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La Restauración de la monarquía borbónica en la persona Alfonso XII (hijo de Isabel II) se produce mediante un pronunciamiento militar. Protagonizado por Martínez campos en Sagunto, en diciembre de 1874. Pero el artífice del sistema político de la Restauración fue Antonio Cánovas del Castillo que hizo firmar al príncipe Alfonso el Manifiesto de Sandhrurst anticipando la Restauración monárquica.
Convocar Cortes, que elaborarán la Constitución de la Restauración, con sufragio universal. Una gran abstención y se produjo el triunfo gubernamental. Lograr el apoyo de la Iglesia. Suspender los periódicos de la oposición y establecer tribunales especiales para los delitos de imprenta. Conseguir el apoyo del ejército. Renovar los cargos de las Diputaciones provinciales y Ayuntamientos e implantar un centralismo administrativo con eje en Madrid (recorte de los Fueros de las Provincias Vascas). El rey ahora es clave en el mecanismo político-constitucional y un jefe del ejército.
Se inspira en la C. Moderada de 1845. Cánovas defendía la existencia de la monarquía y las Cortes, elaborando una breve Constitución de 1876 basada en: el poder legislativo reside en las Cortes con el rey, la religión católica como religión del Estado (permite el ejercicio de otras), el monarca nombra al jefe de gobierno, se suspende la mayoría de los derechos individuales de la Constitución de 1869, Parlamento Bicameral. Este parlamento está formado por el Senado, cuyos integrantes podrán ser por derecho propio (los grandes de España), vitalicios y electivos (por vía censitaria entre los mayores contribuyentes del grupo); y el Congreso, con cinco años de mandato que no se llegaban a cumplir por la abolición de las Cortes.
Existían dos grandes partidos, el conservador y el liberal. Ambos defendían la monarquía, la constitución, la propiedad privada y la consolidación del estado liberal, unitario y centralista. Sus miembros eran las élites económicas y la clase media acomodada. Entre los conservadores era mayor el número de terratenientes y en los liberales el de profesionales. Partido Liberal-Conservador: liderado por Cánovas englobaba los más conservadores y tradicionales, exceptuando los carlistas y los más radicales. Partido Liberal-Fusionista: liderado por usar hasta reunía progresistas, unionistas y algunos ex-republicanos. Los conservadores eran partidarios de un inmovilismo político y de la defensa de la Iglesia y del orden, en cambio los liberales defendían un reformismo progresista y laico. La actuación de ambos partidos en el poder no era diferente ya que había un acuerdo de no promulgar leyes en contra del otro partido.
Se da la alternancia regular en el poder. Este turno quedaba garantizado ya que cuando el partido en el gobierno sufría un desgaste y perdía la confianza, el monarca llamaba el jefe de la oposición a formar gobierno. El nuevo jefe convocar elecciones para acceder al poder de manera estable. El resultado se garantizaba mediante fraude.
La alternancia fue posible gracias a un sistema electoral corrupto y manipulador (compra de votos, falsificación de actas, influencia y poder económico de algunos individuos o caciquismo, manipulación y trampas). El control del proceso se ejercía a partir del ministro de la Gobernación, los alcaldes y los caciques locales. La lista de candidatos era entregada a alcaldes y caciques, y a partir de aquí la administración garantizaba la elección. La repetida falsificación de los resultados electorales fue conocida como pucherazo. En el proceso era fundamental la figura del cacique que mediante su poder económico o por sus influencias políticas controlaban una determinada zona electoral. Se daba sobre todo en zonas rurales donde gracias al control de los ayuntamientos concedían favores de todo tipo para garantizar la fidelidad electoral y el respeto de sus intereses. Ante esta situación era normal la abstención de buena parte de la población que no se sentía representada. La participación no superaba el 20%.
El régimen tuvo que enfrentarse a la Tercera Guerra Carlista iniciada en el reinado de Amadeo I de Saboya. Esta entró en su fase final por varias causas: el desgaste de las tropas carlistas, la nueva situación política que atrajo a algunos carlistas y la mayor capacidad militar del nuevo régimen. A finales de 1976 Carlos VII marchó a Francia. El carlismo como amenaza militar desapareció definitivamente. Pero con el apoyo de la sociedad española se pasó de una confrontación armada a una política. Los carlistas tienen gran influencia en Navarra, el País Vasco y en Cataluña. En 1888 el carlismo se dividió: Partido Integrista (Cándido Nocedal, ultra catolicismo y tradicionalismo) y Juntas Tradicionalistas (sector socialista que coordinaba y propagaba el carlismo).
