Portada » Geografía » Describe las diferencias Crisis de subsistencia/crisis demográfica
La población española, tras permanecer prácticamente estancada hasta entonces, empieza a registrar un destacado crecimiento en el siglo XVIII, en el cual pasa de 7’5 a 9’4 millones de habitantes. A lo largo del Siglo XIX el crecimiento se acelera, pasando a finales de dicha centuria a 18’6 millones de habitantes. En cualquier caso, el crecimiento registrado es inferior al de los países industrializados de Europa Occidental. A lo largo del Siglo XX podemos distinguir dos grandes etapas: hasta 1960 se registra un fuerte crecimiento, llegando a los 30 millones de habitantes, y hasta el año 2000 el crecimiento se frena, llegando ese último año a los 41 millones de habitantes. En el Siglo XXI el crecimiento se vuelve a acelerar hasta 2008, llegando a los 46’1 millones. A partir de ese año de nuevo de frena: en 2018 la población era de 46’7 millones. Esta evolución está condicionada por la evolución sociodemográfica, que ha determinado la transición demográfica española.
Hasta el Siglo XVII las zonas más pobladas de España habían sido el Norte y Levante, coincidiendo con las zonas que fueron recuperadas en los primeros procesos de Reconquista. Sin embargo, a partir del Siglo XVIII la población española sufre un proceso de “centrifugación”, asentándose en las zonas costeras, favorecidas por climas adecuados para la agricultura (baja amplitud térmica, temperaturas suaves) y por una situación costera que favorecía las comunicaciones y, con ello, el desarrollo de las actividades secundarias y terciarias. Estas condiciones son las que favorecen que, a lo largo de los siglos XIX y XX, sean las regiones costeras las que registren un proceso de industrialización (caso de Cataluña, Asturias y País Vasco), acentuándose el proceso de vaciamiento del interior, sobre todo con el éxodo rural masivo de los años del “Desarrollismo” franquista. A este éxodo rural masivo contribuyó también el desarrollo del turismo, que se concentró en el litoral mediterráneo y los archipiélagos balear y canario. A partir de los años 1970, la costa noroeste entra en una crisis de reconversión, concentrándose el desarrollo económico en el litoral mediterráneo y el Eje del Ebro, concentrándose allí la mayor parte de la población. Madrid ha constituido la principal excepción del vaciamiento del interior peninsular, favorecida por su capitalidad y por constituir el centro de la red radial de transportes.
Por tanto, la distribución de la población española está marcada por la desigualdad. La densidad media es de 91 h/km2, oscilando los valores provinciales entre los cerca de 800 de Madrid y los 10 de Soria. A nivel general, las regiones metropolitanas superan los 500 h/km2, las zonas costeras superan los 100 y en las provincias interiores están por debajo de 20. Estas fuertes desigualdades provocan problemas de masificación en las zonas más pobladas y de despoblación en el interior.
La Transición Demográfica consiste en el paso de un modelo demográfico de corte antiguo (caracterizado por unas altas tasas de natalidad y mortalidad y un crecimiento vegetativo bajo, que además era neutralizado periódicamente por crisis de sobremortalidad debidas a malas cosechas, guerras y epidemias) a un modelo demográfico de corte moderno (caracterizado por unas tasas de natalidad y mortalidad bajas, con un crecimiento vegetativo bajo y tendente a convertirse en negativo por el progresivo envejecimiento de la población), situándose entre ambos modelos una fase de transición. El cambio de un modelo a otro se inició con el proceso de industrialización, iniciado en Gran Bretaña en el Siglo XVIII.En España, el fracaso del proceso de industrialización hizo que el proceso fuera más tardío que en los países desarrollados de Europa Occidental. Así, la transición entre un modelo y otro no se inicia en España hasta mediados del Siglo XIX, cuando se inicia el descenso de las tasas de mortalidad, gracias al desarrollo de los transportes y de las medidas higiénico-sanitarias. Como consecuencia de ello, el crecimiento vegetativo aumenta considerablemente. Desde principios del Siglo XX se inicia un progresivo descenso de la natalidad, pero de manera muy progresiva, por lo que se mantienen altas tasas de crecimiento vegetativo hasta que ya en la década de 1970 podemos decir que España entra definitivamente en el modelo demográfico moderno. En cualquier caso, la inmigración desde 1996 supuso un cierto rejuvenecimiento de la población, aumentando la natalidad, proceso que ha sido cortado por la crisis iniciada en 2008, que ha supuesto que en la actualidad España se encuentre en tasas de crecimiento vegetativo negativas.
