UNIDAD 4: FILOSOFÍA PATRÍSTICA: SAN AGUSTÍN DE HIPONA
Nacíó en Tagaste en el 354. Hijo de padre pagano y madre cristiana fue educado por ésta en el cristianismo, que abandonó en su juventud. Sostuvo la filosofía maniquea, contra la que más tarde polemizó en sus obras. Ya en Milán, su contacto con San Ambrosio le empujó a convertirse al cristianismo. En esta etapa, leyó las obras del neoplatónico Plotino. Murió en el 430 mientras los vándalos sitiaban Hipona, cuando el Imperio romano, caída ya Roma, era destruido. Todos sus escritos están consagrados a esclarecer la doctrina y las verdades del cristianismo, así como a combatir los planteamientos herejes del maniqueísmo y del pelagianismo. Entre sus obras destacamos Contra Académicos, Contra Gentiles, La Ciudad de Dios y las célebres Confesiones.
El problema de las relaciones entre la razón y la fe como fuentes de conocimiento es, sin duda, una de las cuestiones más importantes tanto para la patrística como para los filósofos de la Edad Media. Razón y fe son dos fuentes de conocimiento: –
Fuente natural de conocimiento para el ser humano.
Produce la filosofía, conjunto de verdades a las que se llega investigando por medio de nuestra propia razón.
Fuente de conocimiento sobrenatural. Produce la Teología Revelada, conjunto de verdades reveladas por la autoridad de los libros sagrados. Para San Agustín razón y fe colaboran en el esclarecimiento de la única verdad que existe: el cristianismo. Una verdad a la que se puede acceder por dos caminos: la razón, que nos acerca a ella parcialmente, y la fe, que nos la da a conocer en plenitud. Por lo tanto, fe y razón no sólo son compatibles sino que, además, la verdadera religión es también la verdadera filosofía ya que la filosofía, si es correcta y no se desvía de la verdad, estará necesariamente de acuerdo con los contenidos de la fe. Esta colaboración se realiza del modo siguiente: –
La fe ilumina a la razón y la precede ya que es preciso creer para poder entender, credo ut intelligam: creo para entender, puesto que la razón humana es limitada sólo la fe permite entender todas las preguntas relativas a Dios, al mundo y al hombre. – Pero, por otro lado, la razón ayuda a la fe ya que la comprensión racional de la doctrina cristiana es la forma más elevada y auténtica de la fe. La verdadera fe del cristiano no debe limitarse a la fe ciega del ignorante. Intelligo un credam: entiendo para creer, esa es la tarea que se propone San Agustín, de ahí que sea más enriquecedora la comprensión racional de Dios.En cuanto a la epistemología, para San Agustín podemos alcanzar un conocimiento pleno y absoluto, que consiste en una dialéctica ascendente que consta, como en Platón, de las siguientes etapas: ●
Compartido por el hombre con los animales, es el grado más bajo del saber, no puede considerarse un conocimiento fiable y válido debido a la inestabilidad de las cosas sensibles y a que los sentidos corporales son imperfectos y engañosos. ●
Es el conocimiento propio de las ciencias particulares . En parte es sensible ya que se refiere a las cosas del mundo y en parte es racional ya que aspira a verdades generales o universales. ●
Es el conocimiento inteligible, puramente racional. Y éste trata sobre las esencias, verdades absolutas, necesarias y eternas.
Si bien el hombre conoce estos distintos tipos de verdades, San Agustín admite que la interiorización, la intimidad de la conciencia (“No salgas fuera, vuélvete a ti mismo; la verdad habita en el hombre interior” en Acerca de la religión verdadera), es el punto de partida de todo verdadero conocimiento: es por ello que la interiorización se convierte en el punto de partida de un proceso ascendente que lleva al ser humano más allá de sí mismo, que le lleva a un proceso de autotrascendimiento, pues él mismo se percibe como un ser finito, mudable, y al mismo tiempo que percibe verdades inmutables y eternas, como la idea de Dios.