El regionalismo, el espíritu romántico y el renacimiento cultural permitieron la manifestación de una diversidad regional evidente en Cataluña y el País Vasco, regiones con más independencia económica. El movimiento inicialmente fue burgués. La burguesía tenía gran poder y colaboraba en política, a cambio de favores proteccionistas. Los regionalismos comenzaron siendo manifestaciones de las medianas y pequeñas burguesías que querían recuperar su identidad nacional defendiendo sus peculiaridades. Más tarde se incorporaron las altas burguesías y lo usaron para obtener privilegios económicos. Nacionalismo catalán (catalanismo): en torno a 1830 surge en Cataluña la Renaixença. Que quería recuperar la lengua y la identidad catalana (sin objetivo político). Los primeros movimientos de este tipo fueron el carlismo (recuperación de los fueros) y el federalismo (de Pi i Margal). Ambos movimientos fracasaron. Valentí Almirall le dio un tono político al movimiento y fundó el Centre Catalá 1882, que pretendía convencer a los catalanes para conseguir la autonomía. Además, impulsó la redacción del Memorial de Agravios denunciando la opresión de Cataluña y donde reclamaba la fidelidad a la monarquía y la búsqueda de la autonomía. La versión conservadora del movimiento llegó con la Unió Catalanista en 1891 cuyas bases se fijaron en las Bases de Manresa 1892. La crisis del 98 fue decisiva para la expansión del catalanismo, ya que las burguesías apoyaban ahora con fuerza el movimiento, formándose así la Lliga Regionalista, cuyos líderes eran Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. Era de carácter conservador y se oponía a la Restauración (pedía un reformismo que otorgase autonomía a Cataluña). Nacionalismo vasco: nace con la ley que recortaba los fueros históricos. Los perdedores de la Guerra carlista defendían un País Vasco tradicionalmente agrario y contrario al fenómeno urbano y su industria. El propulsor fue Sabina Arana, que consolidó las ideas de: el pueblo vasco como un pueblo diferente y la recuperación de los fueros (que significaba independencia). El lema era Dios y Ley Vieja, o sea, fueros y tradiciones. En 1895 se fundó el Partido Nacionalista Vasco y para conseguir poder se extienden hacia una burguesía más moderada e industrial. Se crean las tensiones entre los defensores de la independencia y los que prefieren la autonomía dentro del Estado español. Éstos últimos, como el PNV, defendían la idea de rehacer España desde el País Vasco. Nacionalismo gallego: la fuerza política galleguista no era homogénea, había diferentes ideologías dependiendo del territorio, la raza, la lengua, la historia y la conciencia nacional. Sus principales representantes son: Rosalía de Castro y Manuel Murguía. No pretendían alcanzar un estado independiente sino una descentralización jurídica y política. Regionalismo andaluz: tiene su origen en los movimientos cantonalistas de 1873. En este movimiento destaca la figura de Blas Infante. En 1883 en Antequera tuvo lugar el primer acto andalucista clave, se proclamó la Constitución Federalista Andaluza («Andalucía soberana y autónoma»). No se consolidó un partido andalucista burgués, ya que la burguesía andaluza estaba relacionada con el poder, y el movimiento obrero andaluz, cercano al anarquismo, rechazaba cualquier pacto con ella.
Se produce la desunión en tres grupos: Partido Posibilista: el más moderado y liderado por Castelar. Su base era la burguesía de las clases medias urbanas, se integró en el Partido Liberal de Sagasta. Partido Centralista: Zorrilla y Salmerón. Llegó a apoyar motines y levantamientos a favor de la República. Partido Federal: Pi i Margal. Era el más definido y el más coherente con las ideas del Sexenio. Era de origen urbano y defendía la descentralización y el anticlericalismo.
Es la actividad política y social de los obreros y campesinos para mejorar su situación y defender sus derechos. Se consolidó a partir del Sexenio Democrático. Contaba con dos corrientes: los marxistas y los anarquistas, que encontraron apoyo en España. El anarquismo era defendido por Fanelli, quien creó en Madrid y Barcelona la asociación internacional de trabajadores en 1870. Y el marxismo, liderado por Lafarge. Tras el golpe de Estado del general Pavía se consideraron organizaciones clandestinas. El anarquismo: caracterizado por un odio hacia el Estado por parte de los obreros. Se da sobre todo en la zona del Mediterráneo. En 1874 se preparó este grupo en clandestinidad incluyendo la posibilidad de acabar con el Estado. Sagasta hizo que el anarquismo volviera ser legal, lo que da lugar a la recomposición de las organizaciones, el resultando es la Federación de trabajadores de la región española. A la que se incorporaron nuevos afiliados, ya que era una organización legal. Sus componentes optaron por abandonar la idea de la destrucción del Estado y organizar una resistencia solidaria y pacífica, lo que ocasionó la oposición del sector andaluz, partidario de la violencia. Lo que llevó a la ruptura de ambos grupos, porque la eficacia de las huelgas en Barcelona y Madrid no servía para nada en el campo andaluz. Los anarquistas andaluces se agruparon en sociedades secretas como la Mano Negra, que detuvo cientos de personas en Andalucía. Estaba interesada en derribar el gobierno y destruir el Estado, el pueblo llegó a considerarla una «organización terrorista secreta». Los socialistas o marxistas: al principio eran unos pocos seguidores de las ideas marxistas refugiados en la Asociación De Arte De Imprimir. Pablo Iglesias presidió la asociación, y en 1879 se construyó el Partido Socialista Obrero Español, creando una comisión encargada de redactar su programa y su reglamento. Entre sus ideas destacaban: la conquista del poder político por la clase trabajadora (vía electoral o revolución obrera), con los obreros en el poder se instalaría la dictadura del proletariado para desmontar el sistema capitalista y para avanzar hacia una sociedad sin clases o sociedad comunista (objetivo último del marxismo). Tuvo más influencia en Extremadura, la actual Castilla-La Mancha y Madrid. Era un partido exclusivamente obrero que quería enfrentarse a los partidos burgueses a través de las elecciones para conseguir poder. Con la salida de la clandestinidad en 1881 se difundió ampliamente el programa. El Socialista como periódico salió a la calle y sirvió como instrumento de comunicación entre los grupos socialistas del país. En 1888 se funda en Barcelona la Unión General de Trabajadores con el fin de mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los obreros mediante la negociación, las demandas al poder político y la huelga. A partir de entonces el PSOE centró sus esfuerzos en la política electoral y no admitió la alianza con la burguesía. Ante los bajos resultados se alió con los republicanos.