Como ya se ha indicado, España ha ido registrando a lo largo del Siglo XX tasas progresivamente más bajas de natalidad, llegando la Tasa Bruta de Natalidad al 8’41 ‰ en 2017, debido a los cambios que ha ido experimentando el país, tanto sociales-culturales (percepción de los hijos como una carga económica, incorporación de la mujer a los ámbitos educativo y laboral, legalización de métodos anticonceptivos tras el final de la dictadura en 1975 y pérdida de la asociación matrimonio-maternidad) y económicos (inestabilidad laboral y altas tasas de paro juvenil que retrasan, y limitan, el acceso a la maternidad). Como consecuencia de ello, el Índice Sintético de Fecundidad (ISF: número de hijos por mujer) ha ido descendiendo hasta llegar a 1’32 en 2014, muy lejos de la tasa de reposición de la población situada en 2’1. Pese a que a partir de 1996 el ISF se recuperó gracias a la llegada de población inmigrante, la crisis económica iniciada en 2008 ha frenado y revertido esa recuperación como consecuencia del deterioro de las condiciones sociolaborales y del freno de las inmigración.
Como ya se ha indicado, la mortalidad registra en España un descenso continuado desde mediados del Siglo XIX debido a las mejoras alimentarias,sanitarias e higiénicas. Sin embargo, ha repuntado ligeramente a finales del Siglo XX por el envejecimiento de la población, con un paréntesis entre 1996 y 2008 por el rejuvenecimiento ligado a la inmigración. Las principales causas de muerte son las carácterísticas de los países desarrollados, destacando las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. La tasa de mortalidad infantil está por debajo del 4 ‰ y la esperanza de vida ha pasado del entorno de los 40 años a principios del Siglo XX a los 83 años en 2014 (85’7 para las mujeres y 80’2 para los hombres). La Tasa Bruta de Mortalidad en 2017 fue del 9’07 ‰, aunque hay grandes diferencias regionales en función de la estructura por edad de la población: es mejor en las comunidades más jóvenes del Sur y Madrid y más alta en las envejecidas del Noroeste.
La nupcialidad en España ha sufrido cambios importantes en los últimos años, debido a una reducción progresiva de la Tasa de Nupcialidad, el acceso más tardío al matrimonio y a un aumento en su diversidad (civil, múltiples confesiones religiosas, uniones de hecho, matrimonio homosexual).
Las diferencias de desarrollo entre las distintas regiones españolas han generado fuertes movimientos migratorios internos. Así, a partir del Siglo XVIII se detecta un proceso de emigración desde el centro peninsular a la periferia y en el Siglo XIX se inicia un intenso éxodo rural hacia las zonas urbanas e industriales de Cataluña, País Vasco, Madrid y Asturias. Con el desarrollismo de la década de 1960 el éxodo rural se intensifica, ampliándose las zonas de llegada a las áreas turísticas del litoral mediterráneo y los archipiélagos. La crisis de 1973 atenuó el proceso y a partir de la década de 1980 hay una mayor complejidad de movimientos migratorios: movimientos de retorno, interurbanos, traslados por trabajo, estudios o jubilación, etcétera. Las consecuencias de estos movimientos migratorios han sido: una desigual distribución espacial de la población española (analizada en el tema anterior), el despoblamiento y envejecimiento de las zonas de salida y el rejuvenecimiento, desarrollo socioeconómico y surgimiento de problemas urbanísticos y dotacionales en las zonas de llegada.
Los movimientos de población a escala internacional surgen de manera masiva en el Siglo XIX gracias al desarrollo de los transportes y el aumento del nivel de vida favorecidos por la industrialización. El fracaso de este proceso en España determinó que tradicionalmente fuera un país de emigrantes, que se dirigieron hasta la década de 1950 a Iberoamérica y el Magreb y entre 1950 y 1973 a los países industrializados de Europa Occidental. A partir de 1973, con la crisis del petróleo y, posteriormente, con la Transición a la Democracia, que permitíó volver a los exiliados republicanos, predominan los movimientos de retorno. A partir de 1996, gracias al desarrollo económico del país consolidado tras el ingreso en la CEE en 1986, se produce una fuerte inmigración procedente de países subdesarrollados, especialmente africanos e iberoamericanos, que encuentran trabajos no cualificados en la hostelería, construcción y agricultura y se asientan preferentemente en el litoral mediterráneo y Madrid. A partir de 2004, con las sucesivas ampliaciones de la Uníón Europea, se añaden inmigrantes de Europa del Este.
Otro importante contingente de inmigrantes es el de jubilados procedentes de países desarrollados de Europa Occidental, atraídos por las condiciones climáticas y un menor novel precios que en sus países de origen.
