Portada » Español » Cual es el propósito de la Generación del 27 facts
La incisión de la Guerra Civil en el desarrollo de nuestro teatro es muy profunda, pues se rompe con el movimiento de renovación que se había forjado en los años 20. Es, sin duda, el género artístico más vigilado pues no sólo hay censura previa a la representación, sino que ésta puede ser suspendida ante la más mínima sospecha.
El teatro español a partir de 1940 ha estado a punto de desaparecer como género artístico y este hecho no se debe sólo a la censura gubernativa y a la falta de libertad, sino también a la institución teatral como empresa económica.
Tras los años de la guerra, en los que se produjo un teatro político y circunstancial con obras no definitivas, pero firmadas nada menos que por autores como Alberti.
Bajo este epígrafe encuadramos la llamada “comedia burguesa de evasión” creada por Jacinto Benavente. Se trata de un teatro bien elaborado que presenta una suave crítica de costumbres y una fina comicidad.
Dentro de las condiciones sociológicas de posguerra era totalmente lógica la creación de un teatro cuyo objetivo era la diversión de los espectadores. De hecho eso era lo que pretendía la comedia convencional. Sin embargo, un grupo de autores intentaron renovar nuestra escena teatral a través de un teatro cómico que tendía al absurdo. Jardiel Poncela
Buero estrenó en 1949, bajo pseudónimo su Historia de una escalera con la que consiguió el premio Lope de Vega. Frente al éxito del teatro convencional y el fracaso del teatro cómico, Buero aportaba nuevas soluciones, referidas no a innovaciones técnicas sino a dar cierta profundidad al contenido al tratar como tema esencial la necesidad de que el ser humano mantenga una verdad ética.
Su obra se puede dividir en tres grupos:
2.- Aquellas que tienden al simbolismo en un intento de llegar al interior de los personajes para plantear la frustración que provoca la existencia y la necesidad de salvaguardarnos con la ética. La tejedora de sueños.
En 1953 aparece Escuadra hacia la muerte de Alfonso Sastre, autor que inicia lo que se ha llamado el teatro social.
Al igual que en novela, surge una temática que aborda problemas concretos como la esclavitud, la deshumanización, la situación de los obreros y campesinos o la injusticia social. Se trata de un teatro comprometido o de protesta que presenta pocas innovaciones técnicas y estéticas.
Avanzada la década de los 60 surge un movimiento de renovación teatral caracterizado por un acercamiento al teatro extranjero y una valoración del teatro “independiente” frente al teatro convencional. Frente a la “generación realista”, que es fundamentalmente un grupo de autores o creadores de textos, los nuevos se presentan como creadores de espectáculos. Esta renovación cristaliza con el llamado “drama subterráneo” y los grupos de teatro independientes:
El drama subterráneo: la mayor parte de sus autores se vieron condenados al rechazo y se convirtieron en autores minoritarios. Es el caso de Fernando Arrabal que cultivó tanto el teatro del absurdo como el llamado “teatro pánico” en obras como Los hombres del triciclo.
El teatro independiente: son grupos de teatro que actúan al margen de las grandes cadenas comerciales y que han logrado sintetizar lo experimental y lo teatral.
A partir de los 80 y los 90 el teatro ha recibido un considerable respaldo institucional concretado, por ejemplo, en la creación del Centro Nacional de Nuevas tendencias escénicas. A la vez que continuaban su andadura los grupos de teatro independiente iniciados en los 70, aparecieron autores que acertaron a conciliar la exigencia artística con el aplauso del público. Es el caso de Ignacio Amestoy.
El teatro de finales del s:XX y principios del XXI se caracteriza por ser ecléctico porque en él conviven el teatro de la palabra y los nuevos códigos escénicos. Hay, además, un auge del teatro musical que se ha convertido en un espectáculo de masa.
Los temas de este teatro son la defensa de la libertad individual, la violencia contra los más débiles, la denuncia de la sociedad de consumo o el desconcierto ante el discurso posmoderno y global.
El teatro español que se desarrolla desde 1898 hasta el estallido de la guerra está marcado por el público que asistía al teatro. Los locales donde se hacían las representaciones eran privados y los dueños tenían muy en cuenta la opinión de los espectadores. Los asistentes eran, en general, pertenecientes a la clase media-alta. Hacer llorar o reír a este público, o incluso suscitar en él una justa indignación, era perfectamente admisible. Lo que el “buen gusto” no podía tolerar era cualquier tentativa de confundir o preocupar a ese público.
El teatro no admitíó los nuevos derroteros que se estaban proponiendo en Europa. Los autores tenían dos opciones: o construir un teatro innovador y condenarse a ser rechazados por el público; o hacer el teatro que gustaba al espectador para conseguir éxito. Por ello, podemos distinguir dos grandes grupos: el teatro que triunfa y el teatro que pretende innovar.
Bajo este epígrafe podemos distinguir:
Un teatro en verso, tradicional, conservador, heredero del Modernismo y de Echegaray, que normalmente situaba las acciones en el pasado.
Un teatro cómico que cultiva géneros como la comedia costumbrista y el sainete.
La comedia burguesa de Benavente, Jacinto Benavente, premio Nobel español, se inicia con una obra crítica, El nido ajeno, que analiza la situación de la mujer casada. Si bien la obra fue defendida por los críticos, ante el público fue un auténtico fracaso. El autor se vio en el dilema de elegir entre una obra crítica y otra más suave que gustara a la burguésía. Optó por esa última y comenzó a cultivar la llamada “comedia de salón”. El mayor logro de Benavente es, sin duda, haber eliminado el drama posromántico y haber elaborado un teatro temáticamente correcto y con gran fluidez de diálogos.
Cronológicamente distinguiremos dos grupos:
La mayoría de ellos desembocó en actitudes idealistas, aunque en casos como el de Valle-Inclán se llegó a posturas de serio compromiso. Unamuno, por ejemplo, presentó en el teatro sus propios problemas individuales, transformando las obras en una especie de ensayo psicológico. Azorín elaboró un teatro simbólico muy original en obras como Angelita. Coetáneos a ellos fue Gómez de la Serna quien fue también fiel a su espíritu vanguardista y realizó un teatro nuevo casi irrepresentable.
Pero la figura esencial es, sin duda, la de VALLE-INCLÁN quien fue el creador del esperpento. Con esta palabra designa el autor una serie de obras en las que se mezclan lo trágico y lo cómico en un intento de crear una nueva estética que quiere ser una “superación del dolor y de la risa”.
La teoría del esperpento aparece en su obra cumbre Luces de bohemia que nos cuenta la última noche de vida de Max Estrella, poeta miserable y ciego. A partir de aquí la obra se convertirá en una parábola de la imposibilidad de vivir en una España deforme, injusta y absurda.
La Generación del 27 manifiesta intenciones dramáticas diversas. Tal vez su ideología y la virulencia de los movimientos obreros expliquen un teatro que ofrece un fuerte trasfondo social y un intenso sentido de la solidaridad. Sus logros más importantes radican en el deseo de transformar el lenguaje del teatro poético, de incorporar las innovaciones vanguardistas y de acercar el teatro al público.
Hay que señalar que la mayoría de los autores del 27 que cultivaron el teatro desarrollaron su obra en el exilio y tras la Guerra Civil.
Pero de nuevo una figura sobresale con luz propia. Se trata de Lorca. El teatro de Lorca, como su poesía, constituye una menifestación literaria de las preocupaciones que obsesionaron al poeta durante su vida. El dolor y el sufrimiento aparecerán constantemente desde los juegos líricos de sus primeras obras hasta los dramas surrealistas escritos tras su viaje a Nueva York y su fuerte crisis personal .
Los temas centrales de sus dramas son:
1.- La frustración por la imposibilidad de desarrollar nuestros deseos, por el contraste que existe entre éstos y la realidad. Unas veces serán causas metafísicas como el tiempo, el destino o la muerte; otras, causas sociales como la represión, las convenciones o la injusticia.
