Portada » Historia » El Franquismo y la Guerra Civil Española: Orígenes, Desarrollo y Consecuencias
El nuevo régimen instaurado en 1939 tuvo desde un principio unos fundamentos ideológicos muy claros:
Franco asentó su nuevo régimen en:
El desarrollo económico hizo que el régimen contara con mayor consenso social entre las clases medias y trabajadoras, aunque al mismo tiempo la tímida liberalización del país propició el desarrollo de la oposición.
La dictadura basó su sistema político en la estricta prohibición de los partidos políticos, unida a una brutal represión contra los que habían apoyado a la República. En 1937 se había establecido el partido único, la FET de las JONS, que vino a denominarse el Movimiento Nacional.
La Falange no tenía nada que ver con el pequeño grupo fascista creado por José Antonio. Ahora los falangistas se hallaban integrados en el partido único bajo el liderazgo absoluto de Franco. Su principal función fue el control de la vida social y económica del país a través de diversas instituciones del régimen: el Frente de Juventudes, la Sección Femenina, y la Organización Sindical.
El franquismo pasa por varias etapas: en el primer gobierno de la dictadura, hay un predominio cualitativo y cuantitativo de la Falange, la etapa azul. El hombre fuerte de esa etapa es Serrano Suñer. El 17 de julio de 1942 se promulgó la Ley de Cortes, la segunda de las leyes fundamentales. Las Cortes serían monocamerales, de elección indirecta a través de las corporaciones. Los candidatos debían ser miembros de la Falange. En 1940, Franco abandona la neutralidad y declara la no beligerancia, aunque el régimen apoyaba claramente a Alemania e Italia. Franco salió de la crisis nombrando un nuevo gobierno. Franco demostró su habilidad para maniobrar con astucia entre los sectores políticos que sustentaban el régimen. La política económica del régimen tuvo un carácter de autarquía. En 1945 se promulgó la tercera ley fundamental, el Fuero de los Españoles, lavándole la cara al régimen para conseguir la aceptación internacional, defendiendo el franquismo como una «democracia orgánica».
El 17 de julio de 1936, la insurrección militar se inició en Melilla. Desde allí se extendió rápidamente al conjunto del protectorado de Marruecos. El 18 y 19 de julio, el golpe se extendió a la península y los archipiélagos, mientras el gobierno de Casares Quiroga reaccionaba con lentitud ante los acontecimientos.
El golpe triunfó en Galicia, Castilla y León, Navarra, con el general Mola en Pamplona; Andalucía Occidental, con Queipo de Llano en Sevilla; Baleares, excepto Menorca, con el general Goded, que después se desplazó a Barcelona para ponerse al frente de la insurrección; y Canarias, desde donde Franco, tras asegurar el triunfo del golpe en el archipiélago, se desplazó a Marruecos el día 19 para ponerse al frente del ejército de África. También triunfó en enclaves aislados como Oviedo, con el general Aranda; Granada, donde tuvo lugar el asesinato de García Lorca; y Zaragoza, con el general Cabanellas.
El golpe fracasó en Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, donde el PNV colaboró finalmente con la República, Cataluña, Levante, Madrid, Castilla-La Mancha, Murcia y la zona oriental de Andalucía. Los fracasos más graves tuvieron lugar en Madrid, donde el nuevo presidente Giral entregó armas a las milicias obreras, y en Barcelona, donde una inusual colaboración de los obreros de la CNT con la Guardia Civil y la Guardia de Asalto abortó la insurrección. En general, exceptuando en Navarra y Castilla y León, la sublevación no tuvo apenas respaldo popular y se basó en las fuerzas militares insurrectas. Factores como las dudas o la resolución de los sublevados y las autoridades encargadas de reprimir el golpe, la capacidad de movilización obrera y el papel de la Guardia Civil fueron claves para entender el resultado final del golpe en cada zona del país.
El fracaso parcial del golpe llevó a la división del territorio en dos zonas y al inicio de la guerra. La zona nacional contaba con las reservas de cereal y ganado de Castilla y Galicia y las minas de carbón leonés y de Riotinto en Huelva. Ante todo, tenía un ejército mucho más preparado que contaba con divisiones íntegras en Castilla, Galicia y Andalucía y, sobre todo, con el Ejército de África, la Legión y los Regulares.