Portada » Filosofía » David Hume, Immanuel Kant, Platón y Aristóteles: Filosofía de la Ilustración
David Hume nació en Edimburgo en 1711 y murió en 1776 en su ciudad natal. Se le considera uno de los autores más importantes del empirismo británico. Recibió la influencia de George Berkeley, cuya filosofía negó la existencia de las abstracciones, así como de Locke, en el contexto del enlightenment (fase británica de la Ilustración), que hunde sus raíces en la tradición de Oxford y su especial interés por el desarrollo del Quadrivium. Aunque en el pensamiento del escolástico Bacon también hay una tradición profundamente británica, que desarrolló el método; y sin duda en el nominalismo de Guillermo de Ockham en el siglo XIV. Le influyeron también otros autores como Hutcheson o incluso Mandeville, en el origen del pensamiento liberal.
La Ilustración es una corriente filosófica y cultural que propone la emancipación del hombre tanto en términos políticos como epistemológicos. Esta primera fase británica, supuso el fin del A.Régimen al propiciar un nuevo sistema parlamentario en Inglaterra de corte liberal con la firma en 1707 de la Carta de Unión y la Declaración de Derechos del Individuo en 1689 (bill of rights). Son también ideas ilustradas las que auspician la revuelta de las colonias americanas que terminan con la Guerra de Independencia de los EEUU de América y la declaración de independencia en 1776, cuando falleció Hume. También influyen estas ideas en la Revolución Francesa, en el resto de Revoluciones Burguesas del siglo XIX, e incluso, originariamente, en el pensamiento marxista. Fue un tiempo antropológicamente optimista y filantrópico, que creyó en la razón del hombre y en su capacidad de hacer progresar la historia. Algunos autores ilustrados de la fase francesa de talante más racionalista fueron: Montesquieu, Voltaire, Dananberg, Condorcet o Rousseau. Por su parte, se considera a Kant como el culmen de la Ilustración en su fase alemana.
La obra de Hume fue crítica con la metafísica entendida como ontología, con ideas como el concepto de causa o el mundo ordenado con una imagen teleológica del mismo, así como describió el conocimiento como un proceso que parte y se resuelve en la experiencia y participa del análisis de nuestras imágenes mentales. Su obra fundamental es la investigación sobre el entendimiento humano de 1748, la cual tuvo escasísima repercusión en su época. Sin embargo, sí la ha tenido en el pensamiento contemporáneo. Cabe destacar la influencia de su filosofía en la teoría del conocimiento de Kant, en la escuela escocesa del sentido común o en el positivismo del siglo XIX y el neopositivismo del XX.
Immanuel Kant es el filósofo más relevante de la ilustración alemana. Nació en 1724 y murió en 1804, en la ciudad de Könisberg. Desde sus primeros años de formación y hasta la aparición de sus primeros escritos críticos vivió bajo el reinado de Federico II “El Grande”, quien protegió la ciencia o el arte. Kant podría considerarse un pensador partidario del desarrollo de la ciencia gracias a la influencia de Wolff; y su filosofía, epistemológicamente, como un intento de clarificación de las condiciones de posibilidad de la física newtoniana y su defensa frente a la crítica al concepto de causalidad de Hume.
Políticamente, Kant fue sensible a la definición de la libertad entendida como autonomía desde una perspectiva roussoniana. Cuando los ideales de emancipación fueron amenazados por el ascenso de Federico Guillermo al trono sintió la dificultad para la labor crítica propia de un filósofo, especialmente tras la publicación, en 1793, de La Religión dentro de los Límites de la Mera Razón. Así, pueden reconocerse en su pensamiento dos períodos: el primero es conocido como etapa precrítica que dura hasta 1770 donde se encuentra La Dissertatio, que marca un punto de inflexión y el comienzo de la etapa crítica, con obras como: La Crítica de la Razón Pura (1771), La Crítica de la Razón Práctica (1778) y La Crítica del Juicio (1790). En ellas trata de responder a las grandes preguntas de la filosofía, a saber, ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer? y ¿qué me cabe esperar?, que significa al fin y al cabo responder a la pregunta antropológica: ¿qué es el hombre?. Así pues, se encuadra en la crítica tanto al empirismo como al racionalismo dentro de la polémica epistemológica moderna, considerándolas “dogmáticas”. Su criticismo fue decisivo para comprender la naturaleza sintética a priori de los juicios de la ciencia y las posibilidades de la metafísica de ser considerada un saber fiable. En esta situación, Kant trata de comprender los límites del conocimiento. Por otro lado, piensa el sujeto como el foco principal del conocimiento, que comparó con un giro copernicano en epistemología y lo lleva a un idealismo que hay que considerar trascendental: el sujeto pone los fundamentos a priori, las formas puras de la sensibilidad y el intelecto, que no son bases absolutas de la realidad. Su pensamiento se entiende pues dentro de la confianza ilustrada en la razón y en la educación de un siglo, el XVIII.