San Agustín sitúa las ideas o esencias eternas e inmutables, por influencia de Plotino, en la mente de Dios (Platón las había situado en el Mundo de las Ideas), ya que si son eternas e inmutables, no pueden tener su origen en el alma humana, finita y limitada, sino sólo en la inteligencia divina. Para resolver el problema de cómo el alma puede conocer tales ideas si están en la mente de Dios, San Agustín elabora la Teoría de la iluminación (Platón elaboró la teoría de la reminiscencia). Según esta teoría, el conocimiento intelectual de las ideas o verdades eternas es posible porque Dios las ha puesto en el alma y nos permite comprenderlas iluminando nuestro entendimiento superior, que así puede alcanzar unos conocimientos que sobrepasan con mucho sus facultades.
La teoría de la iluminación está inspirada en la Idea de Bien platónica como el sol que ilumina el mundo inteligible, teoría compatible con el dogma cristiano que identifica a Cristo con la luz que ilumina al hombre en el mundo.
El ser humano no sólo se trasciende a sí mismo en el conocimiento, sino que también se autotrasciende en la voluntad, ¿cómo?: a través del amor, en la búsqueda de la propia plenitud y felicidad, que por no poder hallarla en sí mismo, por su naturaleza racional, la busca en otro, y en un ser que sea superior a él: Dios. Así pues, su felicidad consiste en el amor a Dios.
En la estructura jerárquica de la creación, las más nobles criaturas creadas por Dios son los ángeles. A continuación está el ser humano, pero mientras que el ángel es espíritu puro, el ser humano es un compuesto de materia y espíritu, es decir, de cuerpo y alma. San Agustín adoptó y adaptó el dualismo antropológico de Platón y su visión del ser humano, afirmando que: El ser humano es un compuesto de cuerpo y alma, es ésta la que nos hace semejantes a Dios. El alma humana es espiritual, simple e inmortal (existe separada del cuerpo). Es principio vital e intelectual (la vida y el conocimiento racional dependen del alma). Se encuentra unida accidentalmente a un cuerpo mortal. Agustín sin embargo no cree que el alma esté unida al cuerpo como un castigo, idea que supone que el cuerpo es malo en sí mismo. La razón es que según el cristianismo Dios no crea el mal, por tanto no puede haber creado un cuerpo malo. Ahora bien, aunque el cuerpo no es malo, sí puede ser un obstáculo para la salvación a consecuencia del pecado original. La salvación del alma es el fin último del ser humano y se logra con la búsqueda y reencuentro con Dios para lo cual hay que apartarse de los efectos moralmente perniciosos del pecado original sobre el cuerpo
.En cuanto al problema del origen del alma, San Agustín negó la teoría platónica de la preexistencia y transmigración de las almas por ser contraria al dogma cristiano y dudó entre dos teorías alternativas: el traducianismo y el creacionismo.
El alma es engendrada por los padres al igual que el cuerpo en el momento de la concepción y pasa de los padres a los hijos. Esta teoría explica el pecado original, mancha que se transmite de padres a hijos desde el primer pecado de Adán y Eva. Pero no explica cómo los padres transmiten el alma a los hijos.
el alma es engendrada completamente por Dios cuando es engendrado un nuevo ser humano. El problema de esta teoría es que entonces Dios crea almas con el pecado original, por tanto imperfectas. Por lo que respecta al destino final del alma, consiste en el encuentro con Dios tras la muerte del cuerpo. Ahora bien, debido al pecado original, el alma no puede salvarse por sus propios méritos, necesita la gracia divina, un don que Dios otorga a cambio de la fe. Mediante la gracia, el alma, supera los efectos del pecado original y es impulsada de forma sobrenatural a la uníón definitiva con su creador. El alma lleva a cabo sus funciones mediante tres facultades:●
Memoria, que hace posible la reflexión. ● Entendimiento que permite la comprensión (incluye la razón inferior y la razón superior). ● Voluntad, que permite el amor
El hombre busca la felicidad, pero solamente puede hacer feliz al hombre algo que sea más que el hombre mismo, y esto no es otra cosa que Dios. El fin último del ser humano consiste en la salvación, objetivo inalcanzable en esta vida, dado el carácter trascendente de la naturaleza humana, dotada de un alma inmortal, por lo que sólo podrá ser alcanzado en la otra vida.
