Portada » Filosofía » Diccionario de nietzsche
Nietzsche fue un filósofo alemán del siglo XIX cuya filosofía es una crítica a la cultura occidental, a la que contempla en un proceso de decadencia desde Platón. En efecto, el gran problema de Occidente es que ha sobrevalorado la razón en perjuicio de lo instintivo, por lo que se ha olvidado de vivir. De ahí que Nietzsche defienda una filosofía vitalista e irracionalista.
En su ONTOLOGÍA vitalista el principio que subyace bajo todo lo real es la vida, la cual posee tres características que se oponen radicalmente a las que la metafísica tradicional había otorgado siempre a la auténtica realidad (inmutable, uniforme y ordenada). Estas características son:
– En la vida todo es movimiento, todo cambia, en ella nada permanece.
– En la vida prima la diferencia, pues no hay dos seres vivos idénticos.
– En la vida todo es caótico, no hay orden ni sentido y nada tiene explicación
El principio fundamental de la vida, es el de la «voluntad de poder», que es el deseo de todo ser vivo por alcanzar la plenitud vital. Esta se logra demostrando la superioridad, lo que conduce a una guerra de todos contra todos: para Nietzsche la realidad no es armonía, sino conflicto.
De su ontología se deduce que el hombre es un ser vivo como cualquier otro animal, y el hecho de que piense no hace de él un ser especial («como creen los filósofos en su soberbia»). El pensamiento no es más que el “arma” con la que nos ha dotado la naturaleza para defender nuestra voluntad de poder («el pensamiento es al hombre como las garras al león»). Sin embargo, Nietzsche se pregunta por qué lo que nos debería hacer más poderosos, por el contrario, nos ha hecho más débiles, es decir, por qué la razón se ha opuesto a la vida. El culpable fue Platón, un hombre enfermo que se inventó un mundo ideal, ajeno a la vida, solo para poder sobrevivir. El engaño se extendió al resto de hombres sanos, convenciéndoles de que su mundo ideal era el real. Desde entonces, en Occidente los sanos viven en un mundo para enfermos.
El CONOCIMIENTO se basa en la capacidad metafórica del lenguaje, con la que sustituimos las cosas por palabras. Éstas son una invención utilizada por el hombre para mentir y conseguir ser más poderoso. Nuevamente, el problema radica en que desde Platón el hombre creyó sus propias mentiras. Dando más valor a las palabras que a la propia vida, las palabras ayudaron a los hombres enfermos a dominar su vida, ordenándola. En efecto, si la vida es movimiento, diferencia y caos, las palabras son las que la inmovilizan, la uniforman y la ordenan, que es lo que necesitan los hombres enfermos (sobre todo los más enfermos de todos: los filósofos, los sacerdotes y los científicos). Nietzsche sólo acepta como verdadero un tipo de lenguaje, el poético, porque en lugar de negar la vida es el único que la intensifica.
También en la ÉTICA
Nietzsche denuncia una inversión en el significado de los valores morales. Si antes de Platón lo bueno se identificaba con todo aquello favorable a la vida, ya en Platón se identifica con lo que es contrario a ella. La moral ascética platónica propone una vida como preparación para la muerte, de renuncia. El cristianismo es heredero de esta moral, pues también identifica la bondad con todos los valores contrarios a la vida: la pobreza, la debilidad, el amor al prójimo. Se trata de la moral de los esclavos la de aquellos que, impotentes, han hecho de su debilidad virtud; pero no por bondad, sino por hipocresía. Por el contrario, Nietzsche defiende la moral de los señores, la de los antiguos héroes homéricos, en la que lo bueno era igual a superior y lo malo a inferior, y los valores que respetaban eran todos los favorables a la vida y al triunfo: la fuerza, la ambición, la destreza, etc.
La moral de los esclavos se identifica con una vida apolínea, la de los que, temerosos de vivir, buscan la moderación, el orden; en definitiva, una vida racional que les permita escapar de los extremos. Por el contrario, la moral de los señores se identifica con una vida dionisíaca, que es la de aquellos que asumen el riesgo de vivir sabiendo que en la vida el máximo placer implica el máximo dolor. Es la vida de aquellos que se dejan llevar por la pasión, por el exceso, la de los que se arriesgan.
Nietzsche se presenta a sí mismo como el “filósofo de la muerte de Dios”, el “anti-Cristo”. En efecto, sólo el ateísmo garantiza una vida plena, por lo que hay que matar a Dios. Lo que se conseguirá cuando el hombre deje de creer en las palabras, porque Dios no es más que una palabra, aunque la más peligrosa, la que niega la vida en su totalidad. Muerto Dios, nacerá el «superhombre”, identificado con «el niño», símbolo del nihilismo activo, una nueva etapa de la humanidad de la que Nietzsche es su profeta. El nuevo hombre será capaz de vivir con intensidad cada uno de los instantes de su vida, dentro de una concepción del tiempo basada en el “eterno retorno”.
Nietzsche denuncia la decadencia POLÍTICA de Occidente en la que las masas han tomado el poder imponiendo su mediocridad. Es el triunfo del «instinto de rebaño», es decir, de los valores ilustrados, basados en la igualdad, y que se materializan en ideas como la democracia o el socialismo. Nietzsche añora el antiguo régimen, una sociedad dirigida por los mejores, la aristocracia, porque siempre han sido los grandes hombres y no las masas los que han conseguido todo lo que ha merecido ser recordado en la historia.