importante. Intimidad del poeta y comunicación con los demás, poemas en donde expone su amargura y la defensa del mundo hispánico contra la colonización anglosajona, norteamericana especialmente, serán algunos aspectos a resaltar (destacamos dos poemas Lo fatal y la oda A Roosevelt).
Nace en Sevilla. Muy unido a su hermano. La Guerra Civil los separó ideológica y físicamente. Antonio republicano y Manuel franquista. También su personalidad, opuesta a la de Antonio. Era extrovertido, jaranero, cosmopolita, melancólico y castizo.
Conoció a Rubén Darío y leyó directamente a los poetas parnasianos y simbolistas franceses. Siempre fue fiel al Modernismo aunque su poesía no muestre tanto el colorido pirotécnico como sus formas ágiles y profundas. Del Modernismo toma, más que el preciosismo formal, la vaga melancolía y el mundo de sugerencias, es decir, el simbolismo.
Su obra poética muestra tres direcciones: por una parte, una poesía ligera y desenfadada de temática bohemia. Una segunda dirección folclórica y castiza en la que aprovecha la copla popular andaluza, y una tercera de gran perfección formal sobre temas pertenecientes a la tradición literaria en la que expresa una profunda melancolía (recrea en un poema titulado Castilla el destierro del Cid (-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga).
La poesía de Manuel Machado, ensombrecida por la de su hermano Antonio, es un conjunto de notable calidad. Destacamos, Alma, 1902, y Cante hondo, 1912.