Portada » Español » Desarrollo de la Conciencia Narrativa en Niños: Etapas y Características
El psicólogo Piaget nos ha legado estudios catalogados por estadios en la evolución psicológica del niño que atañen a su relación con los libros.
A partir de los seis años, el niño empieza a ser capaz de usar las palabras independientemente de los objetos que designan. Comienza a construir frases, muy sencillas al principio, y poco a poco más largas y complejas. Aumenta su capacidad para establecer nexos causales entre acciones y es más capaz de ordenar lo que está ocurriendo en las ilustraciones dentro de un esquema narrativo.
En Psicología, a esta edad se la califica como la edad del “pensamiento mágico”, porque en él todo es posible: lo lógico y lo absurdo, lo posible y lo imposible. El pensamiento mágico hace que todo lo que rodea al niño tenga vida propia y sea capaz de actuar, hablar… por sí mismo. Pero pronto, y sobre todo a través de los cuentos, el niño se irá dando cuenta de cuáles son los límites verdaderos de la realidad, aunque también comprenderá que imaginar es muy divertido.
Según Arthur Applebee, las estructuras narrativas que los niños de esta edad son capaces de controlar presentan un final como resolución al problema planteado en el inicio de la historia, y su núcleo central se desarrolla a lo largo del curso del relato, ya que cada incidente elabora un aspecto nuevo de ese tema. Es decir, la narración posee un tema central, personajes y trama, y se desarrolla de una manera lógica y cronológica. Muy asiduamente se encuentran atisbos de una temática moral. A todo ello responden, sobre todo, los cuentos tradicionales. Su transmisión oral a lo largo de los tiempos potenció esa forma básica y memorizable del relato, y por ello, André Jolles, estudioso de las mismas, las denominó, precisamente, «formas simples» para contrastarlas con los relatos literarios escritos. En definitiva y en esencia, cualquier narración puede ser descrita con el siguiente enunciado: «Alguien explica una historia a alguien«.
Los autores que se dirigen a los niños pequeños adoptan la mayoría de estos rasgos, limitando la complejidad de sus historias para que puedan ser entendidas.
Las historias narradas son cortas para no sobrepasar los límites de la capacidad infantil de concentración y memoria, y también para no exigir demasiado de su todavía confusa atribución de relaciones de causa y consecuencia. Las observaciones a este respecto indican que los libros son mejor entendidos si… aparecen pocos personajes, si el argumento está gobernado por modelos regulares de repetición y si el texto no sobrepasa la longitud de unas dos mil palabras.
Los personajes de la literatura infantil pasan a formar parte del mundo de los niños y permanecen en sus referencias sobre la realidad como una herencia cultural compartida con los adultos. Es uno de los primeros aspectos que permite a los niños experimentar la literatura como una forma cultural común y sentirse «comunidad de lectores» con las demás personas de su entorno.
Muchos libros para pequeños se centran en la identificación inmediata con un personaje infantil que lleva a cabo acciones muy parecidas a las del lector en su vida real. En bastantes casos, esos protagonistas se convierten en personajes de series que forman una colección que gusta a los niños por su regularidad y por crear una sensación de orden, de hacer previsibles las historias y así poder alargar el contacto con sus personajes predilectos.
El desarrollo de expectativas sobre los personajes implica el conocimiento de las connotaciones que se les atribuyen culturalmente, especialmente en el caso de los animales y en el de los seres fantásticos. Una gran ventaja al usar este tipo de personajes es su economía descriptiva, ya que no hace falta caracterizar el mundo de ficción que establece una fórmula de inicio como «había una vez…”. Por otra parte, los libros que juegan con las ambigüedades y las desmitificaciones deberán esperar a que se haya establecido la norma general si se desea que los niños las aprecien como desviaciones. Es decir, cuando los estereotipos de los personajes están ya asumidos por el niño, es cuando se puede empezar a jugar a desmitificarlos.
En las primeras edades, 6-7 años, los libros se hallan enormemente poblados de animales humanizados.