Entre la Paz de Zanjón (fin de la guerra de los 10 años) y el inicio de la última guerra cubana los gobiernos españoles tuvieron tiempo de introducir reformas defendidas por los isleños. Pero como no se dotaba la isla de representación y se estrangulaba la economía cubana aparecieron entonces revueltas de independencia. En 1888 se abolió definitivamente la esclavitud y los cubanos tuvieron representación propia en las Cortes, pero la propuesta de dotar a Cuba de autonomía fue rechazada por las Cortes. Las tensiones entre Cuba y España aumentaron a raíz de los aranceles proteccionistas que España ponía a Estados Unidos (principal consumidor de productos cubanos). Por lo que McKinley amenazó con cerrar las puertas del mercado estadounidense a los productos cubanos. De ahí el temor a que una nueva insurrección independentista se apoyase en Estados Unidos. José Martí fundó el partido revolucionario cubano que protagonizó en 1895 una revuelta independentista llamada el Grito de Baire. Sus dirigentes extendieron la guerra de la parte oriental a la parte occidental de la isla. Cánovas envió un ejército a Cuba dirigido por Martínez Campos. Que fue relevado por la falta de éxitos por el general Valeriano Weyler, partidario de acabar con la insurrección por la fuerza. Weyler concentró a los campesinos en unas aldeas cerradas para aislarlos de los insurrectos. La escasez de alimentos y atención médica provocó una elevada mortalidad entre la población. La guerra destruyó plantaciones, vías férreas… Por lo que la economía cubana se resintió. El nuevo gobierno liberal tras la muerte de Cánovas relevó a Weyler del mando y concedió a Cuba la autonomía en 1897, el sufragio universal, la igualdad de derechos entre insulares y peninsulares y la autonomía arancelaria. Pero las reformas llegaban tarde, de ahí que siguiesen las revueltas. Simultáneamente se produjo la insurrección de Filipinas, donde la presencia española era más débil. El levantamiento fue duramente reprimido y su dirigente, José Rizal, fue ejecutado. Sus seguidores fundadores del movimiento independentista Katipunan fueron desmarcándose. En 1898 Estados Unidos declara la guerra a España tras el hundimiento de uno de sus buques de guerra (el Maine) en La Habana. Por ello los americanos intervinieron en Cuba y en Filipinas derrotando la escuadra española en Cavite (Filipinas) y Santiago (Cuba). Con la Paz de París España abandona Cuba, Puerto Rico y Filipinas que quedaron bajo la influencia americana.
Significó la destrucción del mito del imperio español. A partir de aquí España tendrá un papel secundario en el contexto internacional. La prensa y parte de la sociedad ven a España como una nación moribunda, con un ejército ineficaz, un sistema político corrupto que los políticos incompetentes. No hubo una gran crisis política, el sistema de la restauración sobrevivió al “ desastre» y conservadores y liberales se adaptaron, mostrando una gran capacidad de recuperación. Tampoco hubo una crisis económica a pesar de la pérdida de los mercados coloniales y de la deuda de la guerra. La estabilidad política y económica nos dan a entender que la crisis del 98 fue una crisis moral e ideológica, que causó un importante impacto entre la población. Los movimientos nacionalistas se expandieron, sobre todo en el País Vasco y en Cataluña donde se toma conciencia de la incapacidad de los partidos políticos para desarrollar una política renovadora. Tras el 98 surgieron una serie de movimientos regeneracionistas respaldados por las clases medias y cuyas ideas se veían en el pensamiento de Joaquín Costa. Estas son: la necesidad de dejar atrás los mitos de un pasado glorioso, el modernizar la economía y la sociedad, alfabetizar a la población, desmantelamiento del sistema civil y transparencia electoral. El Desastre del 98 dio lugar a un grupo de intelectuales, la Generación del 98 (Unamuno, Valle-Inclán, Baroja, Azorín…). Caracterizados por el pesimismo y por la crítica al atraso peninsular. También produjo un cambio en la mentalidad de los militares, quienes reafirmaron su posición frente a la ola de antimilitarismo que siguió al 98.