Portada » Arte » El Legado Artístico de Miguel Ángel y El Greco en el Renacimiento
El Renacimiento en Roma, a partir del siglo XVI, marcó una época de esplendor artístico y cultural, eclipsando a Florencia. Papas como Julio II y León X fueron destacados mecenas de las artes, promoviendo obras monumentales como la Basílica de San Pedro y la decoración de la Capilla Sixtina. Sin embargo, este período de creatividad llegó a su fin en 1527 con el saqueo de la ciudad por las tropas del Sacro Imperio Germánico. A pesar de esto, el legado del Renacimiento Romano perdura, influenciando a generaciones posteriores de artistas y marcando un hito en la historia del arte.
Miguel Ángel Buonarroti, una figura monumental del Renacimiento italiano, es conocido principalmente por su extraordinario talento como escultor. Su legado artístico abarca una amplia gama de disciplinas, desde la arquitectura y la poesía hasta la pintura, pero él mismo se consideraba, por encima de todo, un escultor.
Sus años formativos en Florencia, bajo el mecenazgo de los Medici, le brindaron la oportunidad de estudiar las antiguas estatuas clásicas reunidas por Lorenzo «el Magnífico». Este período de estudio influyó profundamente en su obra temprana, como se refleja en el relieve de la Virgen de la Escalera, donde adopta la técnica schiacciato de Brunelleschi.
Tras la caída de Savonarola, Miguel Ángel se estableció en Roma, donde su primera gran obra fue el Baco, un trabajo que combina la elegancia de la juventud masculina con la sensualidad femenina. Sin embargo, es su Piedad la que lo catapultó a la fama. Terminada en 1499, esta obra maestra representa a una María joven y bella sosteniendo el cuerpo de Cristo, simbolizando la pureza no corrompida por el pecado.
El David, esculpido en mármol de Carrara, es otra de las obras icónicas de Miguel Ángel, encargada por la ciudad de Florencia en 1501. Esta imponente escultura, que muestra al joven pastor judío con una honda sobre el hombro, no solo exhibe su dominio de la anatomía humana, sino que también marca una transición hacia su estilo más maduro y poderoso.
Uno de los proyectos más ambiciosos de Miguel Ángel fue el sepulcro del Papa Julio II, una obra monumental que refleja su visión artística grandiosa. Aunque el proyecto original no se completó según lo planeado debido a diversas dificultades, las esculturas realizadas, como el Moisés, revelan la intensidad y la fuerza expresiva características de su estilo, conocido como «terribilità».
Después de 1550, Miguel Ángel se dedicó principalmente a variaciones sobre el tema de la Piedad, un motivo que lo había conmovido desde su juventud. Sus obras posteriores, como la Piedad de la Catedral de Florencia y la Piedad Rondanini en Milán, muestran una reflexión más íntima y melancólica sobre la mortalidad y la redención.
Miguel Ángel dejó un legado perdurable en la historia del arte, no solo por su excepcional habilidad técnica y su profunda expresividad, sino también por su capacidad para elevar la escultura a nuevas alturas de monumentalidad y emoción humana. Su obra continúa inspirando y cautivando a generaciones de artistas y admiradores hasta el día de hoy.
Su primera obra relevante data de 1504 y fue un encargo del fabricante de paños Agnolo Doni (El tondo de Doni). En él se aprecia a la Virgen tendiendo el Niño a San José en un escorzo exagerado, con un fondo de cuerpos desnudos.
Las mismas formas se pueden observar en el cartón de La Batalla de Cáscina, que debía servir para decorar al fresco una de las paredes del Salón de plenos del Palacio Público. Cáscina es un episodio militar en el que los florentinos habían vencido a los pisanos.
Miguel Ángel llenó la escena de hombres desnudos que, mientras se bañan en el río Arno, reciben el ataque de los enemigos.
El fresco no se llegó a pintar, pero sirvió de inspiración a numerosos artistas durante todo el siglo XVI.
