Portada » Historia » Desarrollo y Desafíos del Ferrocarril en España: Siglo XIX
Fuente secundaria/Temática: Texto historiográfico. Se trata de “La Construcción del Ferrocarril”, incluido en “El Desarrollo de la España Contemporánea” y, a su vez, en la obra Historia Económica de los Siglos XIX y XX, publicada en 1994.
Gabriel Tortella Casares (Barcelona, 1936). Economista e historiador, especialista en historia económica de la Edad Contemporánea. Es catedrático emérito de Historia de la Economía en la Universidad de Alcalá de Henares. Presidente de la Asociación de Historia Económica, promotor de la revista Historia Económica y miembro de la Academia Europea de las Ciencias y las Artes.
La construcción del ferrocarril en España ha de contextualizarse en el proceso de industrialización que tiene lugar a lo largo del siglo XIX.
Los primeros núcleos industriales aparecieron en Cataluña, partiendo de la tradición textil de las “indianas” del siglo XVIII. Pero la mecanización no iba a comenzar hasta 1833, cuando la fábrica Bonaplata de Barcelona incorporó la primera máquina de vapor de la industria española. El desarrollo industrial textil se vería favorecido por las medidas liberalizadoras adoptadas por los progresistas en 1836-1837, libertades de industria y de comercio. A pesar de ello, la mecanización, si bien fue un proceso continuo, también fue muy lenta. La ausencia de carbón en Cataluña, que debía ser traído desde fuera, y la falta de algodón, que debía ser importado, imposibilitaron la competencia en el mercado internacional de la industria textil catalana y dificultaron su competencia en el mercado nacional frente al textil extranjero, especialmente británico, lo que motivó la continua petición de aranceles proteccionistas.
El sector siderúrgico se desarrolló en la segunda mitad del siglo XIX en Asturias, y a partir de 1876 en el País Vasco, especialmente. Será un importante obstáculo para su desarrollo la falta de carbón de calidad, por el escaso poder calorífico del carbón asturiano, y por la carencia de mineral de hierro libre de impurezas, así como la falta de tecnología propia. Parte de estas carencias se subsanaron mediante la importación de carbón británico de mejor calidad.
Una importante rémora para el desarrollo industrial español fue la deficiente red de transportes. Uno de los primeros intentos de solucionarlo fue la Ley General de Ferrocarriles de 3 de junio de 1855, conocida entonces como Ley General de Caminos de Hierro.
El autor achaca el retraso de la construcción de ferrocarriles a la inepcia (incompetencia) e inercia de los gobiernos anteriores al Bienio Progresista, es decir, a los moderados (L1 a 3). Sin embargo, hay que tener en cuenta problemas que, si bien el autor no nombra, incidieron en que eso fuera así: la Guerra Carlista de 1833-1840 y los problemas de la Hacienda hasta la reforma Mon-Santillán de 1845 explicarían también en parte este retraso.
Esta situación cambia con la llegada de los progresistas al poder en el Bienio Progresista (1854-1856) (L4), que dan prioridad absoluta a la construcción de ferrocarriles (L6 a L8). Pero la construcción precipitada (L12) que sigue a la Ley General de Ferrocarriles de 1855 traerá como consecuencia una planificación deficiente (L13), pues las líneas que se construyen no van a ser las más necesarias y prioritarias, y el trazado radial desde la capital a la costa dificultará las comunicaciones entre los núcleos industriales catalán y vasco y asturiano (minería del carbón).
Otro problema va a ser el trazado especulativo (L13). Ejemplo de esto sería que se diera prioridad a la línea Madrid- Alicante en vez de construir la Madrid –Valencia. O incluso antes de la citada Ley General de Ferrocarriles de 1855, la segunda línea de ferrocarril construida en España había sido la Madrid-Aranjuez de 48 Km en 1851, que no tenía valor económico, pero Aranjuez era el lugar de veraneo de la reina Isabel II.
Asimismo, las compañías ferroviarias eran débiles (L14) y, como consecuencia, las infraestructuras fueron deficientes por no poder invertir lo necesario.
La falta de planificación y estudio de la viabilidad dará lugar a líneas deficitarias (L18), lo que hará que en adelante se demanden subvenciones al Estado. Y, en segundo lugar, la adopción de un ancho de vía diferente al europeo dificultará las comunicaciones y, en especial, el transporte de mercancías con el resto de Europa.
La construcción del ferrocarril, a pesar de las deficiencias que adoleció, supuso un importante paso en la creación del mercado nacional, facilitando el transporte barato de mercancías, y supuso una importante ayuda para el proceso de industrialización. Aunque sus efectos no fueran tan grandes como cabría esperarse, pues la red radial con centro en Madrid dificultó la comunicación directa entre las regiones más industrializadas, las líneas construidas no siempre fueron las más necesarias.
Por otra parte, la Ley General de Ferrocarriles permitió importar todo el material del extranjero, libre de aranceles, lo que supuso una oportunidad perdida para desarrollar más la industria siderúrgica, si bien en ese momento no estaba capacitada para atender la construcción acelerada del ferrocarril, y el mineral de hierro disponible en España tenía gran número de impurezas.
Las obras de Gabriel Tortella son una de las principales aportaciones al conocimiento de la industrialización y el desarrollo económico español en el siglo XIX.