Portada » Historia » El Franquismo: Historia y Consecuencias de una Dictadura
Con el fin de la guerra civil vinieron 40 años de dictadura que se caracterizaron por la figura de Franco, por la represión y el mantenimiento de la dualidad de vencedores y vencidos, por la ausencia de libertades y por un control férreo del país. En febrero de 1936, se publicó la ley de Responsabilidades Políticas que tenía como objetivo perseguir a todos aquellos sospechosos de ser contrarios a las ideas franquistas.
La represión se convirtió en un hecho fundamental del franquismo. El exilio forzoso de españoles durante la conquista de Cataluña, los campos de trabajo y las cárceles, los carnets de buena conducta, la depuración sistemática de los funcionarios y los fusilamientos fueron también hechos que trajo el franquismo. Numerosos españoles fueron fusilados en los primeros años 40, continuando con el terror frío iniciado en la guerra civil. También se exaltó la figura de Franco como elegido por Dios y por la historia para la misión de salvaguardar España. De este modo, se multiplicó el número de efigies del dictador, se pusieron su nombre a calles y plazas, y se realizaron alabanzas en la prensa que conformaron esa figura de hombre siempre atento y vigilante por el bien de los españoles y de España, pero esto solo lo decía una prensa controlada por el régimen.
Pero lo que nos mostró la realidad fue a un hombre sin un proyecto político claro, un hombre muy camaleónico que se supo adaptar y que se aprovechó bien de las oportunidades y de la coyuntura del momento.
La base de la ideología del franquismo se forma por tres pilares:
Ya en la Guerra Civil, Franco realizó la unificación forzosa de los partidos e ideologías políticas en un solo partido, el Movimiento Nacional. Este impuso su visión del estado social corporativo, impulsó su visión educativa de la sociedad y ayudó a mantener el control sobre la población.
La iglesia bendijo la guerra como una cruzada, apoyó y reconoció a Franco ante el mundo, salvo algunas excepciones, y tuvo el control de la educación, la moral, los valores y de la censura en la España de Franco a cambio de ese apoyo. Sin embargo, no fue hasta el final, cuando algunos sectores ligados a la calle empezaron a desmarcarse de la dictadura.
Franco fue repartiendo puestos e importancia a lo largo de la dictadura entre unos y otros, manteniendo así un equilibrio entre las diferentes ideologías que se encontraban en el franquismo.
Los primeros años fueron difíciles para España. La política económica autárquica e intervencionista de Franco, las repercusiones de la Guerra Civil y el aislamiento posterior a la II Guerra Mundial hicieron de España un país donde el hambre, las cartillas de racionamiento y el mercado negro eran algo más común en esos años. La inflación fue en aumento hasta límites insospechados y la economía estaba a punto de derrumbarse en los 50 por esa política económica diseñada por el dictador.
Tras la caída de los fascismos y una vez claro que el franquismo era un problema español, los países vencedores de la guerra mundial aislaron al país, lo que perjudicó más la situación existente. Mientras Europa recibía ayudas del Plan Marshall, España hablaba de conspiraciones judeo-masónicas para acabar con el país.
En cuanto a la oposición en los primeros años, destacan en el interior los maquis, que siguieron peleando hasta que fueron desmovilizados a finales de los 40. En el exterior, la oposición siguió echándose en cara la derrota de la Guerra Civil, pero no estuvo ni cohesionada ni unida para convertirse en una oposición contra el régimen.
Los años 50 marcaron un punto de inflexión en la dictadura por varios acontecimientos que acabaron por legitimar la dictadura al exterior y al interior. En 1953 se firmó un acuerdo bilateral para la instalación de bases a cambio de ayudas económicas, debido al interés de EE. UU. por España en el contexto de la Guerra Fría.
En 1955, España entró en la ONU, aunque otros organismos como la CEE no querían que España entrara hasta que no democratizara su vida política. Sin embargo, el discurso que dio Franco de que España era, por encima de todo, un país católico y anticomunista le sirvió para entrar.
A mitad de los 50, empezaron a producirse cambios, pero fueron insuficientes. Lo que marcó el punto de inflexión definitivo fue en 1959, cuando se presentó el Plan de Estabilización de la economía española.
Por otro lado, nos encontramos con las primeras protestas estudiantiles en 1956, que se solucionaron con la destitución del ministro de educación, o con la descolonización precipitada de Marruecos en ese mismo año. Estas crisis de gobierno proporcionaron que entraran en el poder los llamados tecnócratas pertenecientes al Opus Dei, que instigaron los cambios económicos posteriores.
El Plan de Estabilización y la creación de los polos de desarrollo hicieron de España un país moderno en los años 60. La renta per cápita de los españoles subió considerablemente en esta década, pero este desarrollo no estuvo exento de problemas y de contrastes. Los dos millones de personas que tuvieron que emigrar en busca de trabajo a Europa, el éxodo rural de esos años que supuso una redistribución a lo bestia de la población, son uno de los factores de contrastes poblacionales que hay hoy en España.
Creció una clase media, pero las diferencias entre ricos y pobres siguieron acrecentándose. Surgió un urbanismo rápido y sin servicios en muchas ciudades españolas, pero España se estaba industrializando y el problema agrario, casi sin querer, se estaba solucionando, además de empezar a recibir y a convertirse en un país de turistas.
En política, entraron ministros y personajes con un ligero tono aperturista, y en esta época entraríamos en el debate entre abrir el régimen o permanecer en las posiciones primitivas. Ganaron las posiciones inmovilistas, pero en la calle la oposición iba creciendo cada vez más: el surgimiento de las Comisiones Obreras, el nacimiento de ETA ligado al resurgir de los nacionalismos, el congreso de Múnich…
En 1969, Franco nombró sucesor al príncipe Juan Carlos, quien continuaría con una monarquía de carácter autoritario y que mantendría los principios fundamentales del franquismo. Los últimos años fueron de un declive físico importante del dictador, que delegó la acción de gobierno hacia personas como Carrero Blanco o, tras su muerte, Arias Navarro.
En 1973 estalló en el mundo la crisis del petróleo, que frenó el crecimiento de la economía española, al igual que otras crisis. La oposición cada vez era mayor, los grupos terroristas se multiplicaban, y las manifestaciones y huelgas también. Pero la respuesta del régimen ante las peticiones de cambio, a pesar de momentos de esperanza, fue el inmovilismo y la mano dura.
El franquismo acabó matando, a pesar de las protestas de todo el mundo, pero los principios políticos eran inamovibles para los que estaban dirigiendo el régimen y para Franco. En el último momento se produjo la descolonización precipitada del Sahara y el 20 de noviembre de 1975, el dictador murió, poniendo así fin a su régimen que salió de una guerra civil y que en todo momento no quiso olvidar quiénes fueron los vencidos y quiénes los vencedores, donde no se fue ni un ápice de los principios del Movimiento Nacional y donde no se respetaron los derechos ni las libertades de las personas.
Eso sí, mucha gente estaba esperanzada con la muerte de Franco, con la esperanza del cambio, pero no debemos olvidar que también hubo y había mucha gente que apoyó la dictadura por diferentes motivos y que tras la muerte del dictador hubo largas colas para pasar por su capilla ardiente para despedirlo. Además, hubo que pasar unos cuantos años escuchando por las calles en manifestaciones frases como “ejército al poder” y que en 1981 todavía había militares dispuestos a involucionar la situación del país.