El dominio de la representación del cuerpo humano le venía a Miguel Ángel de sus estancias en un hospital, “descuartizando cadáveres”.
Entre 1508 y 1512, Miguel Ángel realiza la que será su obra maestra como pintor: la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina:
Originalmente solo se le encargaron doce figuras, los doce apóstoles. Rechazó el trabajo porque él se consideraba escultor, no pintor. El Papa le dio permiso para pintar las escenas y figuras bíblicas que él eligiera como compensación.
Cuando el trabajo estuvo terminado, había pintado más de 300 figuras, que mostraban la Creación, Adán y Eva en el Jardín del Edén y el Diluvio Universal.
“Ha dado tanta luz al arte de la pintura, que ha bastado para iluminar su mundo, envuelto en las tinieblas durante tantos centenares de años”. Pero el trabajo de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina no había terminado. Entre 1535 y 1541 pintará, en el Altar Mayor, un Juicio Final que se ha convertido en una de las más hermosas obras del genio humano:
Cristo, en actitud de juez justo, divide la composición en dos mitades: a la derecha, los elegidos suben al cielo sostenidos por los ángeles; a la izquierda, los pecadores se dirigen al infierno, donde los aguarda Caronte con su barca. Todavía tendrá tiempo Miguel Ángel de atender la petición del Papa Paulo III para que decore la Capilla Paolina. Serán dos grandes obras murales: la Conversión de San Pablo y el Martirio de San Pedro.
Domenikos Theotokópoulos, conocido como «El Greco», dejó un legado artístico distintivo y apreciado por el público y los expertos. Su estilo único, caracterizado por figuras alargadas y expresivas, sigue siendo objeto de admiración.
Inició su formación en Creta, donde se familiarizó con la tradición bizantina de pintura de iconos religiosos. Posteriormente, viajó a Italia, donde se vio influenciado por los colores vibrantes de Tiziano y las formas elegantes de Tintoretto en Venecia, así como por el dibujo refinado de Miguel Ángel en Roma. Estas influencias se reflejarían notablemente en su obra posterior.
Su llegada a España coincidió con su participación en la decoración de El Escorial. Aunque su primer encargo para el monasterio, la «Alegoría de la Santa Liga», no obtuvo el éxito esperado, encontró su lugar en Toledo, donde pintó obras emblemáticas como «El Expolio de Cristo» y «El Entierro del Conde de Orgaz». Este último cuadro, inspirado en una leyenda medieval, marcó el punto culminante de su carrera y lo estableció como uno de los principales pintores del siglo XVI en España. A partir de entonces, su estilo evolucionó hacia una mayor expresividad, con colores más apagados y figuras más distorsionadas. Además de sus obras maestras, El Greco también destacó en la pintura de retablos, apostolados y retratos de la aristocracia local, mostrando su habilidad para capturar la esencia de sus sujetos con un estilo distintivo.
El Greco falleció en 1614, dejando tras de sí un legado duradero en la historia del arte español y europeo. Su obra sigue siendo objeto de estudio y admiración hasta el día de hoy, y su influencia perdura en generaciones posteriores de artistas.
Orgaz Ficha Técnica
Descripción Formal
En el cuadro se diferencian dos partes: la tierra y el cielo. Sin embargo, entre ellas hay nexos de unión, como la cruz de la derecha del párroco de Santo Tomé, la mirada del sacerdote al cielo y el ángel que lleva el alma del difunto, en el centro. En la mitad terrenal, los personajes están organizados a manera de friso, cerrado en los extremos por las figuras del fraile franciscano y del rector. En primer término se representa el entierro, señalado por el niño Jorge Manuel, hijo del pintor, que sostiene una gran vela encendida. Los personajes secundarios se alinean en columnas utilizando la perspectiva escalonada o isocefalia. En la mitad divina, la composición dibuja un rombo, cuyos vértices son las figuras de Jesús, la Virgen, el ángel y San Juan Bautista. Las diferencias entre ambas partes son visibles también en la representación de los personajes. En la tierra, las figuras son tratadas con un realismo exquisito y se puede contemplar una extraordinaria galería de personajes ilustres de la época; entre ellos se encuentra Antonio de Covarrubias, letrado, Francisco de Pisa, intelectual que escribió sobre el señor de Orgaz, el alcalde de Toledo y un autorretrato del artista. En el cielo, en cambio, las figuras se muestran lánguidas y estilizadas, como corresponde al espacio sobrenatural que ocupan. Finalmente, cabe señalar la magnífica ejecución pictórica del conjunto, en el que destacan la brillantez de los materiales de la armadura y el tratamiento delicado de las telas y vestidos, que se aprecia especialmente en el roquete blanco del sacerdote.
