Portada » Psicología y Sociología » El comportamiento humano: bases biológicas, procesos mentales y la influencia de la socialización
Por nuestra mente fluyen numerosos pensamientos, dudas, creencias, deseos y sentimientos. A veces, estamos absortos en nuestros problemas y unos pensamientos se encadenan con otros o los sustituyen momentáneamente. Pensar, recordar, desear, sentir… también son actividades. Estas constituyen la vida psíquica de cada individuo, la cual puede ser más rica, compleja y gratificante que la vida pública o externa.
Para algunos autores, la mente es algo que permanece, el soporte de los estados mentales, y que se mantiene aunque éstos desaparezcan. La mente, por lo tanto, sería una entidad que nos daría continuidad e identidad como personas.
Otros autores, en cambio, no ven la necesidad de hablar de la mente como algo diferente del conjunto de los fenómenos mentales. Son, sobre todo, nuestros recuerdos lo que nos permite reconocernos como personas con continuidad e identidad en el tiempo.
Propiedades que distinguen los fenómenos mentales de los físicos:
La conciencia siempre es autoconciencia; es decir, conciencia de uno mismo como ser que piensa, recuerda o desea. La conciencia y la intimidad han sido valoradas como lo específico y característico del psiquismo humano. En este sentido, se han identificado mente y conciencia. No obstante, si mente y conciencia son lo mismo, eso significa que todo lo que forma parte del psiquismo humano es obligatoriamente consciente.
A partir de Freud, se cuestiona y se pone en tela de juicio que realmente tengamos un conocimiento tan privilegiado de nosotros mismos. Los fenómenos psíquicos o mentales son íntimos, y por lo tanto, asequibles para nosotros, pero no para los demás. Ni siquiera nosotros poseemos un conocimiento completo de nuestra vida psíquica. Algunos aspectos y fenómenos mentales permanecen ocultos, incluso para el propio sujeto.
En una de sus primeras obras, Estudios sobre la histeria (1895), Freud dio a conocer las bases de la teoría del psicoanálisis, que es tanto una terapia para tratar trastornos mentales como una teoría sobre el ser humano y su mente. Como teoría, destaca por la defensa de la existencia de estados mentales inconscientes y porque reivindica su importancia en la determinación de la conducta humana.
Según la concepción psicoanalítica, no todos los fenómenos mentales son conscientes. De hecho, la mayoría no lo son y los que lo son tienen poca fuerza. Para Freud, el verdadero motor de nuestra conducta no son nuestros deseos ni creencias conscientes, sino los impulsos primarios, los cuales, a pesar de ser inconscientes, tienen fuertes repercusiones en nuestro comportamiento.
La represión es el mecanismo psíquico que asegura que los contenidos mentales peligrosos permanezcan escondidos. Sin embargo, dado que la fuerza de estos instintos para aflorar a la superficie e imponerse a la conciencia es muy grande, existe una serie de mecanismos para satisfacerlos. Uno de estos mecanismos es la sublimación, que es la canalización inconsciente de un deseo inaceptable en una actividad culturalmente aceptada y considerada superior.
Hemos de aceptar que de nuestra vida psíquica sólo somos conscientes en parte y que existen procesos psíquicos bastante influyentes, pero de los que no nos percatamos.
Facultades cognitivas: Son aquellas relacionadas con el proceso de conocimiento y que nos ayudan a formarnos una idea de cómo es y cómo funciona la realidad.
La inteligencia emocional se refiere a la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás.
Estados afectivos: El ser humano, lo que le rodea le afecta de manera positiva o negativa, pero siempre le afecta de alguna manera. Los estados afectivos más básicos son el dolor y el placer. La afectividad es mucho más rica y compleja:
Los fenómenos mentales (sean conscientes o inconscientes, cognitivos o afectivos) están relacionados con fenómenos físicos, como estados neuronales u hormonales. Los últimos descubrimientos inducen a pensar que los fenómenos psíquicos no sólo tienen una base o causa física, sino que serían un mismo y único fenómeno. A pesar de todo, los conocimientos en neurobiología no son definitivos. Muchos pensadores se niegan a creer que la mente se reduzca a conexiones nerviosas entre neuronas, por lo que rechazan la idea de que mente y cerebro constituyan una misma entidad.
El sistema nervioso constituye un complejo y eficiente mecanismo biológico que permite a los seres vivos relacionarse con su entorno. Se trata de una enorme red responsable de la captación de los estímulos internos y externos, de su transmisión y análisis, así como de la elaboración y retransmisión de la respuesta que el centro de decisión considera óptima.
La información que procesa el sistema nervioso es básicamente de dos tipos: los datos captados por los órganos sensitivos (internos o externos) y la reacción del organismo frente a ellos. Esta información viaja por una red formada por neuronas, nervios y centros nerviosos que la procesan y analizan para dar finalmente una respuesta.
