Portada » Filosofía » El Legado de Wittgenstein en la Filosofía del Lenguaje: Austin y Searle
Este documento explora la influyente figura de Ludwig Wittgenstein y su impacto en la filosofía del lenguaje, particularmente en las obras de John L. Austin y John R. Searle. Wittgenstein, a través de sus dos principales etapas filosóficas, el «Primer Wittgenstein» del Tractatus Logicus Philosophicus (1918) y el «Segundo Wittgenstein» de las Investigaciones Filosóficas (1952), revolucionó la comprensión del lenguaje y su papel en la vida humana.
En el Tractatus Logicus Philosophicus, Wittgenstein aspiraba a construir un lenguaje lógico que reflejara con precisión la realidad, especialmente para las proposiciones científicas. Buscaba una correspondencia exacta entre el lenguaje y el mundo.
En las Investigaciones Filosóficas, Wittgenstein abandona la idea de un lenguaje lógico universal y se centra en el lenguaje cotidiano. Introduce el concepto de «juegos del lenguaje», argumentando que el significado de las palabras reside en su uso dentro de contextos específicos. Según Guillermo Briones, Wittgenstein «dice que no pretende teorizar ni explicar nada, salvo describir el fenómeno del lenguaje. Al respecto señala que el lenguaje comprende varios Juegos lingüísticos diferentes entre sí y para diferentes usos, cada uno de los cuales está sometido a sus propias reglas. Por otro lado, dice, el significado de las palabras define su uso. Solo cuando se sabe cómo han de ser usadas, sea para interrogar, describir objetos, nombrar, etc., solo entonces puede decirse que se conoce y se puede hablar un cierto lenguaje.»
Para el Segundo Wittgenstein, el lenguaje no es una representación de la realidad, sino una herramienta para la interacción social. El filósofo debe analizar cómo las palabras se utilizan en la vida cotidiana, ya que los juegos del lenguaje reflejan la «forma de vida» de una comunidad.
John L. Austin, influenciado por Wittgenstein, se centró en el análisis del lenguaje ordinario. Observó que ciertas expresiones, como «prometo que vendré», no describen la realidad sino que la realizan. Austin denominó a estas expresiones «realizativas», en contraste con las «constatativas» que afirman o niegan algo.
Austin argumentó que tanto las expresiones realizativas como las constatativas son actos de habla. Hablar no es solo describir el mundo, sino también realizar acciones a través del lenguaje. Esta perspectiva fusiona la teoría y la práctica, ya que el conocimiento y la acción se entrelazan en el acto de habla.
John R. Searle continuó el trabajo de Austin y propuso una clasificación de los actos de habla. Identificó cinco tipos básicos, contribuyendo a la sistematización de la teoría de los actos de habla. Searle argumenta que hablar un lenguaje es participar en una forma de conducta regida por reglas. Aprender un lenguaje implica dominar estas reglas.
Para Searle, el significado de una oración no reside solo en su contenido proposicional, sino también en su fuerza ilocucionaria, es decir, la intención del hablante al pronunciarla. Searle cuestiona la idea de Wittgenstein sobre la infinitud de los juegos del lenguaje, proponiendo que el lenguaje permite realizar un número limitado de acciones.
La filosofía del lenguaje de Wittgenstein, con su énfasis en el uso y los juegos del lenguaje, ha tenido un impacto profundo en la filosofía del siglo XX. Austin y Searle, a partir de las ideas de Wittgenstein, desarrollaron la teoría de los actos de habla, transformando la comprensión del lenguaje como una herramienta para la acción y la interacción social.