Domenikos Theotokópoulos, más conocido como «El Greco», es una figura destacada en la historia del arte europeo, especialmente por su estilo distintivo y su contribución al desarrollo del arte español del siglo XVI. Nacido en Creta en 1541, su obra se caracteriza por figuras alargadas, expresivas y un tratamiento único del color y la luz que lo distinguen entre sus contemporáneos.
Su formación artística comenzó en su tierra natal, donde aprendió las técnicas tradicionales de la pintura de iconos religiosos, siguiendo la influencia de la tradición bizantina. Sin embargo, su ambición lo llevó a buscar nuevos horizontes y en 1567 se trasladó a Venecia, donde estudió las obras de maestros renombrados como Tiziano y Tintoretto. La riqueza cromática y la expresividad de las figuras venecianas influirían profundamente en su estilo posterior.
Posteriormente, El Greco se trasladó a Roma, donde se familiarizó con el arte renacentista italiano y se vio especialmente influenciado por la obra de Miguel Ángel. La combinación de la elegancia veneciana y el dibujo clásico romano sentaron las bases para su estilo único, que más tarde desarrollaría en España.
Su llegada a España en 1577 marcó un punto crucial en su carrera. Aunque su participación en la decoración de El Escorial no fue tan exitosa como esperaba, encontró en Toledo un lugar donde su arte sería verdaderamente apreciado. Sus obras en Toledo, como «El Expolio de Cristo» y «El Entierro del Conde de Orgaz», son ejemplos destacados de su genialidad artística. El Expolio, en particular, muestra su habilidad para crear una atmósfera intensa y emotiva, con un uso magistral del color y la composición.
«El Entierro del Conde de Orgaz» es una obra maestra que combina la narrativa religiosa con la representación de la vida cotidiana en Toledo. Esta pintura, inspirada en una leyenda medieval, muestra la capacidad de El Greco para combinar lo divino y lo terrenal en una sola obra.
A lo largo de su carrera, El Greco desarrolló un estilo cada vez más personal y expresivo, caracterizado por figuras estilizadas y colores intensos. Su enfoque innovador y su habilidad para capturar la emoción humana lo convirtieron en una figura influyente en la historia del arte español y europeo.
Además de sus obras religiosas, El Greco también se destacó en otros géneros, como los retratos y las escenas de la vida cotidiana. Su capacidad para capturar la personalidad y el carácter de sus sujetos lo convirtió en uno de los retratistas más solicitados de su tiempo.
El legado de El Greco perdura hasta el día de hoy, y su obra sigue siendo objeto de estudio y admiración en todo el mundo. Su influencia se puede ver en generaciones posteriores de artistas, quienes continúan siendo inspirados por su audacia, su originalidad y su profundo entendimiento de la condición humana.
El Renacimiento en el siglo XVI estuvo marcado por cambios significativos en el panorama político y social de Europa. La alianza entre las monarquías y la burguesía supuso el declive de la antigua nobleza feudal y el surgimiento del Estado autoritario bajo la monarquía, unificando y fortaleciendo el poder centralizado.
En Italia, la consolidación del poder burgués en las ciudades del norte provocó una crisis en los valores tradicionales de la sociedad estamental. El pensamiento político de Maquiavelo, plasmado en «El Príncipe», reflejaba esta nueva realidad, destacando la importancia del pragmatismo y la eficacia en el gobierno.
