Portada » Derecho » El Estado: Sentido Funcional y Jerarquía Social
Un estado también se refiere al estatus de los individuos que viven en el territorio. Hablamos entonces de estado como la condición de tales individuos en la sociedad. Este sentido de estado se relaciona con el hecho de que los individuos ocupan posiciones definidas dentro del grupo: hay un estatus del magistrado, del gobernante, del artesano, del agricultor, del profesor, del estudiante, etc. La diferencia de estatus se presenta de dos modos: como diversidad de poder o jerarquía, o como diversidad funcional.
Cuando la sociedad se organiza conforme a una diferencia que distingue y separa a sus miembros, hablamos de jerarquía. Esta diferencia admite un grado (un más y un menos) que distribuye a los individuos. Esta división es la de una sociedad clasista. En nuestro mundo, la diferencia fundamental que organiza la jerarquía es el dinero; en otros lugares lo fue (o es) el linaje o la religión. Para que una sociedad se organice jerárquicamente se requiere fuerza. Los individuos solo se mantienen en posiciones asimétricas o desiguales mediante la fuerza. La fuerza no tiene por qué ser física; el prestigio, el reconocimiento social, el dinero, el linaje o la fe, todos son fuerzas para los miembros de una sociedad.
La diferencia de estatus también puede tener otro sentido. La separación funcional no es una separación de clases, sino una separación necesaria para la subsistencia del conjunto de individuos. Los límites y la separación entre los distintos trabajos mantienen el orden y la cohesión del conjunto. No solo mejoran la eficacia de cada actividad (la especialización tiene esta consecuencia), sino que también garantizan que la actividad se ejerza correctamente. La separación funcional garantiza la eficacia de la actividad. Esto es claro en actividades que sirven a múltiples propósitos y requieren conocimientos diversos: no es lo mismo ensamblar un ala (soldador) que diseñarla (ingeniero), ni hacer un pastel (repostero) que preparar mortero (albañil).
Esto es aún más importante cuando las actividades afectan al orden y la estabilidad de la comunidad; es decir, cuando hablamos de conocimientos y habilidades que sirven para ordenar y sostener una comunidad. En este caso, podemos distinguir entre:
Platón percibió que la mezcla de funciones solo traería consecuencias desastrosas: un magistrado no debe hacer las leyes, sino aplicarlas; un gobernante no debe juzgar, sino hacer cumplir la ley; y no es bueno que quien hace negocios juzgue, o que quien hace las leyes también haga negocios. Es el mismo principio que siglos después formularía Montesquieu como la separación de poderes: quien hace cumplir la ley no puede hacerla (la policía no debe legislar), ni quien la aplica debe hacerla cumplir (el juez no debe ser policía), etc. La libertad de los individuos solo estará a salvo si los distintos trabajos que necesita el conjunto no se solapan y se mantienen debidamente separados. La separación asegura el buen funcionamiento de cada parte y, con él, la libertad.
Si el que gobierna hace las leyes, o el que negocia también juzga, desaparece el orden y las ventajas que traen las distinciones. Hay casos en la historia donde no se ha mantenido (o no se mantiene) esta separación. Por ejemplo, el gobierno de los ricos es la plutocracia; el gobierno de los que ejercen la fuerza es el fascismo; y si, además, hacen las leyes, es una dictadura o un sistema totalitario. El juez que al mismo tiempo tiene la fuerza es el tirano. Lo que tienen en común estas situaciones es que solo hay jerarquía, pues no se deja trabajar o cumplir su función a cada parte de la sociedad, sino que una manda sobre las demás. Es un orden de fuerza, no un orden de libertad.