Portada » Historia » El Emirato de Córdoba: Consolidación y Transformación de Al-Andalus
Antes de la conquista iniciada en el año 711, se produjo una primera incursión de musulmanes en el sur peninsular, posiblemente el año anterior o incluso antes. Esta expedición, liderada por el bereber Tarif ibn Maluk, desembarcó en la actual Tarifa y realizó una razzia que evidenció la debilidad del reino visigodo. En 711, comenzó la invasión propiamente dicha con el desembarco en Gibraltar. Las tropas musulmanas, lideradas por Tariq ibn Ziyad, se enfrentaron a los visigodos del rey Rodrigo en la batalla del río Guadalete, resultando en una decisiva victoria musulmana y la desaparición del poder visigodo.
En apenas tres años, los musulmanes recorrieron la península de sur a norte, aprovechando las calzadas romanas. La resistencia fue escasa, concentrándose en núcleos leales a Rodrigo, mientras que las zonas controladas por los partidarios de Witiza colaboraron con los invasores. Entre 712 y 714, se multiplicaron las expediciones por toda la península, quedando fuera de su alcance solo las regiones cristianas del noroeste.
Durante la primera mitad del siglo VIII, los musulmanes consolidaron su dominio en los territorios conquistados y realizaron incursiones en la Europa transpirenaica, siendo detenidos en Poitiers por Carlos Martel. En este periodo, se acuña el término Al-Andalus, cuya etimología más aceptada es la que lo deriva de una corrupción del término «Atlántico». Existen diversas teorías sobre la extensión de Al-Andalus: algunos, como Maravall, lo consideran un concepto geográfico que abarca toda la península, mientras que otros, como Lévi-Provençal, lo limitan al territorio bajo control musulmán.
En 756, Abd al-Rahman I, único superviviente de la dinastía Omeya, llegó a Al-Andalus y se proclamó emir, estableciendo un emirato independiente del califato abasí de Bagdad. Su reinado se centró en la consolidación del poder omeya y la pacificación del territorio, enfrentándose tanto a rebeliones internas como a los reinos cristianos del norte. Abd al-Rahman I reorganizó la administración, dividiendo el emirato en coras y marcas, y creó un ejército profesional de mercenarios.
El emirato alcanzó su apogeo durante el reinado de Abd al-Rahman II, quien llevó a cabo una profunda reforma administrativa y una orientalización del estado, siguiendo el modelo del califato abasí. Se introdujeron nuevas figuras administrativas, como el visir, el Sahib al-Madina (señor de la ciudad) y el Sahib al-Shurta (jefe de policía). Además, se profesionalizó el ejército, dividiéndolo en tres cuerpos: el ejército regular, la guardia personal del emir y la marina.
El emirato de Córdoba se enfrentó a numerosos desafíos, incluyendo las rebeliones en las marcas fronterizas, las invasiones normandas y la resistencia de los reinos cristianos del norte. A pesar de estos conflictos, el emirato logró consolidarse como una entidad geopolítica independiente y sentó las bases para el posterior califato de Córdoba.