Portada » Filosofía » Descartes y Kant: Deducción, Razón Pura y Ética Formal
El ejemplo más claro de la metafísica deductiva es el de Descartes, quien buscaba una verdad absolutamente indudable, incluso desde las hipótesis más radicales. Parte del objetivo de encontrar una verdad absoluta con la cual fundamentar todo el conocimiento y la realidad. Para encontrarla, sigue el método de la duda hiperbólica, dudando de todo lo dudable mediante cuatro hipótesis, cada cual más radical que la anterior.
Para Descartes, después de estas cuatro hipótesis, nada queda en pie porque las cosas ya no son como se ven. Duda de todo, y ahí descubre su gran verdad, la que reconstruirá sus certezas: la única verdad que resiste todas las hipótesis es «Pienso, luego existo» («Cogito, ergo sum»).
Es la primera verdad en el orden del conocimiento. Lo que es seguro es que, mientras dudo, hay un yo que duda. Si me equivoco en todo lo que pienso, es seguro que YO me equivoco. Lo indudable es que, mientras pienso, hay un yo que piensa. Esto es lo que Descartes denominará «res cogitans» (cosa pensante). Por tanto, lo que ha descubierto Descartes no es la absoluta realidad de lo pensado, sino de aquello que piensa lo pensado, pero no es el mismo parte de lo pensado. Se encuentra encerrado en la idea de que él existe, pero aún no ha demostrado la res extensa (mundo) fuera de él. Para demostrarlo, Descartes analiza al sujeto y descubre que en él hay ideas, y las clasifica en:
Descartes demostrará que ese ser infinito existe. Deduce que, si tiene la idea de un ser infinito, solo puede proceder de ese ser infinito, por lo que él existe. Puesto que Dios es un ser perfecto, no puede ser malo, entonces no puede engañarlo con la existencia de un mundo, por lo que la res extensa es real y existe.
Las tres sustancias de la metafísica cartesiana: res cogitans (yo), infinita (Dios) y extensa (mundo).
Kant pretende acabar con la batalla entre los racionalistas y empiristas. Su tesis puede resumirse así: «Los sentidos sin la razón son ciegos, la razón sin los sentidos está vacía».
La idea básica es que no hay conocimiento sin la materia aportada por los sentidos, pero tampoco sin la estructuración de esa materia. Por ejemplo, en la primera parte de la obra, la «Estética trascendental», demuestra que todo conocimiento lo es de fenómenos, esto es, no de la realidad en sí (noúmeno), sino del resultado de la aplicación de la realidad a las estructuras trascendentales a la que llama SENSIBILIDAD. Percibimos las cosas espacio-temporalmente no porque ellas sean espaciales ni temporales, sino porque espacio y tiempo son las Formas de nuestra percepción. En la segunda parte de la obra, «Analítica trascendental», salva el escepticismo humano demostrando que hay formas puras también de la facultad de construir juicios, a la que llama Entendimiento. La tercera parte de la obra trata de la tercera facultad, la Razón, y pregunta por cosas que van más allá de la posibilidad del conocimiento: Dios, Alma y Mundo.
Con esta obra, lo que Kant pretende es preguntarse cómo es posible la ciencia, la física y si es posible la metafísica, entendiendo como ciencia la posibilidad de juicios sintéticos a priori, es decir, enunciados que tengan valor de certeza absoluta. Kant llega a la conclusión de que la Razón no puede responder a las grandes preguntas sobre Dios, el alma o el mundo.
La palabra clave para entender el objetivo respecto a la filosofía de Kant es la FUNDAMENTACIÓN, acción sobre bases racionales, es decir, responder a la pregunta ¿cómo he de actuar de modo que la acción sea libre, es decir, racional? El interés ilustrado de la humanidad en buscar una mayoría de edad hace descartar la idea de una fe ciega e irracional. El humano debe ser libre de buscar por sí mismos las pautas de acción (autonomía). Kant propondrá la ética formal oponiéndola a las éticas materiales anteriores: las éticas materiales y el imperativo hipotético. Las éticas materiales sostienen que los valores son «bueno para la felicidad» «malo para la felicidad», es decir, si quieres ser feliz debes… En cambio, la ÉTICA FORMAL Y EL IMPERATIVO CATEGÓRICO, la verdadera acción al morar, la libre, autónoma será aquella que la acción venga inspirada no por algo externo a ella, la inclinación o el deseo, sino por pura voluntad (POR DEBER) es un «tú debes» incondicionado absoluto. Kant enuncia así el imperativo categórico: «Obra de tal modo que trates a los demás y a ti mismo siempre como un fin y nunca como un medio», es decir, no te indica lo que se debe hacer, sino cómo se debe hacer, con qué Voluntad.
Estructura de la acción – Forma de la acción – materia de la acción – consecuencias de la acción.
El valor moral de la acción no reside ni en la materia ni en las consecuencias de la acción, sino en su principio o materia, esto es, en la voluntad con la que actuamos. Ejemplificación con tres tipos de acciones: