Portada » Economía » El Impacto de la Apertura Financiera en la Economía Uruguaya (1974-1984)
En la primera etapa, entre 1974 y 1978, se implementó la libertad del mercado de cambios y de movimientos de capitales, iniciando la apertura financiera de la economía uruguaya. En 1976, se eliminó el curso forzoso del peso, abriendo el camino a su dolarización. Se elevaron los límites máximos de las tasas de interés, acercándose a la liberalización. El tipo de cambio se fijó administrativamente, con pequeños ajustes basados en la variación de precios externos e internos, y en la estimación de las importaciones. Se favorecieron las inversiones extranjeras, otorgándoles libertad total de inversión y disponibilidad de ganancias, buscando atraerlas con una plaza financiera abierta. Se complementó con la fijación de salarios y pasividades por parte del gobierno, bajo el concepto de que su exceso causaba inflación. El control de la oferta monetaria y la administración de precios se liberalizaron lentamente. Crecieron la construcción y el comercio; dentro de la industria manufacturera, destacaron la textil, la de aparatos eléctricos, productos metálicos y papel.
Entre 1978 y 1982, se aplicó una progresiva desgravación arancelaria a las importaciones y se redujeron los subsidios a la exportación, acentuando la apertura al exterior. La política cambiaria, con la «tablita», se utilizó contra la inflación, preanunciando el tipo de cambio con un retraso notorio respecto a los precios internos. Esto encareció las exportaciones y abarató las importaciones, inundando el mercado local. El alza de tasas de interés atrajo capitales extranjeros especulativos y préstamos externos.
La construcción de obras binacionales de infraestructura (puentes, represas) y las inversiones argentinas suntuarias en Punta del Este y Montevideo permitieron el crecimiento del PIB en 1979. Sin embargo, al cesar el flujo, el producto cayó abruptamente. Declinó la producción real, a la que se le habían quitado estímulos para privilegiar la actividad financiera, y aumentó el endeudamiento externo para compensar el déficit de pagos.
Los sectores productivos, endeudados con los bancos para seguir trabajando en condiciones adversas, se vieron impedidos de pagar sus deudas, acrecidas por las altas tasas de interés. Las carteras de los bancos se volvieron pesadas, presionando al Banco Central para que interviniera. Este compró carteras de créditos incobrables a cambio de un crédito externo. Para evitar el desastre, el Banco Central solicitó el salvataje del Estado, el cual, irónicamente, no debía intervenir para que la economía funcionara «naturalmente». Esto acentuó la pérdida de reservas del Banco Central y aumentó el endeudamiento externo del país, mientras faltaban recursos para la producción o mejoras salariales.
La situación culminó con el abandono de la «tablita» en 1982, al retirarse el Banco Central del mercado de cambios, provocando la quiebra de cientos de empresas de todo tamaño, endeudadas en un dólar que se disparó.
En 1982, el tipo de cambio pasó a ser fijado por el libre juego de la oferta y la demanda. Se anunció un aumento de salarios en enero, la liberación de los salarios privados y ajustes para estimular los sectores productivos y la exportación. La deuda externa motivó un intento de refinanciación con el FMI y la banca privada extranjera. La situación financiera cambió por la disminución de depósitos en moneda extranjera, que abandonaron un país que ya no ofrecía la seguridad e intereses en dólares que lo convertirían en plaza financiera internacional. Continuó la compra de carteras incobrables de la banca privada por el Banco Central, completándose en 1984. Estas operaciones aumentaron la deuda externa, sin incluir las deudas con bancos extranjeros residentes en Montevideo. El gobierno optó por diferir los vencimientos, asumiendo intereses más elevados, que serían enfrentados por futuros gobiernos civiles. La deuda bruta acumulada ascendió de un monto equivalente al producto bruto interno de 1 año a 5 años de exportaciones.