Portada » Historia » El Franquismo: Orígenes, Desarrollo y Consecuencias (1936-1975)
La zona sublevada: la creación de un Estado totalitario.
Francisco Franco, Generalísimo.
La muerte del general Sanjurjo planteó el problema del liderazgo en la dirección militar. El 24 de julio se creó en Burgos la Junta de Defensa Nacional, integrada por militares y presidida por el general más antiguo entre los sublevados. La misión de la Junta era gobernar el territorio ocupado.
Para dirigir la guerra fue ganando cada vez más adeptos el general Franco. Su liderazgo dentro del ejército se impuso, después de liberar el Alcázar de Toledo y de conseguir que Hitler y Mussolini lo reconocieran como único interlocutor para negociar su apoyo a la sublevación. El 1 de octubre de 1936 se publicó el decreto que lo nombraba jefe del gobierno del Estado y Generalísimo de los Ejércitos.
La creación del partido único. El gobierno de Burgos.
A partir de octubre de 1936 existía un mandato militar único, pero ninguna cohesión política. Los sublevados habían prohibido todos los partidos políticos que formaban parte del Frente Popular y todos los sindicatos de clase.
Inspirándose en el modelo de Estado fascista italiano y alemán, en abril de 1937, Franco dio a conocer el Decreto de Unificación por el que se creaba un partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS, unificando a falangistas y carlistas. Franco sería jefe Nacional de este partido único. El nuevo partido adoptó el uniforme con la camisa azul y la boina roja.
El proceso de institucionalización del nuevo Estado español franquista culminó en enero de 1938 con la desaparición de la Junta Técnica y la formación del primer gobierno de Franco, que a partir de entonces pasó a ser llamado Caudillo de España.
El Estado abolió la legislación republicana en materia económica, social y laboral.
Se suprimieron las libertades y se estableció la pena de muerte. Se aprobó la primera de sus leyes fundamentales, el Fuero del Trabajo, con un único sindicato que agrupaba a empresarios y trabajadores.
Se respetaba la importante influencia de la Iglesia católica. El nuevo Estado confesional derogó las leyes del matrimonio civil y el divorcio.
Una represión institucionalizada
La construcción del Estado franquista fue acompañada de una violencia extrema, que comportó la aniquilación de los vencidos en los territorios que ocupaban. Fue el caso del poeta Federico García Lorca, asesinado en Granada al comienzo de la guerra.
La represión tuvo siempre un carácter sistemático y fue ejercida por el Ejército, contra cualquier sospechoso de simpatizar con las izquierdas.
Hubo un levantamiento militar en un espacio heterogéneo sobre el que Franco hizo incidir su liderazgo personal.
El papel de Franco tomó base jurídica en la Ley de Administración Central de 1938 que reafirmó la autoridad dictatorial de Franco. Este principio quedó recogido en la ley de agosto de 1939 que le otorgaba la potestad de promulgar decretos. Con esto quedó afirmado su poder absoluto.
El franquismo se diferenciaba del resto de dictaduras europeas por su carácter centralista. Esta fidelidad al líder resultó trascendental para mantener el difícil equilibrio entre las diversas familias políticas.
Finalizada la guerra, el nuevo Estado parecía dirigirse, a través de la influencia de Serrano Suñer, hacia un modelo fascista.
En agosto de 1939 quedó constituido el primer gobierno con predominio de falangistas acompañados de militares, católicos, carlistas y antiguos miembros de la CEDA. Además, se adoptó la retórica y los iconos fascistas, tanto gestos como iconografía.
En realidad, la dictadura franquista adoptó el modelo solo formalmente. Algunos de los sindicatos protestantes no fueron satisfactorios, y no se comprometieron a institucionalizar la dictadura sobre los fundamentos fascistas que habían limitado su carácter caudillista y su poder unipersonal.
La retórica fascista del primer franquismo fue paulatinamente abandonada y, por tanto, la derrota de las potencias del eje se fue vislumbrando como inevitable.
Hubo un inmediato cambio en la retórica y en las fuerzas en las que se apoyó la dictadura. Los rasgos falangistas fueron abandonados hacia un carácter conservador y nacionalista.
Con estos componentes quedó configurado el nacionalcatolicismo. No se trataba de un discurso novedoso, sino que se enfocaba hacia los viejos postulados antiparlamentarios, antiliberales y católicos.
Esta corriente estuvo representada por los militantes de Acción Católica Nacional de Propagandistas, que tuvo en José Ibáñez uno de sus principales representantes.
El alzamiento del poder de Franco fue posible gracias a una serie de leyes que se aprobaron:
La época de posguerra fue muy dura para los civiles, ya que fueron dominados por los vencedores. En los años 40 hubo una represión sistemática.
Este entramado legal comenzó a tomar forma con la Guerra Civil, cuando Franco impuso la Ley de Responsabilidades Políticas. El objetivo de esta ley era liquidar cualquier responsabilidad. También impusieron la Ley de Represión de Masonería y Comunismo y la de Seguridad del Estado.