Al estar estrechamente unida al cuerpo el alma del hombre se halla en una condición oscilante y ambigua entre la luz y la oscuridad . Pero Agustín no responsabiliza a Dios del mal que hay en el mundo. La solución agustiniana al problema del mal se alejará del maniqueísmo, para quien el mal era una cierta forma de ser que se opónía al bien. San Agustín adopta la tesis neoplatónica que sostiene que el mal no es ser sino defecto o ausencia de ser y de bien. Ahora bien, aunque el cuerpo no es malo, sí puede ser un obstáculo para la salvación a consecuencia del pecado original. La salvación del alma es el fin último del ser humano y se logra con la búsqueda y reencuentro con Dios para lo cual hay que apartarse de los efectos moralmente perniciosos del pecado original sobre el cuerpo.
El libre albedrío es la posibilidad de elegir voluntariamente el bien o el mal, opción que tiende siempre hacia el polo negativo. Dios nos ha dado el libre albedrío para poder elegir hacer el bien y esa es la razón de que se castigue con justicia al que lo usa para pecar. Como consecuencia del pecado original y por estar el hombre sujeto al dominio del cuerpo, es difícil que elija dejar de pecar. Por ello, sólo la libertad, entendida como una gracia divina que nos empuja a hacer exclusivamente el bien, puede redimirlo de su condición y hacerlo merecedor y capaz de buenas obras.
El pelagianismo sosténía que el hombre es naturalmente capaz de obrar virtuosamente sin necesidad del socorro extraordinario de la gracia. San Agustín considera que sin la ayuda de Dios, el hombre no puede hacer otra cosa que alejarse del ser, de la verdad y del amor, esto es, pecar y condenarse. Por esto él no puede tener méritos propios que hacer valer ante Dios. Los méritos del hombre no son más que dones divinos.
UNIDAD 5: FILOSOFÍA ESCOLÁSTICA: SANTO TOMÁS DE AQUINO
Santo Tomás de Aquino fue un teólogo y filósofo italiano. Hijo de una de las familias aristócratas más influyentes de Italia, estudió en Montecassino, en cuyo monasterio benedictino sus padres quisieron que siguiera la carrera eclesiástica. Posteriormente se trasladó a Nápoles, donde cursó estudios de artes y teología y entró en contacto con la Orden de los Hermanos Predicadores . Manifestó su deseo de ingresar en dicha Orden, pero su familia se opuso firmemente, e incluso su madre consiguió el permiso de Federico II para que sus dos hermanos, miembros del ejército imperial, detuvieran a Tomás. Luego se le permitíó trasladarse a París, hasta 1256, fecha en que obtuvo el título de Maestro en teología. Durante estos años estuvo al cuidado de Alberto Magno, con quien entabló una duradera amistad. Les unía – además del hecho de pertenecer ambos a la Orden dominica- una visión abierta y tolerante, aunque no exenta de crítica, del nuevo saber grecoárabe, que por aquellas fechas llegaba masivamente a las universidades y centros de cultura occidentales. Tras doctorarse, ocupó una de las cátedras reservadas a los dominicos, tarea que compatibilizó con la redacción de sus primeras obras, en las cuales empezó a alejarse de la corriente teológica mayoritaria, derivada de las enseñanzas de San Agustín de Hipona. En 1259 regresó a Italia, donde permanecíó hasta 1268 al servicio de la corte pontificia en calidad de instructor y consultor del Papa, a quien acompañaba en sus viajes. Durante estos años redactó varios comentarios al PseudoDionisio y a Aristóteles, finalizó la Suma contra los gentiles, obra en la cual repasaba críticamente las filosofías y teologías presentes a lo largo de la historia, e inició la redacción de su obra capital, la Suma Teológica, en la que estuvo ocupado entre 1267 y 1274 y que representa el compendio último de todo su pensamiento. Tomás de Aquino supo resolver la crisis producida en el pensamiento cristiano por el averroísmo, interpretación del pensamiento aristotélico que resaltaba la independencia del entendimiento guiado por los sentidos y planteaba el problema de la doble verdad, es decir, la contradicción de las verdades del entendimiento y las de la revelación. En oposición a esta tesis, defendida en la Universidad de París por Siger de Brabante, afirmó la necesidad de que ambas fueran compatibles, pues, procediendo de Dios, no podrían entrar en contradicción; ambas verdades debían ser, además, complementarias.
