Portada » Magisterio » Definición de educación en ciencias sociales
¡Escribe tu texto aquí!Los procesos de socialización y formación para el trabajo, ligados a la academia (desde enseñanza básica, técnica, hasta postgrados) y los demás actores sociales ligados con el fenómeno del mundo del trabajo se cuestionan frente a la revisión de los desfases actuales entre perfiles de competencias de las personas y los requerimientos cada vez más volátiles y cambiantes de los mercados (Rentería, 2001, 2007; Rubery, Earnshaw & Marchington, 2005). Lo que se espera de las personas con relación al trabajo como actividad económicoproductiva –léase relación conocimiento– es la explicitación de cuáles son las carácterísticas y condiciones que los hacen empleables o no ya que unos logran entrar y mantenerse en el mercado de trabajo y otros no.
Es cierto que los intereses del sector productivo y los de la academia, la familia y grupos de referencia como agentes que inciden en la socialización para el trabajo, son diferentes. De ahí que sean espacios y organizaciones sociales distintas. Sin embargo, cada uno no puede distanciarse del otro pues el desarrollo social y la calidad de vida de las personas, grupos, comunidades, países o regiones donde funcionan, es responsabilidad de todos.
Si la academia no está atenta a los requerimientos al tipo de «profesional» que se requieren actualmente para trabajar en la sociedad del conocimiento, es altamente probable que se dificulte una de sus funciones sociales de proveer profesionales y especialistas altamente calificados y responder a las necesidades de «producción» y desarrollo de sus entornos. Esta situación es particularmente grave en países en los que se observa que el sistema educativo tradicional se mantiene en el marco de «formación para el empleo». Formación que implica el desarrollo de competencias tradicionalmente ligadas a lo técnico sin el desarrollo de la totalidad de habilidades requeridas de un profesional –en términos del mercado–. Para ello se han identificado algunos de los factores claves de la relación estudiante-academia y se comparan con los elementos típicos de una relación contractual (empleo), en la medida en que se mantienen los parámetros de relación de subordinación, formas de compensación, contenidos, horarios y puestos estables entre otros, situaciones éstas que son diferentes al compararlas con modalidades de trabajo como outsourcing, servicios profesionales y trabajo asociativo, que cada vez más se hacen visibles o se convierten en alternativas de trabajo instituido, (Rentería, 2001, 2007).
Esto da lugar a cuestionamientos sobre un posible desfase entre lo que es ofrecido por la academia y las exigencias del mercado de trabajo. El trabajo en modalidad de empleo ya no es más «hegemónico» en las sociedades occidentales industrializadas. Sin embargo y por haberse consolidado como su representación social (Jahoda, 1987; Rentería, 2007) hace parte de un imaginario y de prácticas sociales organizadoras y legitimadoras por revisar. Con esto se abren tres cuestionamientos alrededor de los «perfiles de empleabilidad» por modalidades de trabajo utilizadas en el sector productivo, los parámetros adecuados para asegurar el aprendizaje y desarrollo de competencias para la empleabilidad por modalidades o para asumir el mercado de trabajo en cualquiera de ellas y, las implicaciones o particularizaciones de las funciones psicosociales en cada caso para las personas.
La construcción de un nombre en el mercado de trabajo es más que tener un buen título que aunque es necesario, no es suficiente para competir. Es un tiquete de entrada. Las posibilidades se incrementan cuando el aspirante posee y demuestra competencias «clave» o «transferibles». Se propende por profesionales que además de flexibles, logren desempeñarse de manera reflexiva en los contextos en que se encuentran, por ende, lo que se busca entre los profesionales competentes es escoger al que demuestre manejar mayor complejidad (Rentería & Enríquez, 2006).
Si bien la responsabilidad de generar las carácterísticas necesarias para afrontar el mercado está orientada de una manera más clara hacia el individuo, la demanda de capacidades en los trabajadores también se configura en los espacios de educación y formación establecidos para lograr la cualificación de las personas. Con el objetivo de alcanzar espacios sociales privilegiados, la educación sirve como camino para cumplir la promesa del trabajo –empleos profesionales bien remunerados–. Para ello, las personas invierten tiempo, esfuerzo y capacidades con el fin de alcanzar una cualificación que los acerque a la posibilidad de generar las habilidades necesarias para el ingreso o movimiento en el mercado, lo cual no siempre corresponde con la realidad alcanzada por ellas, ya que el cumplimiento de la promesa del trabajo no está por si misma garantizada (Brown & Hesketh, 2004).
La búsqueda del mejoramiento del nivel económico por medio de la educación, enmascara en sí misma la competitividad impuesta a los individuos con el fin de alcanzar niveles educativos que les permitan desarrollar competencias necesarias para desempeñarse en el mercado de trabajo. ¿Cómo puede entonces una persona, con una formación particular y procesos de socialización diferenciados de otros, posicionarse en un mercado de trabajo donde otros son los que deciden lo que es «emplear», a quién o con quién contratar? Si se parte del hecho de que los «empleadores»; es decir los que contratan y usan la fuerza de trabajo de los otros, tienen la posibilidad de escoger, la cuestión es ¿cómo puede la persona entrar en alguna de las modalidades de trabajo y mantener su empleabilidad en el sentido de ser de interés para el mercado en el cual está o busca ser incluido? ¿Qué exigencias son dirigidas para la formación de las personas?