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Los gobiernos liberales van a llevar a cabo el desmantelamiento total del Antiguo Régimen de manera gradual: primero se desarrollo una fase de transición entre absolutismo y liberalismo, a continuación, la ruptura y finalmente se implantó un gobierno liberal autoritario.
El final del absolutismo y el establecimiento de un sistema liberal se producen al mismo tiempo que la Guerra Civil carlista. El testamento de Fernando VII establecía la creación de un Consejo de Gobierno para asesorar a la regente María Cristina, que estuvo presidido por Cea Bermúdez y compuesto por absolutistas moderados. Defensor del Despotismo Ilustrado, prometía cambios, pero manteniendo las prerrogativas reales, respetando la monarquía, las leyes fundamentales y la religión.
La Regencia, aunque no fue muy favorable a las reformas, necesitaba ampliar apoyos para defender la causa de su hija. La única reforma emprendida por este gobierno fue la nueva división provincial de España, promovida por Javier de Burgos que pretendía avanzar hacia la unidad administrativa. España quedó dividida en 49 provincias. Esta reforma se opónía a los fueros y buscaba la igualdad territorial.
Pronto se vio la necesidad de nombrar un nuevo gobierno capaz de conseguir la adhesión de los liberales, que se habían convertido en los principales aliados de la causa isabelina. En Enero de 1834 es nombrado primer ministro Martínez de la Rosa, un liberal moderado.
Su misión era la transición del Antiguo Régimen al régimen liberal, sin que ello supusiese el derrumbamiento del Estado. Con tal fin promulgó el Estatuto Real de 1834, que era una especie de Carta Otorgada, por la cual la monarquía dejaba de ser absoluta, aunque manténía enormes prerrogativas (cualquier derecho o libertad eran concedidos por “gracia real”).
Su articulado se dirigía a la formación y funcionamiento de las Cortes, constituidas por dos Cámaras: los Próceres del Reino (asamblea nobiliaria) y los Procuradores del Reino (representantes). Ambas son convocadas, suspendidas y disueltas por el rey. Las leyes requieren la aprobación de las dos Cámaras y del rey. El Presidente del Gobierno era nombrado por el rey. El propio presidente elegía al Consejo de Ministros, que estaba sujeto a responsabilidad política ante el Parlamento.
El Estatuto Real pese a sus limitaciones y sin consagrar el principio de soberanía nacional supone el fin del absolutismo, pero solo es aceptado por los elementos más moderados del liberalismo y propicia el surgimiento de tendencias políticas que darán lugar a los primeros partidos de corte liberal.
– Los LIBERALES PROGRESISTAS O EXALTADOS. Estaba formado por la mediana y la pequeña burguésía, profesionales liberales (profesores, periodistas, abogados) y parte de la oficialidad media o inferior del ejército. Aspiran a la reforma permanente. Eran demócratas y anticlericales. Defienden:
e) Defensa de amplios derechos individuales y colectivos: ampliación de la libertad de imprenta, de prensa, de opinión, de religión, etc.
El Partido Demócrata surgíó de una escisión del Partido Progresista durante la revolución de 1848. Integraba a progresistas radicales, republicanos y simpatizantes del socialismo. Defendían la soberanía nacional, el sufragio universal, la libertad de conciencia, el derecho de reuníón y asociación…. Aspiraba a tener su base social en las clases populares.
– Los LIBERALES MODERADOS O DOCTRINARIOS. Formados por terratenientes, grandes comerciantes e intelectuales conservadores junto a los restos de la antigua nobleza y altos mandos militares. Sus principales ideas eran:
d) Se arrincona el principio de Soberanía Nacional, en favor de la soberanía compartida entre las Cortes y la Corona, otorgando a esta amplios poderes (nombrar ministros, disolver las Cortes…).
e) Separación de poderes más jurídica que real. El poder legislativo y el ejecutivo aparecen casi asimilados. El Poder judicial es controlado (los jueces son nombrados por los gobiernos).
f) Limitación de derechos colectivos como libertades de prensa, opinión, reuníón y asociación. Entre sus filas destacaron Istúriz, Narváez, Alcalá Galiano, González Bravo o Alejandro Mon.
La Uníón Liberal se constituyó en los años 50 como partido de centro. Se nutría principalmente del ala derecha del Partido Progresista y, sobre todo, del ala izquierda del Partido Moderado. Aspiraba a ser una alternativa política tan distante del progresismo radical como del moderantismo reaccionario. Su líder fue el general O´Donnell.
La Corona y los antiguos privilegiados maniobran para mantener en el poder a los moderados en los sucesivos cambios de gobierno.
Los progresistas descontentos con las tímidas reformas protagonizaron con el apoyo de las Juntas y de la Milicia Nacional una serie de revueltas que culminaron en un movimiento revolucionario en 1835 que dio lugar a la formación de Juntas.
La radicalización del movimiento se tradujo en la quema de conventos y el asesinato de frailes. Este movimiento que rechazaba el Estatuto y exigía la convocatoria a Cortes, forzó a la Regente a recurrir a Mendizábal, que sustituyó al conde de Toreno en el gobierno. Con él se instalaba en el poder el liberalismo progresista.