2.- Sus personajes protagonistas serán de nuevo lo marginados, los condenados a la soledad o a la muerte. Aparecerán sobre todo los homosexuales en los dramas surrealista mencionados anteriormente y las mujeres en sus tragedias.
Entre 1890 y 1914 se produce una serie de profundos cambios sociales y culturales en todo el mundo occidental como la 2ª revolución industrial, el auge de la burguésía, la organización de la clase obrera, los grandes progresos técnicos o la aparición de corrientes irracionalistas y existenciales. Es la llamada “crisis de fin de siglo” a la que en España hay que sumar la pérdida de las últimas colonias. La crisis social, política y cultural del país es evidente y son muchos los que proponen urgentes reformas. Este es el contexto en el que hay que situar el inicio de la novela española de principios de siglo.
Aunque algunos autores herederos del Naturalismo y del Realismo siguen triunfando a principios del s. XX son los autores del Modernismo y de la Generación del 98 los que inician un nuevo camino narrativo.
Los modernistas son esencialmente poetas, aunque hay que destacar al polifacético autor Valle- Inclán con sus Sonatas, un conjunto de cuatro novelas cortas en las que con un estilo brillante y sensorial narra las peripecias amorosas del marqués de Bradomín, un don Juan católico, feo y sentimental.
Plenamente prosista es la llamada Generación del 98 formada por un grupo de autores como Baroja, Unamuno, Azorín o Machado que pretendieron en un primer momento reformar la sociedad española a través de la literatura. Algunas de sus carácterísticas son:
Filosóficamente se relacionan con las corrientes irracionalistas europeas como las teorías de Nietzsche o Shopenhauer.
Cobran importancia las preocupaciones existenciales y religiosas como el sentido de la vida , el destino del hombre, el paso inexorable del tiempo o la presencia/ausencia de Dios. En el fondo de todos ellos se descubre un malestar vital y una honda angustia existencial. Por eso son también frecuentes los sentimientos de soledad, angustia y pesimismo.
Plantean una gran preocupación por el tema de España, aunque lo enfocarán desde un punto de vista muy subjetivo.
Es una generación esencialmente prosista, pues gusta de utilizar como géneros en ensayo o la novela.
En cuanto al estilo literario presentan una gran sobriedad, usan un lenguaje muy sencillo que huye de los adornos.
Veamos algunos de los autores más importantes:
Bilbaíno de nacimiento, Unamuno cultivó casi todos los géneros literarios y en todos ellos planteará su gran obsesión: la existencia de Dios, sobre la que Unamuno dudará toda su vida. Él decía que había un conflicto entre su corazón, que quería creer en Dios, y su razón, que le decía que no existe. Ese es el tema que plantea en novelas como San Manuel Bueno Mártir.
Unamuno defendía una novela espontánea, abierta, no demasiado elaborada. Según él, a partir de una idea central había que escribir “a lo que salga”.
Toda la literatura de Azorín gira en torno al tema del tiempo, su fluir constante, la fugacidad y, a la vez, la permanencia de paisajes y sentimientos. Por ello en sus novelas no existe casi argumento y la narración se reduce a la descripción de sensaciones y de los ambientes. Las descripciones son de estilo impresionista lo que hace que sus narraciones tengan un tono fragmentario. Antonio Azorín
El gran novelista de la Generación del 98. Nacido en San Sebastián, estudió Medicina para pronto desilusionarse con la práctica de la profesión y dedicarse casi exclusivamente a la literatura.
De carácter crítico y crispado, siempre manifestó su disgusto ante la política, la moral y la injusticia social. Era un intelectual que despreciaba el intelectualismo y admiraba los caracteres enérgico y activos. Ideológicamente siempre tuvo una visión pesimista y desengañada de la realidad y, aunque comenzó en posturas cercanas al anarquismo, acabó situándose en el más profundo escepticismo.