Este segundo orden o cosmos noethos es causa de ese mundo sensible o cosmos aisthetos, Platón lo llama el mundo de las Ideas pues está habitado por paradigmas absolutos que son las esencias (ousías) de las cosas. A propósito del Mundo de las Ideas, tienen una estructura jerárquica entre ellas que sin embargo mantiene la unicidad del Ser, Idea problemática pues combina la multiplicidad de la esencias que sugeriría contingencia con la necesidad del Ser, lo cual Platón tratará en un diálogo de vejez titulado precisamente Parménides y está presidido por la Idea de Bien que en el Mito de la Caverna se representa por el Sol que garantiza la vida y la luz en el mundo sensible. Análogamente, la Idea de Bien organiza y garantiza la existencia y cognoscibilidad de las Ideas, que son eidos, formas eternas de lo universal. Por debajo están la Idea de Justicia, Belleza, Verdad y Ser y aun por debajo de estas, las Ideas matemáticas: Igualdad, Unidad, Dualidad, Triangularidad… , mientras que en el nivel inferior las Ideas de las cosas sensibles: Idea de Hombre, de Caballo, de Fuego. En su consideración de la materia, Platón piensa la coré como una materia uniforme y caótica, de la cual no explica su origen, por la que un demiurgo, siente compasión y copia las Ideas, dándole forma, impregnándola de la perfección de las Ideas hasta donde le es posible. En el Timeo se percibe especialmente la influencia de Pitágoras cuando afirma que el mundo es un gran ser vivo con alma. La relación entre el mundo inteligible y el mundo sensible es fundamentalmente de participación o methexis, noción esta aporética (aporía) tal y como señala Aristóteles en la Metafísica en el argumento del tercer hombre. Relación de parousía o presencia, otorgando cierta entidad a las cosas, de imitación o mimesis, ya que las cosas son copias de las Ideas, y finalmente cabe decir que las Ideas son para las cosas, en tanto que modelos eternos, su finalidad, su telos, es decir, a lo que tienden. Este dualismo ontológico tiene un correlato antropológico, epistemológico (o gnoseológico) y como no podía ser de otro modo, político y moral, donde se manifiesta la profunda influencia de su maestro Sócrates, de quien hereda el intelectualismo moral, que más tarde tendrá repercusiones ético-políticas. Antropológicamente, este dualismo está representado en la idea pitagórica del alma inmortal que Platón describe en el Fedro y en otros Diálogos como el Fedón, a través del Mito del Carro Alado.
Aristóteles creyó teleológicamente que todos los hombres desean o tienden a ser felices y definió la felicidad como el desarrollo del hombre de acuerdo con su naturaleza, es decir, en relación con el logos. Por otro lado, llamó “virtud dianoética” a la perfección del alma racional en cuanto a tal y consideró que tal excelencia y eudaimonia estaban íntimamente unidas. En el libro I de la Ética a Nicómaco se afirma que la finalidad de nuestras acciones es la felicidad y que si nos llevan a ser felices entonces son acciones perfectas, es decir, tienen su fin en sí mismas, pues la felicidad es el fin último y la naturaleza de la acción no está supeditada a otros fines productivos. Aristóteles reconoce que hay muchas cosas agradables como el honor, las riquezas o la fama y que se parecen a la felicidad pero no lo son ya que los deseamos precisamente porque creemos que nos darán la felicidad, es decir, están supeditadas a ella, sin embargo la felicidad es un fin en sí mismo. En cuanto a la virtud, que en Aristóteles es un hábito y por lo tanto se aprende y es enseñable, está íntimamente relacionada con el alma, que es tripartita. Podría pensarse que coincide en esto con su maestro Platón, pero en su caso el alma no está míticamente tratada ni es trascendente al cuerpo. La psicología aristotélica de hecho está incluida en la Filosofía segunda (o Física), pues desde un punto de vista hilemórfico, el hombre es sustancia y no cabe pensar en el alma como entidad separada. Por tanto el alma tiene tres partes, pero una es racional, otra sensitiva y otra vegetativa. Otra de las diferencias con Platón reside en que el alma racional está dividida en dos partes, el aspecto puramente demostrativo y el aspecto deliberativo, lo cual convierte a Aristóteles en un pensador crítico con el intelectualismo moral socrático, puesto que el conocimiento epistémico de la justicia deja espacio a la deliberación.