Portada » Historia » El Ascenso del Fascismo en Italia y el Nazismo en Alemania
Tras el Risorgimento de 1870, Italia se constituyó como una monarquía parlamentaria. Sin embargo, el inicio del siglo XX trajo consigo una serie de dificultades que marcarían el devenir del país:
En este contexto de crisis e inestabilidad, surge la figura de Benito Mussolini. El 23 de marzo de 1919, Mussolini funda los Fasci di Combattimento, grupos paramilitares que se presentaban como una alternativa a los movimientos de izquierda. Estos grupos, conocidos como camisas negras, se enfrentaban violentamente a los líderes sindicales, con el apoyo de la policía y algunos jueces. El movimiento fascista fue ganando apoyo entre la plutocracia capitalista y los terratenientes, que veían en él una forma de frenar el movimiento obrero.
El 7 de noviembre de 1921, Mussolini funda el Partido Nacional Fascista. Para llevar a cabo sus acciones violentas, crea las Squadre d’Azione, también conocidas como camisas negras.
Inicialmente, el fascismo no tenía un programa definido, sino una serie de ideas principales:
En las elecciones de 1921, el Partido Nacional Fascista obtuvo un resultado modesto, consiguiendo solo 35 de los 520 diputados. Sin embargo, Mussolini supo aprovechar la convulsa situación política y social para hacerse con el poder. El 22 de octubre de 1922, organizó la Marcha sobre Roma, en la que participaron 30.000 camisas negras. Ante la presión de los fascistas, el rey Víctor Manuel III encargó a Mussolini la formación de un nuevo gobierno para evitar un enfrentamiento violento. El nuevo gobierno incluía solo tres ministros fascistas, pero Mussolini inició una serie de maniobras para consolidar su poder:
En las elecciones generales del 6 de abril de 1924, el Partido Nacional Fascista obtuvo una amplia victoria, consiguiendo 355 de los 535 diputados. Con el poder en sus manos, Mussolini inició una persecución sistemática contra sus opositores. El caso más conocido fue el secuestro y asesinato del diputado socialista Giacomo Matteotti en 1924.
En 1925, Mussolini disolvió el Parlamento e instauró una dictadura totalitaria. Se convirtió en Duce, líder absoluto del Partido Nacional Fascista y del Estado italiano. Se promulgaron leyes fascistas que eliminaron los partidos políticos y los sindicatos, censuraron la prensa libre y crearon la OVRA, la policía política encargada de reprimir cualquier tipo de disidencia.
En el ámbito social, se instauró el corporativismo, un sistema en el que los sindicatos verticales, controlados por el Estado, agrupaban a trabajadores y empresarios de un mismo sector. Se prohibieron los sindicatos tradicionales con el objetivo de eliminar la lucha de clases. La Carta del Trabajo de 1927 introdujo algunas medidas a favor de los trabajadores, como la seguridad social, las vacaciones laborales y la creación de asociaciones para actividades de ocio.
En el ámbito económico, se implementaron políticas proteccionistas para fomentar la industria nacional. El objetivo era alcanzar una economía autárquica. Se fomentó la concentración empresarial y se pusieron en marcha grandes obras públicas para reducir el desempleo.
En materia de relaciones internacionales, Mussolini firmó los Tratados de Letrán con el Vaticano en 1929, poniendo fin a la Cuestión Romana. El Vaticano se convirtió en un Estado independiente y se reconoció la soberanía del Papa. En Italia, el catolicismo se convirtió en la religión oficial y se estableció la educación religiosa en las escuelas. Se construyó la Via della Conciliazione, que conecta Roma con la Ciudad del Vaticano.
Mussolini llevó a cabo una agresiva política imperialista en el área mediterránea:
Tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, se proclamó la República de Weimar en 1918. El país se encontraba en una situación de gran inestabilidad política y económica:
El 5 de febrero de 1919, la Asamblea Nacional Constituyente fundó la República de Weimar. Se aprobó una nueva Constitución que reconocía los derechos fundamentales (Grundrechte). Sin embargo, la República se enfrentó a graves problemas económicos, como la hiperinflación de 1923, provocada por la política económica y el pago de las indemnizaciones de guerra. El gobierno sufrió una violenta oposición y varios intentos de golpe de Estado. La situación se estabilizó parcialmente con el Plan Dawes y los Tratados de Locarno, que permitieron la recuperación económica. Sin embargo, la economía alemana seguía dependiendo de los préstamos extranjeros y el gasto público era excesivo.
En 1925, el general monárquico Paul von Hindenburg fue elegido presidente de la República.