2. EL CONOCIMIENTO 2.1. Las relaciones entre la fe y la razón como fuentes de conocimiento, Sto. Tomás afirma que tanto la fe como la razón son fuentes de conocimiento y dan lugar a dos ciencias: la Teología Revelada y la Filosofía, respectivamente. Durante los primeros siglos de la Edad Media, la fe y la teología tenían una primacía absoluta sobre la razón y la filosofía, pues se consideraba que éstas últimas, por sí solas, no eran capaces de proporcionarnos un verdadero y completo conocimiento de la realidad, algo que sólo se alcanza a través de la fe, siendo la razón el instrumento que nos ayuda a profundizar en las afirmaciones de la fe . A partir del Siglo XI esa concepción de las relaciones entre fe y razón entra en crisis y comienzan a surgir disputas entre los que otorgan primacía a la fe sobre la razón y los que lo hacen justamente al revés
Sto. Tomás en el Siglo XIII armoniza la razón y la fe manteniendo una posición que afirma:–
La autonomía de la razón frente a la fe (se separa de San Agustín): la razón y la fe son dos fuentes de conocimiento distintas y autónomas. – Aunque sean autónomas, cuando sus objetos de investigación coincidan, no pueden contradecirse, ya que la verdad es sólo una. Si Dios es el que habla a través de la Revelación y Dios es el creador de la razón humana, es lógico pensar que lo que nos dice directamente desde la revelación es lo mismo que lo que nos dice indirectamente a través de la razón. Rechaza, por tanto, la teoría de la doble verdad de Averroes que sosténía que razón y fe pueden llegar a verdades opuestas. Su posición conciliadora se manifiesta también en su defensa de la colaboración entre la razón y la fe, ambas ciencias deben prestarse ayuda mutua. Según Sto. Tomás existe un conjunto de verdades que son comunes a la razón y a la fe, es decir se conocen por fe pero también pueden demostrarse racionalmente. Se llaman preámbulos de la fe, es decir, verdades teológicas que se pueden demostrar a través de la razón, como “Dios existe”, y Artículos de fe, verdades teológicas a las que sólo accedemos mediante la fe o la revelación, como la doctrina de la Trinidad. Tomás justifica la existencia de tales verdades alegando dos tipos de razones:
– Circunstanciales, ya que es conveniente que ciertas verdades sean también reveladas, ya que muchos hombres, por pereza, falta de tiempo o capacidad, no podrían alcanzarlas de otro modo.
– Estructurales, ya que dada la posibilidad de error que amenaza al hombre, conviene que estas verdades lleguen a los hombres por la vía de la revelación, para garantizar su conocimiento.
Sto. Tomás sostiene una teoría del conocimiento empirista que sostiene que nuestro conocimiento parte siempre de los sentidos. Por lo tanto, en el tema del conocimiento (como en todo lo demás) santo tomás sigue a aristóteles y se opone a platón cuya teoría del conocimiento es racionalista ya que desprecia el conocimiento sensible y considera que ha de ser la razón por sí misma la que alcance el verdadero conocimiento. Tomás, sostiene que el origen de todos nuestros conocimientos está en la experiencia, en el conocimiento sensible. Sin embargo, no se queda ahí, ya que a partir del conocimiento sensible de los seres particulares y concretos, el entendimiento humano tiene la capacidad de ir más allá para adquirir un conocimiento intelectual de las esencias universales, a través del proceso de abstracción. ¿Qué son los universales?
