Portada » Historia » Educación y Franquismo: Control Ideológico y Depuración Docente
El conservadurismo católico español arrastraba desde antiguo una preocupación por la penetración de ideas perniciosas a través de las instituciones educativas. Históricamente, desde los albores de la España liberal, la Iglesia había intentado mantener el control, no solo ideológico, sobre la instrucción de los ciudadanos, especialmente de las élites. El maestro culto y bien formado amenazaba el control ideológico que la Iglesia pugnaba por mantener; de hecho, la escuela constituía la única institución estatal cuyo despliegue territorial se podía comparar al de las parroquias.
El **nacional catolicismo** y la Iglesia percibían como especialmente perniciosa la influencia de los intelectuales y la escuela liberal. La Iglesia católica se convertirá en un fiel aliado del régimen, teniendo su apoyo el punto culminante en la declaración colectiva del episcopado Español de 1937 y que supone la legitimación del alzamiento militar.
Desde entonces, la **ILE (Institución Libre de Enseñanza)** ocupará un lugar emblemático entre los demonios familiares de la Iglesia y del régimen franquista. Desde la formación de la ILE en 1876, su influencia se había ido extendiendo más allá de los grupos universitarios originarios, calando poco a poco entre las clases medias urbanas y los círculos políticos liberales y republicanos. Su proyecto educativo liberal y democrático se acoplaba como un guante a la necesidad histórica de formar una élite urbana e ilustrada que liderara la modernización de España.
Sin constituir una corriente política concreta, y en buena medida gracias a ello, la influencia de la ILE de Giner de los Ríos y de sus colaboradores se dejó sentir con fuerza en determinados ámbitos del Estado, especialmente en los encargados de las materias educativas y científicas, dando tempranos frutos como la creación del ministerio de Instrucción Pública en 1900 o la junta para la ampliación de estudios e investigaciones científicas conocida como la “JAE” en 1907.
Las acciones de la JAE y de las reformas del periodo republicano, supusieron un intento temprano por romper con el modelo dual sobre el que se construyeron los modelos educativos de la España liberal, los cuales, a la par que establecieron una instrucción elemental común para todos los ciudadanos, que incidía en la adquisición de capacidades básicas y garantizaba la reproducción de los elementos doctrinales que garantizaban y legitimaban la organización social y el estado.
Los docentes requeridos por cada uno de los dos subsistemas tienen perfiles diferentes, y por tanto se formaban en modelos acordes con sus respectivas funciones: los maestros de educación básica (generalistas) y los de bachillerato (especializados en contenidos disciplinares de acuerdo a las disciplinas de la universidad).
Aunque la educación primaria durante el franquismo fue paulatinamente ampliando sus contenidos y extendiendo los años de escolarización, el modelo dual tradicional se mantuvo sin alteraciones especiales hasta la reforma educativa realizada en el final del franquismo, con la promulgación de 1970 de la Ley General de Educación.
Ya en el Fuero del Trabajo de 1938 se señalaba: “Renovando la religión católica de justicia social y alto sentido humano que informó nuestra legislación del imperio, el Estado nacional, en cuanto instrumento totalitario al servicio de la integridad patria y sindicalista en cuanto representa una reacción contra el capitalismo liberal y el materialismo marxista, emprende la tarea de realizar con aire militar, constructivo y gravemente religioso, la revolución que España tiene pendiente y que ha de devolver a los españoles de una vez para siempre la patria, el pan y la justicia”.
De la inquina ideológica se pasaría a la persecución política. La ILE va a recibir una atención especial en el decreto que Franco y su ministro de educación Ibáñez Martin firmaron en 1940, confiscación de bienes.
Tras acabar la guerra, 16000 maestros, es decir, el 25%, fue sancionado, y el 10% fue expulsado de la docencia. En enseñanzas medias se sancionó al 38% de los maestros y se expulsó al 16%, y en el caso de la universidad, la depuración alcanzó el 44%.
Los sectores más conservadores de la sociedad española vivieron la política educativa republicana como una agresión en toda regla al orden tradicional.
A la par de las victorias militares, el franquismo se empeñará en erradicar de la escuela cualquier vestigio del maestro culto y bien formado, capaz de erigirse en un referente de la comunidad.
El franquismo se garantizó la adhesión ideológica sin fisuras mediante la depuración de los docentes y las instituciones que los formaban, así como la reordenación política del sistema educativo en el que primó el interés del régimen por la formación de las élites a través del bachillerato y la universidad.
El concordato de 1953 va a refrendar un sistema educativo ultraconservador y clasista. En la escuela se implanta una educación confesional basada en tres premisas:
Estas tres premisas proceden del Carlismo intransigente del siglo XIX y del integrismo católico.
Frente al laicismo de la segunda república, se implanta en todo el territorio nacional la enseñanza confesional en cuanto a estas tres premisas.
Por circular del 7 de abril del 37 se establece la obligatoriedad de que los maestros realicen en sus escuelas durante el mes de mayo los ejercicios a María, que es una fiesta relacionada con la historia de la salvación y celebra un aspecto de la asociación de la Virgen María con el misterio de Cristo.
La educación se politiza y se impregna de valores ideológicos que el alzamiento militar lleva a cabo en el campo de batalla. Se propugna que la educación debe alumbrar al hombre nuevo que el régimen político necesita de acuerdo con una idea nacionalista que monopoliza el patriotismo.
Ahora la educación va a ser considerada como un asunto cuya competencia corresponde a la sociedad, siendo misión del estado únicamente la de coadyuvar a la labor.
Se consagra de este modo el principio de subsidiaridad del Estado desvinculándose sin embargo de sus antiguos orígenes liberales. Lógicamente la Iglesia aparecerá como la única fuerza social capacitada y políticamente legitimada para asumir la función docente. El estado se desentenderá de la educación hasta finales de la década de los 60 cuando el crecimiento económico obligará al régimen a aprobar una ley general de educación que ponga fin a las desigualdades educativas existentes en España, como por ejemplo, la existencia de dos modelos educativos, uno para ricos y otro para pobres, como escuelas rurales abandonadas y sobresaturación en las escuelas urbanas, otra es metodología y pedagogía basadas en el antiguo régimen o en el castigo, y que permitiese la incorporación de una mano de obra capacitada al mercado laboral.