Portada » Historia » El auge de los nacionalismos periféricos durante la Restauración
En la 2ª fase del periodo de la Restauración hay una serie de fuerzas políticas que se encuentran excluidas del sistema de turnos: republicanos, nacionalistas catalanes y vascos, ultraconservadores, socialistas y anarquistas.
La ideología nacionalista se difundió por toda Europa en el siglo XIX. En España está directamente relacionado con el modelo de estado centralizado que habían impuesto los sucesivos gobiernos liberales. El recorte de la autonomía local y provincial y la cuestión foral son el origen de esta reacción nacionalista extrema. El nacionalismo es una ideología que busca que cada pueblo o nación tenga derecho a su propia soberanía. En el caso de España hay dos nacionalismos, el vasco y el catalán, que reivindican ese derecho de autogobierno. Debilitados el carlismo y el republicanismo, surgen estos dos movimientos nacionalistas como respuesta a las pretensiones centralistas. Los nacionalismos periféricos fueron siempre manifestaciones de la mediana y pequeña burguesía, que intentaban recuperar su identidad nacional mediante la defensa de sus particularidades históricas frente al Estado unificador. La alta burguesía de la Restauración, estuvo vinculada a los intereses de la política oficial y colaboró con el Estado. Aparecen dos líderes políticos que pretenden lograr sus objetivos nacionalistas. Son de ideología política conservadora y ultra católica: Sabino Arana (nacionalismo vasco) y Prat de la Riba (nacionalismo catalán).
Hacia 1830, dentro del contexto cultural del Romanticismo, surgió en Cataluña un amplio movimiento conocido como la Renaixença, cuya finalidad era la recuperación de la lengua y de las señas de identidad de la cultura catalana, pero carecía de proyectos políticos.
Más tarde, durante la Restauración, surgió el catalanismo político de la mano de Valentí Almirall, quien unificó las dos corrientes destacadas del catalanismo: la republicana y la progresista. En 1891 ambos grupos se unieron gracias a los esfuerzos de Prat de la Riba y crearon la Unió Catalanista. En su primera asamblea, sentaron las bases del catalanismo. Basado en:
Durante el reinado de Alfonso XIII a partir de la crisis de 1898 el nacionalismo catalán conoce una etapa de madurez y expansión entre los distintos sectores de la burguesía, cada vez más alejada de los partidos del gobierno. Fue así como en 1901 nació la Lliga Regionalista, que tuvo entre sus líderes a Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. La Lliga presentó un programa político conservador, católico y burgués con dos objetivos:
Desde 1906 formó una coalición electoral con otros grupos catalanistas que arrasó en las elecciones de 1907. La burguesía y el campesinado eran sus máximos apoyos mientras que la clase obrera abrazó mayoritariamente el Anarquismo.
El nacionalismo vasco fue diferente al catalán, ya que no se formó a partir de una burguesía moderna. Se fraguó en la segunda mitad del siglo XIX a partir de una corriente de recuperación de la cultura vasca. Pero fue la abolición de los fueros la que originó el nacimiento de una corriente que defendía la restitución de los mismos. Por otro lado, el proceso de industrialización del País Vasco favoreció una fuerte inmigración de personas procedentes de otras regiones españolas, que supuso una ruptura de la sociedad tradicional vasca. Fue en este contexto en el que Sabino Arana, recogiendo la tradición foralista y de defensa de la cultura vasca, formuló los principios que dieron origen al nacionalismo vasco e impulsó la fundación del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1895. Sus principios ideológicos eran:
El nacionalismo vasco atacaba tanto a la clase dirigente vasca, considerada responsable de la destrucción de la sociedad tradicional al favorecer el proceso industrializador, como al socialismo obrero. Mientras el nacionalismo vasco mantuvo esta postura radical no consiguió extenderse en el seno de la sociedad vasca. El principal marco de acción política del PNV fue el propio País Vasco, centrando sus esfuerzos electorales en el control de los Ayuntamientos y las Diputaciones, pero sin tomar parte en las elecciones generales españolas. Desde la muerte de Sabino Arana convivieron dentro del partido dos tendencias: la independentista y la autonomista.