Los universales son las sustancias segundas (géneros y especies). La disputa de los universales es una contienda de la escolástica medieval donde se discute si la esencia está en cada uno de los particulares o individuos o fuera de ellos. Es decir, si las ideas o esencias tienen una existencia real. Aquí tenemos dos posturas: • Realismo exagerado:
Sostenido por Platón, que resolvíó el problema desde un planteamiento ontológico, afirmando que las ideas sí son reales y existen en el hiperuranio, y • Realismo moderado:
Sostenido por Santo Tomás, que resolvíó el problema epistemológicamente, afirmando que las esencias sólo son entidades mentales, sólo existen en la mente, no fuera de ella.
El proceso de abstracción es el siguiente:
– A través de los órganos de los sentidos captamos la realidad sensible, los objetos singulares, particulares y concretos (este árbol). Obtenemos así imagen particular que se almacena en la imaginación o memoria. –
Sobre esa imagen actúa el entendimiento agente, entendimiento dinámico, despojándola de sus elementos individuales y elaborando una representación general, es decir, abstrayendo el elemento universal o esencia (concepto). –
Esta representación general pasa al entendimiento paciente, entendimiento pasivo, que la recibe reproduciendo el concepto (el concepto de árbol). La función del Entendimiento Paciente es reconocer el universal abstraído por el Entendimiento Agente. Esta concepción empirista del conocimiento marca unos límites al conocimiento de los que carecía la teoría platónica, que a su vez inspiró a San Agustín. Para Platón y sus seguidores la razón es capaz, a través de la reminiscencia, de captar las realidades inmateriales y las Ideas. Para Tomás, que sigue a Aristóteles, el conocimiento se origina a partir de la experiencia y tiene unos límites que marca la propia experiencia. Por ello sobre las realidades inmateriales y Dios, sólo se puede tener un conocimiento imperfecto y analógico elaborado a partir de los datos de los sentidos. Este último punto será de gran importancia cuando se plantee el problema de las relaciones entre razón y fe.
La forma cómo Sto. Tomás concibe la realidad está basada, por una parte, en la revelación y, por otra, en la de Aristóteles de quien toma, entre otras, la teoría hilemórfica según la cual todas las sustancias, salvo Dios, son un compuesto de dos elementos: la materia y la forma o esencia, y la teoría de la potencia y el acto según la cual todas las sustancias, salvo Dios, son un compuesto de acto y potencia. Por supuesto, Santo Tomás tiene que negar todas aquellas ideas de Aristóteles que contradicen el dogma cristiano, entre ellas, la eternidad del mundo. Santo Tomás tiene que establecer, tal como exige la revelación, que el mundo fue creado por Dios a partir de la nada y que existe una diferencia radical entre Dios y todas las criaturas. Dios es el ser absolutamente necesario, existe y no puede no existir. Mientras que todos los demás seres son contingentes, existen pero podrían no existir si Dios así lo decidiera. Para ello Tomás añade a las distinciones que Aristóteles había establecido en los seres, materia-forma, acto-potencia, una distinción más, la distinción entre esencia y existencia. En todos los seres, salvo Dios, se distingue la esencia, aquello que un ser es, de la existencia, el acto de existir o ser en el mundo. La esencia es posibilidad de existir, pero también de no existir, es contingente, no necesaria. Es preciso que algo o alguien la haga existir actualizando su potencialidad. Ese algo es Dios, el único ser necesario y simple cuya esencia coincide con su existencia. Dios es libre de dar o no dar la existencia a las criaturas. Santo Tomás al demostrar que Dios es causa de todo cuanto existe, ha demostrado que Dios ha creado el mundo a partir de la nada, ni siquiera la materia es eterna. Ese acto de creación ha sido un acto totalmente libre pues lo contrario sería minimizar la perfección divina. Dios, además, no es sólo causa del comienzo del mundo, sino también de su duración pues lo conserva por medio de una creación continua a la que llamamos providencia.
Sto. Tomás sabe por revelación que Dios existe, pero él pretende demostrar la existencia de Dios utilizando la razón, aplicándola sobre la base de la experiencia observable (a posteriori, es decir, a partir de la experiencia observable de la naturaleza y del movimiento de los seres o criaturas). Su método racional-empírico pretendíó derribar la demostración a priori (a priori: previa a toda experiencia observable) de la existencia de Dios de San Anselmo de Canterbury, monje benedictino del s. XI y principal pensador de la primera parte de la Escolástica, que formuló el argumento ontológico o argumento a priori para demostrar la existencia de Dios, y que podemos sintetizar así:
5.
