Portada » Historia » El Fin del Imperio Español: Independencia de Cuba y Filipinas (1868-1898)
Aprovechando la caída de Isabel II en 1868, Manuel de Céspedes inició la guerra contra España por la independencia en octubre de 1868. Comenzaba así una guerra larga y cruenta, la Guerra de los Diez Años o Guerra Grande (1868-1878). Una guerra de desgaste en la que los rebeldes practicaron la táctica de la guerrilla y tuvieron a su favor el apoyo de los campesinos y la imposibilidad de España de dedicar de lleno sus energías al problema cubano, inmersa en una nueva guerra carlista (1872-1876). Concluida esta, el gobierno español pudo entonces concentrar sus esfuerzos en Cuba, enviando al general Martínez Campos, que bajo la promesa de amnistía, reformas y autonomía, consiguió que terminara la guerra con la Paz de Zanjón (1878). Pero España no cumplió sus promesas.
Tras un nuevo intento frustrado, la Guerra Chiquita (1879-1880), los cubanos se convencieron de que la única solución era la independencia de España. El líder de este movimiento fue José Martí. En 1879 se produjo un nuevo conato de insurrección contra la presencia de España en la isla, que dio lugar a la llamada Guerra Chiquita. Los dirigentes de la insurrección fueron José Martí, Antonio Maceo, Calixto García y el dominicano Máximo Gómez.
Tras el Manifiesto de Montecristi, donde se plantearon los objetivos del Grito de Baire el 24 de febrero de 1895, se inició una nueva insurrección. El comienzo de la insurrección cubana y el éxito experimentado por la misma a lo largo de 1895, tuvo como consecuencia el relevo de Sagasta por Cánovas del Castillo. Cánovas envió a la isla al General Martínez Campos, esperando que pudiera repetir la pacificación de los años setenta, pero este se dio cuenta de que la situación era diferente. Así, en 1896 fue sustituido por el General Valeriano Weyler, quien llegó con un mayor contingente de tropas españolas. Dividió la isla en sectores y concentró la población en campos para evitar el apoyo a la guerrilla. Las condiciones sanitarias y organizativas en dichos campos eran muy deficientes, lo que provocó un desastre demográfico de primer orden entre la población concentrada. La idea de Cánovas era que, una vez conseguidos los primeros éxitos militares, tratar de introducir reformas autonómicas que permitieran estabilizar la situación política.
El asesinato de Cánovas en agosto de 1897 supuso un cambio en la política referente a Cuba. En el mes de noviembre, Segismundo Moret, como Ministro de Ultramar del gobierno de Sagasta, concedió una amplia amnistía y un régimen de autonomía política a Cuba.
Coincidiendo con la insurrección cubana, se levantó Filipinas en 1896. Andrés Bonifacio y Emilio Aguinaldo, jefes del grupo armado del Katipunan, con José Rizal como ideólogo, lideraron la rebelión. España envió al General Polavieja, que ejecutó a José Rizal. A Polavieja le sucedió Fernando Primo de Rivera, que firmó la Paz de Biak-na-Bató en 1897.
La intervención de Estados Unidos estaba marcada en primer lugar por el interés económico en las minas y en las plantaciones de azúcar cubanas, por el interés geoestratégico en afianzar el control militar sobre el mar Caribe y por las posibilidades de expansión en la zona del Pacífico. El incidente invocado como excusa para declarar la guerra a España fue la explosión del acorazado “Maine” en la bahía de La Habana en 1898, culpando del incidente al gobierno español. Estos sucesos fueron aprovechados por los grandes periódicos norteamericanos de Pulitzer y Hearst para desatar una agresiva campaña de prensa antiespañola y reclamar la entrada en guerra. El presidente McKinley, en su mensaje del 11 de abril de 1898, consiguió del Congreso permiso para intervenir militarmente en Cuba. El gobierno español envió la flota del Almirante Cervera, a pesar de que todos eran conscientes de la superioridad de los estadounidenses. La flota llegó a Cuba, donde se vio bloqueada en la bahía de Santiago cuando entró en su puerto con el objeto de aprovisionarse de carbón.
Los combates resultaron muy desiguales y la armada española quedó destruida en dos enfrentamientos navales. La primera batalla se produjo el 1 de mayo en la bahía de Manila (Filipinas), fue la Batalla de Cavite. La segunda derrota el 3 de julio en la bahía de Santiago de Cuba. Finalmente, en el mes de agosto se firmó el Protocolo de Washington, equivalente a un armisticio, hasta la llegada de un acuerdo definitivo.
Tras la rendición, se iniciaron las negociaciones que culminaron en diciembre de 1898 con la firma del Tratado de París, por el que España cedió a Estados Unidos la isla de Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam en el Pacífico. Se confirmaba la soberanía española en todos los territorios no mencionados en él: los tres archipiélagos del océano Pacífico, es decir, las islas Marianas, las Carolinas y las Palaos, aunque apenas duraron dos años en manos de España.