Portada » Historia » Economía y Sociedad en el Perú Colonial y Republicano: Un Recorrido Histórico
El colonizador español poseía la psicología del buscador de oro, no la de un creador de riqueza. Carecía de las condiciones de colonización del anglosajón. No eran de una estirpe heroica; se sentían señores, no pioneros.
Los españoles se dedicaron preferentemente a la minería, impulsados por la codicia de los metales preciosos. El trabajo en las minas y las ciudades transformó al indio en esclavo.
El pueblo indígena había sido fundamentalmente agrario desde sus orígenes. El trabajo agrícola, dentro de un régimen feudal, convirtió al indio en siervo, vinculándolo a la tierra.
La esclavitud destruyó rápidamente el capital humano, subestimado por los colonizadores. Los españoles establecieron el sistema de las mitas, trabajo forzado que arrancó al indio de su suelo y costumbres. Esta esclavitud estaba destinada a fracasar como medio de explotación y organización económica de la Colonia, reforzando un régimen basado en la conquista y la fuerza.
Según Castro Pozo, el ayllu o comunidad ha conservado su idiosincrasia natural, su carácter de institución casi familiar. Tras la Conquista, sus principales factores constitutivos continuaron subsistentes. Se pueden clasificar en: comunidades agrícolas, comunidades agrícolas ganaderas, comunidades de pastos y aguas, y comunidades de usufructuación. Todas están relacionadas entre sí, con aspectos en común. En las comunidades subsisten hábitos de cooperación y solidaridad, expresiones empíricas de un espíritu comunista. A pesar de 100 años de régimen republicano, el indio no se ha vuelto individualista.
La coexistencia de comunidad y latifundio en el Perú se explica por las características del régimen colonial y la experiencia de la Europa feudal. El latifundio imponía la ley de su fuerza despótica, sin control del Estado. La comunidad se encontraba bajo un régimen de servidumbre. Las comunidades fueron despojadas de sus tierras en beneficio del latifundio feudal o semifeudal, incapaz de progreso técnico. El régimen del latifundio feudal atacó no solo una institución económica, sino también una institución social.
En el siglo XX, el Estado peruano tuvo un carácter nacional solo en apariencia, careciendo de aparatos administrativos fuertes. Los linderos de las haciendas permitían, toleraban y fomentaban formas de poder local, donde la propiedad de la tierra implicaba el ejercicio del poder político. Esto ocurría en todas partes. El gamonalismo obstaculizó la conformación de una sociedad nacional.
La economía del Perú es una economía colonial porque su movimiento y desarrollo están subordinados a los intereses y necesidades de los mercados de Londres y Nueva York. La agricultura peruana obtiene créditos y transportes solo para los productos que puede ofrecer con ventaja en los grandes mercados. La finanza extranjera se interesa un día por el caucho, otro día por el algodón, otro por el azúcar.
Durante la conquista, la economía brotaba espontánea y libremente del suelo y la gente peruanos. El pueblo incaico, laborioso, disciplinado, panteísta y sencillo, vivía con bienestar material. Sin embargo, los conquistadores españoles destruyeron esta formidable máquina de producción, sin poder reemplazarla. La sociedad indígena y la economía incaica se descompusieron y aniquilaron completamente al golpe de la Conquista. Rotos los vínculos de su unidad, la nación se disolvió en comunidades dispersas. Los españoles empezaron a cultivar el suelo y a explotar las minas de oro y plata, echando las bases de una economía feudal sobre los residuos de una economía socialista. Los colonizadores no se bastaban a sí mismos para crear una economía sólida y orgánica, carecían de cimiento demográfico. Elementos y características de una sociedad feudal se mezclaron con elementos y características de una sociedad esclavista. Los colonizadores se preocuparon casi únicamente de la explotación del oro y la plata peruanos. Sin la codicia de los metales encerrados en los Andes, la conquista de la sierra hubiese sido mucho más incompleta.
Los jesuitas, con su orgánico positivismo, mostraron en el Perú, como en otras tierras de América, aptitud de creación económica. Los latifundios que les fueron asignados prosperaron. Los vestigios de su organización permanecen como una huella duradera. Fueron capaces de crear en el suelo peruano centros de trabajo y producción que los nobles, doctores y clérigos, entregados en Lima a una vida muelle y sensual, nunca se ocuparon de formar.
Mariátegui presentó dos ponencias en un evento que, por su proximidad con su muerte (solo diez meses antes), pueden considerarse parte de su pensamiento más maduro y complemento armónico de los Siete Ensayos: «El problema de las razas en América Latina» y «Punto de Vistas Antiimperialista».
Aunque Mariátegui murió físicamente hace años, su pensamiento sigue profundamente vivo, como lo estuvo en los años 30. Sigue siendo pujante, vigente y una perspectiva en el Perú, mientras que otros pensamientos de personas aún vivas ya están realmente muertos.
Mariátegui no es un simple repetidor, no es un simple conocedor de fórmulas, sino que tiene algo más profundo, algo más marxista. Toma el marxismo-leninismo, lo introduce y lo funde en nuestra realidad, lo mete en nuestra patria, lo encarna en nuestro suelo. Al encarnarlo e introducirlo en nuestra patria con el marxismo, nos alumbra con un pensamiento que aún sigue vigente. La interpretación que Mariátegui hizo de nuestra patria, los famosos «Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana», siguen siendo un documento inconmovible.
Al guano y al salitre, sustancias humildes y groseras, les tocó jugar en la gesta de la República un rol que había parecido reservado al oro y a la plata en tiempos más caballerescos y menos positivistas. El guano y el salitre constituían una reserva casi exclusivamente nuestra. Yacían en la costa, casi al alcance de los barcos que venían a buscarlos.
La fácil explotación de este recurso natural dominó todas las otras manifestaciones de la vida económica del país. El guano y el salitre ocuparon un puesto desmesurado en la economía peruana. Sus rendimientos se convirtieron en la principal renta fiscal. Cumplieron la función de crear un activo tráfico con el mundo occidental en un periodo en que el Perú, mal situado geográficamente, no disponía de grandes medios para atraer a su suelo las corrientes colonizadoras y civilizadoras que fecundaban ya otros países de la América indo-ibera. Este tráfico colocó nuestra economía bajo el control del capital británico. Las utilidades del guano y del salitre crearon en el Perú los primeros elementos sólidos de capital comercial y bancario.