Italia se convirtió en un campo de batalla entre la monarquía hispánica y el reino de Francia, lo que generó conflictos armados y tensiones políticas. El surgimiento de la Reforma Protestante, liderada por figuras como Martín Lutero y Juan Calvino, desafió el poder de la Iglesia Católica y provocó un cisma religioso en Europa.
El saqueo de Roma en 1527 por las tropas imperiales marcó un punto de inflexión en la historia de la Iglesia, llevando a una reforma interna conocida como Contrarreforma, que influyó en el arte posterior al Renacimiento, dando lugar al estilo barroco.
A nivel político, la rivalidad entre España y Francia dominó la escena europea, con enfrentamientos como las batallas de San Quintín y Pavía, que consolidaron el dominio español sobre el continente.
En medio de estos conflictos, el Renacimiento cultural floreció, con figuras destacadas como Erasmo de Rotterdam y Luis Vives en el ámbito humanista, y avances científicos significativos de Copérnico, Galileo y otros. Roma se convirtió en el epicentro del Renacimiento, con papas como Julio II, León X y Paulo III, quienes fueron grandes mecenas de artistas como Miguel Ángel, Rafael y Bramante.
A pesar de los desafíos políticos y religiosos, el Renacimiento continuó dejando un legado duradero en la historia del arte y la cultura europea, marcando una era de creatividad y cambio que perdura hasta nuestros días.
Descripción Formal
Las dos figuras dibujan una composición piramidal. El cuerpo desnudo de Cristo descansa en el regazo de María, con el brazo derecho y ambas piernas colgando e ingrávidos. Su rostro es sereno, sin ninguna expresión de dolor, como el de María, que con la cabeza inclinada no dirige la mirada al espectador. Ambos personajes muestran una belleza platónica (ideal) con la que el autor quiere comunicar el concepto de perfección. El trabajo de modelado del material es extraordinario, porque consigue una gran sensación de dinamismo y flexibilidad en los vestidos de la Virgen. También son excelentes la precisión y la nitidez con que trata todos los detalles anatómicos, incluso los más nimios, del cuerpo de Cristo: la musculatura, las venas del brazo y los estigmas de la Pasión, la herida del clavo en la mano y la lanzada en el lado derecho del pecho.
Este resultado parece mucho más extraordinario si se conoce la forma de trabajar del artista, a partir de un bloque de mármol único del cual iba extrayendo paso a paso las figuras a base de ir eliminando el material sobrante. Miguel Ángel pensaba que la imagen que quería estaba en el interior del bloque de piedra y el trabajo escultórico consistía en eliminar el envoltorio en que estaba encerrada la figura.
La escultura se instaló en la Iglesia de Santa Petronella porque en ella estaba enterrado el cardenal que la encargó. Más tarde fue trasladada al interior de la Basílica de San Pedro.
Temática
El 27 de agosto de 1498, el cardenal Jean Bilhères de Lagraulas encargó la realización de la Piedad a Miguel Ángel. El contrato especificaba claramente que debía representar «a una virgen María cubierta con un ropaje y el cuerpo de Cristo envuelto en sus brazos». La Piedad es la interpretación iconográfica de la Virgen con el cuerpo muerto de Jesús en el regazo, basada en una idea propia de la literatura mística del siglo XV donde se suponía que María había acogido en sus brazos el cuerpo de su hijo después del descendimiento. Se muestra a María muy joven para simbolizar así la belleza ideal. Es la única estatua firmada por Miguel Ángel.
Modelos e Influencias
Miguel Ángel perfeccionó al máximo la representación de la anatomía humana. Miguel Ángel preludia el Manierismo y su influencia superó el ámbito de la escultura. A modo de ejemplo, podemos mencionar el brazo ingrávido de la figura de Jesús en el grupo escultórico de la Piedad, que fue el modelo para el Entierro de Cristo de Caravaggio y para La muerte de Marat del pintor neoclásico francés David.