Con base en (1), se sigue de (4) que Dios realmente debe existir. Santo Tomás dirá que Dios no es evidente ni demostrable a priori, sino que su existencia únicamente puede ser probada a partir de la observación (a posteriori) y por vía racional, no solo por la vía eidética que había diseñado San Anselmo. Entonces, para Santo Tomás demostrar que Dios existe es necesario ya que no es una verdad evidente ni tampoco una idea innata, prueba de ello es que existen ateos. También es posible porque partiendo del conocimiento de las cosas sensibles podemos encontrar una vía o camino para demostrar la existencia de Dios (demostración a posteriori). Vemos cómo la teoría del conocimiento de Santo Tomás, que es empirista como la de Aristóteles, hace posible esa demostración. Las cinco vías constituyen el procedimiento utilizado por Tomás para demostrar la existencia de Dios. Las cinco presentan la misma estructura:
Parten de un hecho de experiencia que debe ser explicado. – Se recurre al principio de causalidad: todo lo que sucede posee una causa.
Se niega la posibilidad de una serie infinita de causas subordinadas entre sí pues eso equivaldría a no explicar nada. – Se afirma una primera causa incausada y se identifica con el Dios cristiano de la revelación, así que Dios existe
1) Primera vía o vía del movimiento: nos consta por los sentidos que hay seres de este mundo que se mueven; pero todo lo que se mueve es movido por otro, y como una serie infinita de causas es imposible hemos de admitir la existencia de un primer motor no movido por otro, inmóvil. Y ese primer motor inmóvil es Dios.
2) Segunda vía o vía de la causalidad eficiente: nos consta la existencia de causas eficientes que no pueden ser causa de sí mismas, ya que para ello tendrían que haber existido antes de existir, lo cual es imposible. Además, tampoco podemos admitir una serie infinita de causas eficiente, por lo que tiene que existir una primera causa eficiente incausada. Y esa causa incausada es Dios.
3) Tercera vía o vía de la contingencia: hay seres que comienzan a existir y que perecen, es decir, que no son necesarios; si todos los seres fueran contingentes, no existiría ninguno, pero existen, por lo que deben tener su causa, pues, en un primer ser necesario, ya que una serie causal infinita de seres contingentes es imposible. Y este ser necesario es Dios.
4) Cuarta vía o vía de los grados de perfección: observamos distintos grados de perfección en los seres de este mundo (bondad, belleza,…) Y ello implica la existencia de un modelo con respecto al cual establecemos la comparación, un ser óptimo, máximamente verdadero, un ser supremo. Y ese ser supremo es Dios.
5) Quinta vía o vía del ser sumamente inteligente y ordenador: observamos que seres inorgánicos actúan con un fin; pero al carecer de conocimiento e inteligencia sólo pueden tender a un fin si son dirigidos por un ser inteligente. Luego debe haber un ser sumamente inteligente que ordena todas las cosas naturales dirigíéndolas a su fin. Y ese ser inteligente es Dios. Una vez demostrada la existencia de Dios, podemos acceder racionalmente a su esencia (atributos) o modos de ser. Por supuesto el conocimiento que el ser humano puede tener de la esencia divina es imperfecto y limitado puesto que Dios es infinito y el entendimiento humano es finito. Los atributos divinos pueden ser conocidos a través de dos vías: -Vía de la negación: consiste en negar de Dios todos aquellos atributos imperfectos que observamos en las criaturas. Así sabemos que Dios es inmutable, simplicísimo (en él no hay composición materia-forma, acto-potencia, esencia-existencia), infinito, omnisciente…Etc. -Vía de la eminencia: consiste en predicar de Dios todos aquellos atributos positivos que predicamos de las criaturas pero en grado sumo o eminente. Así sabemos que Dios es la suma perfección, la suma bondad, el sumo bien…Etc