En agosto de 1919, se fundó en Baviera el Partido Obrero Alemán (DAP). Este partido, contrario al Tratado de Versalles, era nacionalista, pangermanista, antisemita y anticapitalista. El 12 de septiembre de 1920, Adolf Hitler se unió al partido tras asistir a uno de sus mítines. El 24 de febrero de 1920, Hitler pronunció un discurso en la cervecería Hofbräuhaus de Múnich, en el que presentó el Programa de los 25 Puntos del partido. Este programa incluía ideas como el antisemitismo, el antiparlamentarismo, el antimarxismo, el anticapitalismo, la abolición de las rentas no derivadas del trabajo, la igualdad de clases y la necesidad de un espacio vital (Lebensraum) para el pueblo alemán.
En agosto de 1920, el partido cambió su nombre a Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). Se adoptaron los símbolos del movimiento, como la esvástica (Hakenkreuz) y la bandera del partido (Parteiflagge). A finales de año, el partido compró el diario bávaro Völkischer Beobachter.
En 1921, Hitler se convirtió en el líder absoluto del partido (Führer) durante un mitin en el circo Krone. El partido abandonó sus ideas socialistas iniciales y se acercó al capitalismo, obteniendo el apoyo financiero de grandes industriales que veían en el nazismo un aliado contra el comunismo internacionalista.
El 3 de agosto de 1921, se fundaron las Sturmabteilung (SA), las tropas de asalto del partido. Su función era mantener el orden en los mítines del NSDAP y causar disturbios en los mítines de otros partidos.
El 8 de noviembre de 1923, Hitler y las SA intentaron un golpe de Estado (putsch) en la cervecería Bürgerbräukeller de Múnich. Se estableció un gobierno provisional de derecha y se tomaron los cuarteles del ejército (Reichswehr) y la policía. Al día siguiente, el golpe fracasó, pero Hitler y el héroe de guerra Erich Ludendorff encabezaron una marcha de 2.000 seguidores hacia el centro de Múnich. Cerca del Feldherrnhalle, se produjo un tiroteo con la policía en el que murieron 16 participantes. Hitler fue detenido el 11 de noviembre y encarcelado en la prisión de Landsberg, donde comenzó a escribir Mein Kampf (Mi Lucha). En este libro, Hitler expuso la ideología del nacionalsocialismo:
Tras su salida de prisión, Hitler reorganizó el NSDAP y aprovechó la crisis económica y la inestabilidad política para ganar apoyo popular. En las elecciones de 1932, el NSDAP se convirtió en el partido más votado del Reichstag. El 30 de enero de 1933, el presidente Hindenburg nombró a Hitler canciller de Alemania.
El 23 de marzo de 1933, se aprobó la Ley Habilitante (Gesetz zur Behebung der Not von Volk und Reich), que otorgaba plenos poderes a Hitler, poniendo fin a la división de poderes y al parlamentarismo. El 23 de abril de 1933, se creó la Gestapo, la policía secreta del régimen nazi, que utilizaba la tortura de forma habitual.
Se implementó una política económica autárquica, orientada al rearme y la preparación para la guerra. Se construyeron grandes infraestructuras, lo que contribuyó a reducir el desempleo.
Hitler eliminó cualquier oposición interna dentro del NSDAP. En la Noche de los Cuchillos Largos (Nacht der langen Messer) del 30 de junio de 1934, se asesinó a los líderes de las SA, incluyendo a Ernst Röhm, que defendían ideas más socialistas.
El 15 de septiembre de 1935, se promulgaron las Leyes de Núremberg, que institucionalizaron el antisemitismo. La Ley de Ciudadanía del Reich (Reichsbürgergesetz) establecía la distinción entre ciudadanos arios de pleno derecho y súbditos no ciudadanos considerados «inferiores». La Ley para la Protección de la Sangre y el Honor Alemanes (Gesetz zum Schutze des deutschen Blutes und der deutschen Ehre) prohibía el matrimonio y las relaciones sexuales entre judíos y alemanes, así como la contratación de mujeres alemanas menores de 45 años por parte de judíos. Se les prohibió también el uso de la bandera del Reich.
La Noche de los Cristales Rotos (Reichskristallnacht) del 9 al 10 de noviembre de 1938 marcó un punto de inflexión en la persecución de los judíos. El asesinato de un diplomático alemán en París por un joven judío fue utilizado como pretexto para desencadenar una ola de violencia contra la comunidad judía. Se destruyeron 300 sinagogas, se atacaron tiendas y negocios judíos, se profanaron cementerios, se detuvo a 25.000 judíos y se asesinó a unos 40. Se obligó a los judíos a pagar los daños causados y se les confinó en guetos, excluyéndolos de la vida pública.
La persecución de los judíos culminaría en el Holocausto, el genocidio sistemático perpetrado por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial.