Portada » Educación Artística » El Impresionismo: Una Revolución Pictórica
La noche y sus habitantes, los locales nocturnos, el paseo, las cantantes de cabaret, el ballet, los cafés y sus tertulias cobran relevancia en esta época. Es un mundo fascinante del cual los impresionistas extraen sus temas: en especial Degas o Toulouse-Lautrec. Para ellos, los temas grandiosos del pasado han terminado. El positivismo acarrea una concepción de objetividad de la percepción, de un criterio científico que quita valor a todo lo que no sea clasificable según las leyes del color y de la óptica. Cualquier objeto natural, visible, afectado por la luz y el color, es susceptible de ser representado artísticamente. El cuadro impresionista se vuelca pues en los paisajes, las regatas, las reuniones domingueras. Los impresionistas se agruparon en torno a la figura de Manet. Ante el nuevo léxico que proponen, de pincelada descompuesta en colores primarios que han de recomponerse en la retina del espectador, el público reacciona en contra, incapaz de «leer» el nuevo lenguaje. El Impresionismo cuenta con el apoyo de la crítica de arte, que se encargará de encauzar el gusto del público; y los marchands, que colocan sus cuadros en las mejores colecciones del país. Las tertulias, los Salones extra-oficiales y el propio escándalo se convirtieron en vehículos propagandísticos del nuevo estilo.