En virtud de estas leyes, los detenidos eran sometidos a juicios sin la menor posibilidad procesal. La represión fue una de las características fundamentales de la dictadura.
En los últimos meses de guerra, más de medio millón de personas fueron exiliadas hacia Francia. De ellos, la mitad, en 1939, volvieron a España y más de doscientas setenta mil personas fueron enviadas a campos de concentración.
Esta represión tuvo una mayor intensidad durante 1939 y 1945. A partir de estas fechas, disminuyeron mucho las cifras, lo cual se explica con la caída del fascismo.
En Cataluña y el País Vasco también hubo una represión en el carácter cultural.
Esta época fue la etapa de exilio, tanto interior como exterior, y también surgió la destrucción de la llamada Edad de Plata de la cultura española del siglo XX.
Muchos escritores y pintores famosos se vieron obligados al exilio de España por la dura represión que sufrían.
Pero, además del exilio ilustre, también surgió el exilio anónimo, de personas que no eran importantes culturalmente para España, pero que se exiliaron a Francia.
Durante esta época, muchos de los exiliados a Francia fueron entregados a manos de las autoridades franquistas. Muchos de estos exiliados fueron obligados a trabajar como mano de obra esclava para el sistema nazi.
La mayoría de los republicanos fueron enviados a campos de concentración; uno de los campos más importantes fue el de Mauthausen, en Austria.
Otros republicanos fueron acogidos en Francia en una residencia antinazi.
Si algo definió a la oposición política configurada en el exilio durante los cuarenta años de dictadura fue la división y el enfrentamiento constante.
En la posguerra se hizo evidente la necesidad de coordinar estas fuerzas para crear una imagen de cohesión que dotase de legitimidad a la causa republicana. El motivo era que el exilio confiaba en que una intervención aliada acabaría con la dictadura.
Después de varios intentos frustrados de aproximación, se formó en México la Junta Española de Liberación. Para aprovechar la situación, se creó el Gobierno republicano en el exilio en la ciudad de México.
El triunfo de Franco y las expectativas de intervención aliada animaron la posibilidad de una restauración de la monarquía en la persona de don Juan de Borbón. Sus movimientos desde 1943 habían creado inquietud en los círculos franquistas; plantearon esta alternativa como solución ante el temor de una posible intervención aliada.
La opción monárquica estuvo, tras la firma del Pacto de San Juan de Luz, apoyada por el PSOE y sectores de la Internacional Socialista (Indalecio Prieto), quien intentó un acuerdo con Juan de Borbón que había elaborado el Manifiesto de Lausana para reclamar la restauración de una monarquía parlamentaria.
España quedó definida como un reino, aunque Franco se aseguró la Jefatura vitalicia del Estado y la designación de su sucesor. El elegido fue el príncipe Juan Carlos, hijo de don Juan.
Los comunistas se convirtieron en la fuerza más activa de la oposición al franquismo, ofrecieron apoyo e instituciones a los denominados maquis, excombatientes republicanos que ejercieron una resistencia en forma de lucha guerrillera. Dentro del maquis podemos distinguir tres grupos:
El punto culminante de la actuación de la guerrilla fue la invasión del Valle de Arán. Miles de guerrilleros que habían participado en la resistencia antinazi en Francia entraron en España para promover un levantamiento popular como prólogo de la intervención aliada. El ejército franquista y la Guardia Civil sofocaron la rebelión en pocos días.
El fracaso de la lucha guerrillera llevó al PCE a un cambio de estrategia basado en la movilización de las masas, con el horizonte de una huelga general política, y en la táctica de la infiltración (entrismo) en las instituciones franquistas, estrategias que con el tiempo dieron lugar al nacimiento de Comisiones Obreras.
La represión franquista desarticuló de manera continuada los sucesivos intentos de reconstruir la oposición, aunque desde 1945 este tejido clandestino consiguió incrementar la conflictividad laboral. Un sector de la Iglesia daba así las primeras muestras de desvinculación del franquismo. En 1946 se produjo en Barcelona una importante actividad huelguística y surgió la protesta estudiantil en la universidad.
Los costes materiales de la guerra fueron importantes, pero no decisivos. El retraso en la recuperación del crecimiento económico debe ser explicado por otras razones, como la inviable e ineficiente política autárquica o el aislamiento internacional de la dictadura.
Entre 1939 y 1959, la dictadura puso en marcha un programa de autarquía económica. Para explicar esta decisión, habría que atender a una serie de factores:
Dentro de la autarquía se pueden diferenciar dos periodos:
La autarquía reportó resultados muy negativos para la economía española. El organismo estatal desembocó en una economía altamente burocratizada.
Los primeros síntomas de la liberalización en el sector y los acuerdos con Estados Unidos incrementaron la oferta de alimentos. A comienzos de los años cincuenta tuvo lugar una reducida tecnificación del sector agrario, que contribuyó a elevar la producción.
Uno de los lemas del franquismo fue: “Ni un hogar sin lumbre. Ni un español sin pan”. Sin embargo, las penurias cotidianas fueron generalizadas.