El modelo de Piedad aparece en el siglo XXI con lecturas renovadas como las propuestas de la fotógrafa Sam Taylor-Wood.
Descripción Formal
David lleva en la mano izquierda la honda, que cae sobre el hombro y la espalda, mientras que el brazo derecho pende verticalmente. La cabeza se mueve también hacia la derecha, sesgadamente, ofreciendo el perfil al espectador que mira frontalmente. Una pierna ligeramente doblada avanza hacia delante, mientras la otra, tensa, obliga a una ligera comprensión del torso, a la manera de algunos kouroi griegos. La obra está hecha para ser vista de frente y tiende a marcar lo desmesurado de las proporciones: la mirada se desliza por las piernas y el tronco hasta alcanzar el gesto contenido del rostro, consciente del eje sobre el que gira, del que es ligeramente excéntrica. La figura está en tensión: la pierna derecha, sobre la que se apoya, el pie izquierdo que se aleja, la mano con la honda, el codo doblado, el cuello girado…; ningún miembro está estático o relajado; sin embargo, se rompe cualquier sensación simétrica con una mayor tensión del brazo y pierna izquierdos. El movimiento es contenido, centrípeto, con líneas de fuerza que retornan al bloque de piedra. La cabeza nos permite percibir la pasión del rostro, con su intensa sensación de vida interior, de figura que respira, casi jadeante, a la expectativa de un acontecimiento culminante, premonición de la terribilità miguelangelesca. Esta manera de concebir las formas corporales supone un alejamiento del clasicismo en favor de la expresividad del Manierismo. Miguel Ángel se aleja de los cánones clásicos para mostrar la tragedia interior del personaje. A pesar de que Miguel Ángel rompe en esta obra las normas de la proporción clásica, sigue venerándose como un icono de la clasicidad.
Temática
Miguel Ángel integró en el David las figuras del Hércules pagano y del David cristiano. En él, el escultor no representa al pastor bíblico, sino que encarna al guerrero que expresa las virtudes más aplaudidas por los florentinos: la fortaleza y la ira. La fortaleza exaltada como virtud cívica por excelencia; la ira condenada como vicio en los siglos bajomedievales, es elevada a la categoría de virtud, puesto que ella dota de fuerza moral al hombre valeroso. Miguel Ángel rompe con la tradición iconográfica florentina de representar a David como un adolescente desnudo (tradición de Ghiberti, Donatello y Verrocchio) con la cabeza de Goliat a sus pies, convirtiendo al héroe bíblico en héroe renacentista como símbolo de la fuerza republicana de Florencia. El éxito del David fue tan clamoroso que una comisión, entre cuyos miembros se contaban Leonardo y Botticelli, decidió colocarlo en la célebre piazza della Signoria en vez de en la Catedral; allí se convirtió en símbolo político de la ciudad de Florencia.
Modelos e Influencias
Como icono del arte occidental, el David de Miguel Ángel ha sido a lo largo de los siglos modelo y fuente de inspiración para miles de obras de arte de todo tipo. De todos modos, dentro del mismo tema iconográfico, un siglo más tarde, Gian Lorenzo Bernini convirtió la herencia miguelangelesca en una escultura de gran dinamismo y expresión, característica del Barroco.
Descripción Formal
Después del fallecimiento del pintor Navarrete el Mudo en 1579, Felipe II encargó a El Greco uno de los altares laterales dedicado al Martirio de San Mauricio. Como será habitual en su obra, El Greco divide la escena en dos mitades, la inferior con un grupo de personajes conversando y una superior con la representación de la gloria con ángeles entre nubes. Una gran diagonal separa ambas partes dinamizando la composición. Otro aspecto a destacar es la manera manierista de llevar a un segundo plano la escena principal del martirio del santo y su legión tebana, hecho que no satisfizo a Felipe II por falta de decoro en la representación. Destaca la primacía del color sobre el dibujo y la deformación manierista de las figuras de cabeza pequeña y piernas cortas en proporción con su amplio busto. La gama de colores amarillo, azul, verde y rojo son deudores de la pintura veneciana. La luz crea un claroscuro que sirve para dotar a las figuras de primer término de mayor volumen.