Baroja entiende la novela como el género que puede incluir todos los otros géneros a través de la reflexión filosófica, la aventura, la descripción, etc. Es verdaderamente brillante en el retrato de los personajes, en la descripción de ambientes y en los diálogos. Algunas de sus carácterísticas son:
Sus personajes suelen ser seres asociales o rebeldes.
Predominan los ambientes suburbiales.
Su estilo es sencillo, pues utiliza un lenguaje antirretórico que pretende ser reflejo de la lengua viva.
Escritor prolífico, escribíó innumerables novelas que agrupó en trilogías. El árbol de la ciencia, una de sus novelas más interesantes, pues plantea sus inquietudes existenciales a través del protagonista.
Tras la Guerra Civil española el panorama de la novela es desolador por la fuerte censura y porque la novela inmediatamente anterior no tenía mucho sentido. Sin embargo, hay dos fechas esenciales que suponen el inicio de nuevos caminos:
1942 con La familia de Pascual Duarte de Cela que inauguró el tremendismo al presentar los aspectos más desagradables de la sociedad.
1945 Nada de Carmen Laforet, que supone el inicio de la novela existencial.
Los autores intentan reflejar la amargura de la vida desde el punto de vista personal y existencial. Así será frecuente la presencia de personajes angustiados, marginados y desorientados, así como de temas que planteen cuestiones como la soledad, la inadaptación o la muerte.
La angustia existencial fue el primer paso para el desarrollo de la novela social.
El término novela social puede entenderse en un doble sentido: en un sentido amplio supone que el tema predominante es la sociedad; en un sentido estricto supone que esa sociedad es analizada críticamente. Ello ha dado lugar a dos tendencias estéticas: el Realismo crítico y el Realismo objetivo.
Este hecho hizo que se centraran más en el contenido que en la forma y que sus novelas presentaran las siguientes carácterísticas:
Estructura aparentemente sencilla que prefiere la narración lineal.
Ausencias de descripciones y predominio del diálogo.
Uso de los “personajes representativos”.
Uso de un lenguaje muy sencillo.
La novela social se desarrolla desde 1951, fecha de La colmena de Cela, hasta 1962, fecha de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos.
A partir de los años 60 comienza a notarse un cansancio de los escritores ante el Realismo social. A ello se uníó una serie de cambios que favorecíó el desarrollo de una nueva novela:
– El auge del turismo que trajo consigo intercambios culturales.
– Una formación intelectual más sólida.
– La flexibilidad en la censura.
– Y, sobre todo, una gran expansión editorial que puso al alcance las grandes novelas extranjeras de principio de siglo y el reciente boom de los hispanoamericanos.
El resultado es una gran renovación de las técnicas narrativas cuyas principales novedades son:
– Tiende a desaparecer el autor omnisciente y el autor puede ahora contemplar los hechos desde distintos puntos de vista.
– El argumento es algo secundario y cobra importancia la anécdota.
– Desaparece la división en capítulos y aparece la secuencia.
– En la estructura interna aparecen técnicas como el contrapunto.
– Desaparece el personaje colectivo y resurge el individual.
– Se usan las tres personas narrativas: la 3ª del narrador, la 1ª en el monólogo interior y la 2ª en el “tú autorreflexivo”.
– Estilísticamente todo es válido.
Este tipo de novela se inicia en 1962 con la aparición de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos y se extiende hasta 1972.
En estos años comienzan a escribir autores nacidos hacia 1935 y que a veces han sido agrupados bajo el rótulo de “Generación del 68”. En un primer momento continúan con la búsqueda de nuevas formas experimentales, pero pronto se moderan e incluso vuelven a aspectos de la novela tradicional o se inspiran en géneros marginales como la ciencia-ficción o la novela policíaca.
Temáticamente hay una cierta tendencia hacia el desencanto, se critican los valores dominantes y predominan temas existenciales como la soledad, la realización del hombre o el amor.
Algunos de los títulos y autores más importantes son: La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza y Mortal y rosa de Francisco Umbral.