Portada » Filosofía » Descartes: Duda Metódica y Cogito Ergo Sum
La estructura del sistema metafísico cartesiano (la raíz del árbol de las ciencias) se corresponde con la división de lo real en tres substancias: el yo o la sustancia pensante, Dios o la sustancia perfecta e infinita, y el mundo o la sustancia extensa. Descartes construirá este sistema partiendo de la aplicación de la duda metódica y del hallazgo del ‘Cogito ergo sum’. Veamos cómo lo hace:
Descartes estaba convencido de que existía una verdad cierta y practicó la duda como medio para alcanzarla. Este filósofo practicó una duda universal (puso en cuestión todos los conocimientos) de tipo escéptico. Sin embargo, a diferencia de los escépticos, para quienes la duda es el estado final de la mente, para él se trata del primer paso de un método que conduce al estado contrario a la duda. Por tanto, la duda cartesiana no es una duda escéptica, sino una duda que se empleará como método para encontrar el primer resquicio de verdad: el yo pienso.
La duda metódica es el empleo de la duda como método, es decir, como procedimiento de averiguación filosófica. Se trata de dudar deliberadamente, o mejor, de declarar falso todo aquello de lo que sea posible imaginar el menor motivo de duda. El objetivo final es encontrar una verdad cierta, libre de cualquier sospecha. La duda metódica es una consecuencia de la aplicación de la primera regla del método, la de la evidencia, por la que se intenta encontrar una verdad intuitiva, es decir, que se presente tan clara y distinta al espíritu humano que no haya motivo alguno para ponerla en duda.
Para aplicar la duda metódica, Descartes siguió un proceso en el que la va extendiendo como si se tratara de capas. De esta forma, la duda se extiende:
A todo aquello que es conocido por los sentidos, la duda sobre estos se basa en su posibilidad de incurrir en errores.
A los razonamientos, es decir, a la deducción, puesto que es posible cometer errores lógicos, por lo que las propias ciencias quedan invalidadas si se duda del razonamiento.
Descartes expuso la denominada «hipótesis del genio maligno» en su obra Meditaciones Metafísicas. En ella finge la hipótesis de que el ser humano ha sido creado por un ser todopoderoso malvado. Así, podría ocurrir que nuestra mente estuviera fabricada de tal forma que se equivocara incluso en aquello que considera evidente. La duda hiperbólica tiene importancia porque exigirá más adelante la prueba de la existencia de un Dios bueno, con objeto de asegurar que las ideas claras y distintas se correspondan con la realidad.
Por último, la duda se extiende a la realidad de cuanto conocemos o percibimos. La realidad experimentada podría no ser sino un sueño. El motivo de duda es la creencia que nos acompaña en los sueños sobre la realidad de lo soñado.
La primera verdad del sistema cartesiano es: «pienso luego existo» (cogito ergo sum).
Esta verdad viene dada en una intuición: al dudar, el yo se da cuenta de que existe. Más aún: cuanto más insiste el yo en dudar de todo lo demás, con más certeza advierte que al menos está pensado y existe.
El yo pienso se sostiene incluso manteniendo la hipótesis del genio maligno porque para que me engañen tengo que existir.
Con el «pienso luego existo», por fin encuentra Descartes una verdad segura con la que refutar a los escépticos. El método de la duda elimina, como si fuera falso, todo aquello de lo que quepa imaginar el menor motivo de duda. Pero la duda se estrella con la existencia del yo, la cual es patente mientras se piensa.
A partir de aquí, el filósofo procede a explicitar otras verdades que considera que están incluidas en la primera:
De esta manera queda construido el sistema de la realidad cartesiano, donde el ser humano ocupará un lugar especial como un anfibio que vive en dos mundos paralelos y separados: res cogitans y res extensa.