La crisis iniciada en 2008 ha frenado el proceso de inmigración extranjera en España y ha provocado una salida creciente de españoles hacia Europa Occidental, especialmente jóvenes con alta cualificación, que huyen del elevado paro juvenil y la inestabilidad laboral de nuestro país. Ambos procesos han provocado saldos migratorios en nuestro país desde 2010 a la actualidad.4.Estructura y Composición de la Población Española: La Estructura Por Sexo y Edad: La estructura por sexo es analizada a través de la Sex Ratio, que muestra el número de hombres por cada 100 mujeres. En España la Sex Ratio es de 98, predominio que se explica porque, a pesar de nacer más hombres que mujeres, los primeros sufren una mayor mortalidad y tienen menor esperanza de vida. Los valores de Sex Ratio se invierten en las zonas de fuerte inmigración, al ser esta mayoritariamente masculina. En cuanto a la estructura por edad, España sufre un fuerte proceso de envejecimiento. Así, la población joven (menor de 16 años), supónía en 2008 el 14’35 % de la población total en 2008 y la población vieja o anciana (mayor de 64 años) el 16’57 %. Este envejecimiento se debe al descenso acusado de la natalidad y presenta diferencias regionales ya que las comunidades más jóvenes son las comunidades mediterráneas, los archipiélagos y Madrid, zonas favorecidas por la inmigración, mientras que el interior y noroeste peninsular son las más envejecidas. La estructura por sexo y edad se representa gráficamente en las pirámides de población, doble gráfica de barras en la que se representan los contingentes por cada sexo en grupos de edad de 5 años. En cuanto a su evolución en España, en 1900 tiene forma triangular, carácterística de una población joven, con una alta natalidad y mortalidad; en 1950 tiene forma de campana, ya que se ensancha la cúspide por el descenso de la mortalidad y se estrecha la base por el descenso de la natalidad; en 2008 presenta una forma bulbosa debido al fuerte recorte de la base por la caída continuada de la natalidad, aunque atenuada por la inmigración y a que sigue aumentando la esperanza de vida; y la previsión para 2025 en la que habría un nuevo retroceso de la natalidad y un mayor envejecimiento.
Las reformas se frenaron con los moderados, pero durante el bienio progresista se da una nueva Ley Desamortizadora (1855). Promovida por Pascual Madoz, esta desamortización afectó a bienes de la Iglesia, del Estado y de los Ayuntamientos. Entre estos últimos se encontraban los bienes de propios, tierras de las que los ayuntamientos obténían rentas a cambio de su explotación, y comunales, tierras que eran aprovechadas por los habitantes del municipio, normalmente bosques o pastos. Los objetivos eran de nuevo captar recursos para sanear la Hacienda, y financiar la construcción del ferrocarril.
El proceso desamortizador en su conjunto (Mendizábal y Madoz) es una transformación económica y social de gran magnitud que tuvo consecuencias muy diversas:
supuso el desmantelamiento casi completo de la Iglesia y de sus fuentes de riqueza, toda vez que el diezmo, su otra alternativa, fue igualmente suprimido en 1837.
se eliminó la propiedad comunal, lo que provocó un agravamiento considerable de la situación económica de los campesinos, que en adelante no pudieron utilizar los terrenos comunes de su municipio
la desamortización no resolvíó el problema de la deuda, pero sí contribuyó a atenuarlo
la desamortización produjo una gran pérdida y expolio de bienes culturales de los antiguos monasterios, sobre todo
la desamortización provocó un reforzamiento de la estructura de la propiedad de la tierra: acentuando el latifundismo en Andalucía y Extremadura, por ejemplo.
No se creó “una familia de propietarios que hará producir las tierras y creará así gran riqueza”, y apenas mejoraron las técnicas de cultivo. La falta de propietarios emprendedores impidió la “capitalización” del campo que generara beneficios para invertir en otros sectores (industria). Sin embargo, se logró una ampliación importante de la tierra cultivada dedicada a los cereales y a la patata. El cultivo cerealista seguía siendo el predominante, y aunque se cultivo era tradicional, gran parte de su producción se exportaba cuando existieron conflictos bélicos entre países europeos. Pero en condiciones normales, el precio del grano español no podía competir con el de las tierras francesas, inglesas o alemanas. En la zona mediterránea se fue imponiendo una agricultura destinada a la comercialización (arroz, naranjas, olivo). España se convirtió durante las décadas de 1870 y 1880 en la primera potencia mundial en producción vinícola (Rioja, Jerez), por la ruina de la producción francesa a causa de la filoxera.