Las Neuronas: La función principal de las neuronas y de los circuitos neuronales es transmitir y recibir información. La información viaja en forma de impulso nervioso (como una pequeña corriente eléctrica). La neurona transmisora libera en el extremo del axón los neurotransmisores que viajan a través del espacio sináptico hasta la dendrita de la neurona receptora.
El sistema nervioso central: En él se encuentran los máximos responsables del análisis de la información y la toma de decisiones. Serían los siguientes:
Es el órgano más importante del sistema nervioso y también de todo el organismo. Pesa aproximadamente 1200 gramos y se divide en dos hemisferios simétricos, el derecho y el izquierdo. Está formado por:
El cerebro no es solo responsable de las reacciones motoras ante los estímulos, también es el responsable de las reacciones hormonales del organismo. El hipotálamo, situado en la parte central del encéfalo, controla el sistema endocrino.
El sistema endocrino: Está formado por las glándulas y los tejidos que intervienen en la secreción de hormonas. Está directamente controlado por el sistema nervioso, ya que es el hipotálamo el que, en función de los estímulos, ordena a las glándulas endocrinas responder hormonalmente. Este sistema es muy importante para que exista un equilibrio químico en el organismo; es el responsable de muchos de los cambios que padecemos para adaptarnos a nuevas situaciones. Tiene una importante repercusión en la vida mental y en el comportamiento del ser humano. La neurología actual investiga las reacciones químicas y su relación con nuestra vida psíquica.
La relación entre los procesos físicos y los procesos mentales ha dado lugar, a lo largo de la historia, a distintas concepciones filosóficas sobre el ser humano. Las principales teorías respecto a esta cuestión se dividen en tres grupos: el dualismo, que tiende a diferenciar cerebro y mente; el monismo, que los identifica; y las teorías que van más allá de las explicaciones monistas y dualistas, las cuales plantean nuevas perspectivas sobre este asunto.
Se caracteriza por postular la existencia de dos realidades de naturaleza y consistencia diferentes: el cuerpo y la mente. Se acostumbra a nombrar como representantes del dualismo tradicional a Platón y a Descartes.
En la actualidad, el dualismo se centra en la defensa de que cerebro y mente no son lo mismo. La mente se considera algo espiritual e inmaterial. Por ello, el hecho de que muramos, es decir, de que nuestro cerebro deje de funcionar, no implica que desaparezca toda forma de vida mental. Se han planteado algunos problemas, entre los que se destaca la cuestión de cómo es posible que exista una relación mente-cuerpo (o cerebro-mente) si se trata de realidades tan diferentes. La existencia de esta interrelación es incuestionable. Nuestros estados corporales influyen en los mentales y éstos, a su vez, en nuestras acciones.
Considera que el ser humano es un ser unitario, negando la existencia de la mente como una realidad distinta del cerebro. Se distinguen dos tipos de monismo:
Uno de los problemas con que colisiona el reduccionismo radical es que, si todo estado o proceso mental se reduce a un estado o proceso neuronal, entonces se tendrían que caracterizar por las mismas propiedades, y no es así.
A raíz de las insuficiencias que presentan el dualismo y el monismo, han ido surgiendo explicaciones sobre la relación mente-cuerpo que pretenden superar estas deficiencias. Algunas de las más relevantes son:
La conducta es, precisamente, el modo observable de cómo reaccionamos ante la realidad.
Entendemos por conducta la reacción observable que un individuo tiene ante un estímulo, ya sea interno o externo. Fundamentalmente, lo que diferencia la conducta de otras reacciones es que puede ser observada, comprobada y analizada por cualquier espectador externo. Las dos vertientes del comportamiento son: inobservable (fenómeno psíquico) y observable (conducta).
La conducta también puede ser instintiva o abierta. Es instintiva cuando la reacción ante un estímulo es idéntica en todos los miembros de la especie, y una respuesta abierta es cuando la reacción no está biológicamente prefijada; el mismo estímulo puede desencadenar reacciones diferentes, incluso en un mismo individuo.
Los motivos son aquello que da sentido y hace comprensible la conducta de los demás. Se pueden definir como cualquier factor que mueve o empuja a un individuo a comportarse y actuar de la forma en que lo hace.
Los motivos acostumbran a ser estados o procesos mentales del individuo que actúa. Por ello, son inobservables y pueden constituir un misterio para el espectador externo, que ve lo que hace el otro pero desconoce por qué lo hace. Muchos autores han intentado clasificar los principales motivos que empujan al ser humano a actuar. Esto es bastante complicado debido al carácter abierto e indefinido del ser humano: cada persona es un mundo y actúa por razones incomprensibles para los demás.
