Portada » Historia » Desarrollo del Movimiento Obrero Español en el Siglo XIX
La aparición del proletariado industrial, inicialmente significativo en Barcelona, Madrid y el sector siderúrgico malagueño, aumentó con el desarrollo industrial. Las condiciones laborales eran muy duras: jornadas de 12 a 14 horas, malas condiciones de trabajo, salarios bajos (especialmente para mujeres y niños), despido libre, ausencia de seguro y una dura disciplina laboral. La legislación laboral prohibía expresamente las asociaciones obreras y no regulaba las condiciones laborales. Tras alguna experiencia «ludita», no fue hasta 1830 cuando surgió el primer embrión de asociacionismo obrero.
En 1834, un grupo de tejedores presentó al Capitán General de Cataluña un documento contra la decisión patronal de alargar el tamaño de las piezas, pagando la misma cantidad por cada una. A partir de entonces, el movimiento obrero se extendió creando Sociedades Mutualistas, a las que los obreros entregaban una pequeña cuota para asegurarse una ayuda en caso de desempleo, enfermedad o muerte. La primera fue la Sociedad de Protección Mutua de los Tejedores de Algodón, aunque no era propiamente un sindicato, ya que carecía de programa reivindicativo.
El asociacionismo se expandió y con él las reivindicaciones obreras, fundamentalmente la reducción de la jornada laboral, aumentos salariales, seguridad y protección, y la reglamentación del trabajo de mujeres y niños, entre otras.
Durante el bienio progresista (1854-1856) tuvo lugar la primera huelga general.
Durante el Sexenio Democrático, el movimiento obrero dirigió su atención hacia la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), fundada en Gran Bretaña en 1864 por Marx y el anarquista Bakunin. Ambos pretendían llegar a una sociedad igualitaria y a la propiedad colectiva de los medios de producción, aunque por vías diferentes. Se conoció en España a través de Fanelli, que promovió los primeros afiliados y la expansión de las ideas anarquistas, que se basaban en la supresión del Estado, el apoliticismo, etc.
En 1870, se fundó la Federación Regional Española (FRE) de la AIT, predominantemente anarquista, aprobando la huelga como medio de acción y la necesidad de preparar al obrero para la revolución social. Las teorías marxistas promulgadas por Lafargue impulsaron a un grupo de internacionalistas madrileños hacia las posiciones marxistas. El periódico La Emancipación desarrolló una campaña en favor de la necesidad de conquistar el poder político por la clase trabajadora.
Las discrepancias entre los anarquistas y la AIT acabaron con la expulsión de aquellos en el Congreso de La Haya, lo que se tradujo en España en la expulsión de la FRE como venganza, fundando una nueva federación madrileña de carácter marxista.
El florecimiento de las asociaciones obreras duró poco. El golpe de Estado de Pavía en 1874 acabó con la I República y supuso la ilegalización de todas las asociaciones obreras y su paso a la clandestinidad.
Cuando Marx recomendó la creación de partidos políticos obreros y participar en el juego parlamentario, se produjo la escisión del marxismo en dos vías: el socialismo democrático y el marxismo revolucionario. El sector de Lafargue fundó en España (1879), a través de Pablo Iglesias, el Partido Socialista Democrático Español, quedando así delimitadas las dos direcciones del movimiento: la socialista marxista de Lafargue y la anarquista.
La FRE cambió su nombre por el de Federación de Trabajadores de la Región Española, con nuevos planteamientos como el «gran día» en el que los braceros podían ser propietarios, y la creación de una sección de «acción directa» (el atentado), formando grupos autónomos revolucionarios para atentar contra los pilares básicos del capitalismo: el Estado, la burguesía y la Iglesia. Varios atentados (como la muerte de Cánovas) provocaron una gran represión y una espiral de violencia, culminando con los procesos de Montjuic. La proliferación de atentados hizo crecer la división del anarquismo entre los partidarios de la «acción directa» (anarcoterrorismo) y los más partidarios de una revolución social (anarcosindicalismo), que acabará con la creación de Solidaridad Obrera en 1907 y la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en 1910.
El PSOE, aun siendo un partido marxista, obrerista y revolucionario, tenía además objetivos reformistas como el sufragio universal, derechos de asociación y reunión, etc., con participación en elecciones municipales y nacionales. Por lo que en 1888 creó un sindicato asociado: la Unión General de Trabajadores (UGT), con gran implantación en grandes ciudades y núcleos industriales como Asturias, y con resultados positivos como las huelgas de mayo de 1890, consiguiendo una rebaja laboral a 9-10 horas y aumentos salariales. Además, obtuvieron concejales en ayuntamientos, consiguiendo en las elecciones de 1910 el primer diputado en Cortes: Pablo Iglesias. Se empieza a celebrar el 1 de mayo como Día del Trabajador. Partido y sindicato se inclinan por una táctica a corto plazo pactada con los partidos republicanos, consiguiendo las primeras leyes sociales:
Con su postura opuesta a la guerra y al servicio militar discriminatorio, el socialismo afianzó aún más su posición cuando se desencadenó la Guerra de Cuba (1895-1898).