Frente al estatismo del grupo principal destacan los escorzos forzados de los ángeles de la zona superior.
Temática
La Legión tebana, integrada solo por cristianos procedentes de Egipto, según la carta que Euquerio, obispo de Lyon (c.434-450), dirigió al obispo Salvio, recibió órdenes de partir hacia la Galia para auxiliar al emperador Maximiano. Aunque combatieron valientemente, rehusaron obedecer la orden imperial de perseguir a los cristianos, por lo que fueron ejecutados. Sin embargo, aquí se representa la versión de Santiago de la Vorágine en su Leyenda Áurea, que narra la negativa a realizar sacrificios a los dioses romanos. Al negarse, la legión tebana que capitaneaba el santo fue ejecutada, siendo martirizados sus 6666 miembros. En la composición, El Greco mezcla personajes hagiográficos con personajes reales y contemporáneos del pintor. Así, junto a la figura de San Mauricio, vestida con una coraza azulada y barbado, contemplamos, a su izquierda, a San Exuperio con el estandarte rojo, y a su lado a Santiago el Menor, quien convirtió a toda la legión al Cristianismo. Entre esos santos destacan dos personajes relacionados con la monarquía española: el Duque Emmanuel Filiberto de Saboya, vencedor en la batalla de San Quintín, y Alejandro Farnesio, duque de Parma, que estaba luchando en los Países Bajos contra los holandeses.
Modelos e Influencias
El Martirio de San Mauricio de El Greco tiene como modelos formales principalmente el Juicio Final de Miguel Ángel y sus obras escultóricas. Pero como antecedente debe señalarse una pequeña tabla del gran pintor manierista florentino Jacopo Pontormo, que representa la misma escena. El tema encuentra versiones extremas y dramáticas como la de Carpaccio, realizada 65 años antes. Carpaccio: Los diez mil mártires en el monte Ararat (1515).
Descripción Formal
El Caballero de la mano en el pecho es sin duda el retrato más popular y conocido de El Greco. Al no ser costumbre realizar contratos para la realización de los retratos, su datación es incierta. El elemento más destacado de la composición es la luz que se centra en el rostro, casi rodeado por la gorguera blanca, la mano con los puños también blancos y el pomo de la espada. Estos distintos focos de luz consiguen que la figura emerja del fondo sobre el que está representado. Su cromatismo es muy reducido: gris para el fondo, negro en la indumentaria, blanco en los accesorios, el rosa en las carnaciones y el oro de la espada. Se trata de un retrato de medio cuerpo con la figura de frente y una expresividad melancólica que transpira nobleza. La figura está perfectamente dibujada, casi de forma escultórica, mientras que en los elementos accesorios, gorguera, puño y espada, la pincelada es más abierta y suelta. La mano forma una diagonal que rompe la verticalidad del rostro y del puño de la espada.
Temática
Este retrato de un desconocido, vestido con sobriedad pero con elegancia castellana, ha tenido diversas interpretaciones. Desde identificar el personaje con el joven Greco, hasta interpretarlo como modelo de caballero cristiano. El pintor ha sabido captar sus rasgos fisonómicos, así como su posición social, su nobleza y sus ideales. Su mirada altiva, así como sus delgados dedos, nos acercan a un caballero alejado de los oficios mecánicos. La cadena de oro, casi imperceptible por la posición de la mano, y la riqueza del pomo de la espada, no hace sino demostrar su nobleza. Por la postura de su mano derecha sobre el pecho izquierdo parece estar en actitud de prestar un voto, lo que corrobora la inclusión de la espada desenvainada como signo de juramento en defensa de la palabra de Dios.
Modelos e Influencias
En el campo de la fotografía contemporánea, la luz focalizada en la piel del retratado es motivo de repetición; como es el caso de la obra de los artistas Glen and Guttmann a finales del siglo XX. Glen and Guttmann: Portrait of a man without a tie (1989).