Para algunos autores, el motivo principal por el que reaccionamos es la necesidad de conservar el equilibrio del organismo. Según la teoría homeostática de la motivación, el ser humano busca fundamentalmente su equilibrio (homeostasis). Por ello, cuando una necesidad perturba al individuo, se produce un desequilibrio que hace reaccionar al organismo para restablecer el orden perdido.
Clasificación de los motivos:
Fragmentamos el comportamiento humano voluntario en tres fases:
La desmotivación es uno de los elementos más perturbadores del comportamiento. Cuando no tenemos motivos, o estos son débiles, la consecuencia más inmediata que se desprende es la desgana o inacción, ya que no hay nada suficientemente fuerte que nos mueva a actuar.
Su inadaptación y su gran plasticidad, que le permite aprender continuamente, lo convierten en un ser insatisfecho, motivo por el cual se propone nuevos hitos y conquistas.
Es el proceso de aprendizaje mediante el que nos integramos en la comunidad de la que formaremos parte. Consiste en la adquisición e interiorización de las reglas, los principios y las costumbres de la cultura en la que vivimos.
Necesitamos a los demás para aprender las habilidades, los usos y las normas sociales, y por otro lado, precisamos adquirir estas pautas para poder vivir con ellos. Gracias a la socialización, adquirimos conocimientos imprescindibles de quienes nos rodean y, además, formamos los vínculos afectivos necesarios para llevar una vida rica y plena. Pero, sobre todo, mediante la socialización modelamos nuestra conducta y personalidad. Mediante la socialización no solo nos integramos en la sociedad, sino que también nos formamos como personas.
La socialización nos otorga algo de lo que careceríamos si creciéramos solos y aislados. Gracias a ella disfrutamos de un poso común que nos une y asemeja, favoreciendo la capacidad de empatizar y la posibilidad de sentirnos comprendidos y reconocidos por los demás. La socialización no solo es importante porque nos hace miembros de nuestra comunidad, sino que es imprescindible porque es un proceso de humanización.
Para existir como ser humano no es suficiente nacer humano, sino que hemos de construirnos como tales. Para ser humanos debemos actualizar todas las disposiciones genéticas y biológicas, y eso solo puede conseguirse con la socialización. Mediante esta, adquirimos todas las cualidades y actitudes que nos permiten llevar una vida que merezca el calificativo de humana.
El ser humano se caracteriza por una capacidad de aprendizaje mayor y más larga. Mientras que en la mayoría de los animales la disposición para el aprendizaje se limita a los años de formación, en los humanos se produce lo que algunos autores han llamado juvenilización. Consiste en un periodo de juventud largo, pues se mantienen durante prácticamente toda la existencia rasgos que en las otras especies son exclusivos de esta etapa vital. El aprendizaje es mucho más fecundo durante la infancia. En esta edad, parece que el ser humano está dotado para asimilar y adquirir conocimientos de todos los tipos. Y aunque esta disposición nunca se pierde, sí queda considerablemente entumecida con el paso del tiempo.
Dos tipos de socialización:
En los primeros años de vida, todos los niños sienten la tendencia a reproducir aquello que ven hacer a los demás. Esto constituye uno de los mecanismos fundamentales de integración social. Este comportamiento imitativo es arbitrario y gratuito, pero los mayores se encargan de canalizar provechosamente esta tendencia innata mediante la aprobación y la recompensa ante las imitaciones satisfactorias, y la reprobación y el rechazo de las desafortunadas. Superada la infancia, esto ya no tiene un papel tan importante, aunque sigue determinando la conducta durante toda la vida.
Son todos aquellos elementos que hacen efectiva o intervienen en el proceso de socialización. Es decir, todo aquello que desempeñe la acción de socializar. Existen muchos tipos de socializadores:
Desde la psicología, el efecto de la socialización que más se destaca es la formación de la personalidad. Por personalidad se entiende la forma de ser estable y personal de cada uno, el modo de comportarse característico de un individuo frente a los demás. Está íntimamente ligada al proceso de socialización, pues está constituida no solo por predisposiciones innatas a reaccionar de cierta manera, sino también por nuestro carácter. El carácter es el conjunto de hábitos que adquirimos socialmente en nuestra interacción con los otros. Por ello, la personalidad reúne factores de tipo hereditario, pero también factores aprendidos. Se puede afirmar que, para el desarrollo de una personalidad sana, es imprescindible una adecuada socialización.
Desde la sociología se analizan dos aspectos de la socialización. Por una parte, se estudia la socialización como un requisito para que haya integración real y efectiva del individuo en su entorno social. En este sentido, la socialización posibilita la adaptación y previene la marginación o exclusión social. Por otra parte, considera la socialización como uno de los garantes de la conservación de cualquier sociedad, porque mejora la continuidad de sus principales rasgos. Gracias a que los modelos básicos se transmiten de una generación a otra, es posible que la sociedad sobreviva.