Portada » Griego » El Antiguo Egipto: Civilización a Orillas del Nilo
El valle del río Nilo se encuentra en el nordeste de África. Allí, hace miles de años, se desarrolló la civilización egipcia.
Los antiguos egipcios construyeron sorprendentes pirámides y templos, dejaron miles de documentos escritos y vivieron en ciudades ubicadas a lo largo del río. Algunas de estas construcciones y documentos perduraron en el curso del tiempo y nos permiten conocer la historia de Egipto.
Su arte fue creado para durar eternamente. Su función era venerar a los dioses y al faraón y asegurar a los muertos la mejor vida en el más allá.
El río Nilo atraviesa Egipto de norte a sur. En sus márgenes se extiende una franja de tierra fértil que posibilitó el desarrollo de la vida en la región. La vida de los antiguos egipcios dependía del río, ya que en su orilla se ubicaban las ciudades y los cultivos de los cuales se alimentaban.
Cuando se producía la crecida del Nilo, el agua inundaba los campos donde depositaba el limo, que fertilizaba las tierras, y con el tiempo se convirtió en un oasis. Luego, cuando bajaban las aguas del río, esas tierras se transformaban en zonas de siembra. Los habitantes aprovecharon la inundación del río, ya que construyeron canales de desagüe y diques para extender la zona de tierras fértiles.
Mares y desiertos formaban las fronteras naturales de Egipto.
Egipto estaba dividido en dos grandes zonas, siguiendo la corriente del río Nilo:
Alrededor del 3000 a.C., las zonas del Alto y Bajo Egipto (los «dos países») se unieron, dando inicio a una larga historia dividida en períodos:
Este último imperio finalizó alrededor de 1085 a.C.. Luego de esto, Egipto fue dominado por varios pueblos como, por ejemplo, los asirios, los persas y los griegos. Finalmente, en el siglo I a.C., fue dominado por los romanos.
En Egipto, el poder de gobernar se heredaba de padres a hijos, entre hermanos o parientes cercanos. De esta manera se formaban familias reales o dinastías que gobernaban el país, a veces por siglos y otras por solo unos años.
El faraón era considerado un dios viviente por los egipcios. Él era la máxima autoridad y garantizaba la unión de los «dos países». El faraón portaba una doble corona: la corona blanca representaba el Alto Egipto y la corona roja el Bajo Egipto.
El faraón podía casarse con varias mujeres, pero el matrimonio más importante solía ser con una mujer integrante de la familia real, casi siempre su hermana.
Los funcionarios eran civiles, militares y sacerdotes que asistían al faraón. El funcionario más importante era el visir, que controlaba la administración central y recibía las órdenes directas del faraón. Luego estaban los nomarcas, encargados de gobernar los nomos (unidades administrativas regionales similares a las provincias). Existía, además, una gran cantidad de funcionarios que ejercían distintas actividades. Entre ellos se destacaban los escribas, personas encargadas de escribir y registrar. Este oficio era muy importante porque los jeroglíficos eran un sistema de escritura complejo y difícil de dominar.
La mayor preocupación del faraón era obtener recursos para mantener a su familia, a la corte y a los funcionarios no productores. También necesitaba recursos para financiar las grandes obras públicas, el mantenimiento del ejército y la flota, y para conquistar otras tierras.
Estos recursos los obtenía principalmente de la tierra, que era trabajada por los campesinos. Toda la tierra pertenecía, en teoría, al faraón, quien cedía parte a su familia, otra a los templos y otra a los altos funcionarios.
También obtenía recursos de los impuestos que pagaba el pueblo y, además, las regiones conquistadas debían pagar un tributo al faraón.
Para obtener algunos productos que no se encontraban en el valle del Nilo, Egipto comerciaba con otras zonas. El comercio también era controlado en gran medida por el faraón o sus funcionarios. Por ejemplo, entre Egipto y los pobladores del Sinaí existían acuerdos mediante los cuales los egipcios explotaban las minas de turquesas de esa región.
Los egipcios eran politeístas, ya que creían que varios dioses controlaban el mundo y los diferentes aspectos de la vida. Los veneraban bajo diferentes formas:
El faraón era especialmente relacionado con el dios Horus, representado con cabeza de halcón.
Los egipcios creían que los dioses habitaban en los templos, donde se les rendía culto.
Los egipcios pensaban que la vida en la Tierra era solo un corto período comparado con la vida infinita en el «más allá».
Para poder continuar la vida en el más allá, la persona debía pasar por una serie de pruebas ante los dioses (el Juicio de Osiris), en las que tenía que demostrar que había tenido un comportamiento justo y correcto durante su vida terrenal. También se debía preservar el cuerpo físico de la destrucción, por eso desarrollaron complejas técnicas de embalsamamiento (momificación) y depositaban el cuerpo momificado en tumbas, junto con objetos personales, alimentos y textos sagrados (como el Libro de los Muertos) necesarios para la vida eterna.